Donald Trump no busca la guerra pero no la teme cuando la misma es necesaria para defender los intereses y garantizar la seguridad de los Estados Unidos y la de sus aliados.

Donald Trump es un hombre transparente que piensa lo que dice, dice lo que piensa y cumple lo que promete. Es un hombre totalmente foráneo para las serpientes y las alimañas que habitan en ese pantano maloliente que es el mundo político de Washington. Por eso lo maldicen, lo combaten y hasta lo calumnian los politiqueros de ambos partidos.

La prueba más reciente son los ataques de que ha sido objeto el presidente por su decisión de mandar a las regiones infernales a uno de los más dañinos y peligrosos hijos del diablo en la Tierra. El terrorista Qassem Soleimani ya no podrá matar a mas norteamericanos como lo ha estado haciendo desde que dinamitó las barracas de soldados estadounidenses en el Líbano en 1983 con el saldo macabro de 245 muertos. Eso de llamarlo General Soleimani se lo dejo a la izquierda enferma de odio que llega al colmo de endiosar terroristas con tal de vituperar a Donald Trump.

La semana pasada estuve a punto de vomitar escuchando y leyendo las declaraciones de la izquierda vitriólica del Partido Demócrata en esa prensa parcializada que repite sin pudor alguno sus mentiras, su odio  y sus estupideces. Calificaron a Soleimani de figura emblemática que era idolatrada por millones de iraníes. Llegaron al colmo de compararlo con Juan Pablo II y con la Madre Teresa. ¡Una ruindad que manda bemoles! Mientras los rusos y los chinos−ambos facilitadores del terrorismo iraní− mantenían un elocuente silencio, los demócratas y los republicanos "nunca trumpers" defendían al terrorista.

Por otra parte, nadie que esté al tanto de los acontecimientos mundiales puede mostrar asombro ante la conducta gansteril de los clérigos iraníes. Esos delincuentes han estado chantajeando al mundo occidental−y especialmente a los Estados Unidos−durante más de 40 años. Todo empezó cuando en 1979 el santurrón de Jimmy Carter−en nombre de su peregrina doctrina de derechos humanos−hizo causa común con ellos para derrocar a Mohammad Reza Pahlavi, el hombre que garantizaba en ese momento el petróleo que necesitaba el mundo occidental. Ya todos sabemos cómo le pagaron el favor. Durante 444 días mantuvieron secuestrados a 52 diplomáticos norteamericanos y Jimmy Carter sufrió una soberana pateadura a manos de Ronald Reagan.

Pero nadie se ha dejado chantajear mas por los clérigos iraníes que Barack Hussein Obama. Desde que juró el cargo en enero de 2009, Obama se empeñó en desmantelar una política internacional de George W. Bush que el nuevo Mesías consideraba arrogante e imperialista. Obama se dio entonces a la ilusoria tarea de comprar amigos haciendo concesiones a los enemigos de los Estados Unidos.

Ignoró los peligros de un enemigo jurado que cuenta con unas poderosas fuerzas de ejército, fuerza aérea y marina, así como modernos sistemas de armamentos que incluyen misiles y un avanzando programa espacial. Y como si fuera poco, controla numerosas organizaciones terroristas que siembran terror y muerte en todo el Oriente Medio, incluyendo en sus víctimas a millares de norteamericanos.

Pero lo más reprochable es que Obama, como hombre inteligente, estaba al tanto de todos esos riesgos. No actuó por ignorancia sino por la arrogancia y por la vanidad de dejar un legado de gran pacificador. No hizo demanda alguna a los iraníes a cambio de sus galácticas concesiones. Su meta fue apaciguar a Irán por el término de su presidencia y dejar la solución del problema a su sucesor en el cargo. 

Igualmente despreciable fue el soborno que pagó Obama a los clérigos de Teherán para que firmaran el Tratado Nuclear con los Estados Unidos en 2015.  Les pagó la cantidad sideral de 150,000 millones de dólares, incluyendo 1,800 millones en cash. Llegó a la ignominia de pagarles 400 millones de rescate por norteamericanos presos en Irán, violando con ello la establecida política norteamericana de no negociar con terroristas.

Esa fue la pesadilla que heredó Donald Trump del sinuoso y corrupto Barack Obama. Pero quienes seguimos sus pasos, sabemos que este presidente no se deja intimidar ni mucho menos chantajear por nadie. Como en muchas de sus decisiones, hizo lo que nadie pensaba que se atrevería a hacer. Canceló el ominoso tratado e impuso de nuevo sanciones a la delincuencial República Islámica.

Los clérigos iraníes no se quedaron de brazos cruzados. Puestos contra la pared se han dado a la tarea de crear el caos y de fomentar la división entre los Estados Unidos y sus aliados europeos. Pero todo parece indicar que les ha "salido el tiro por la culata". Porque Inglaterra, Francia y Alemania analizan en estos momentos la opción de sumarse al plan de Donald Trump. Esta revisión de la política europea se debe en gran medida a que, desde el mes de mayo del año pasado, las fuerzas iraníes han atacado a seis petroleros occidentales y un "drone" de los Estados Unidos en el Estrecho de Ormuz.

Un estrecho por donde transitan 21 millones de barriles de petróleo diario, equivalente al 21 por ciento del  consumo global de petróleo. Afortunadamente y gracias a Donald Trump, los Estados Unidos son independientes en energía y no necesitan el petróleo del  Oriente Medio. Quizás por ese motivo, el presidente se ha portando como un niño bueno y ha actuado con inusitada moderación ante las provocaciones de la República Islámica.

Pero todo tiene su límite bajo el sol y el pasado 3 de enero Donald Trump decidió sacudirles el piso a los envalentonados tiranos iraníes. Por aquello de que "el que a hierro mata, a hierro muere", un "drone" norteamericano pulverizó al archi-terrorista Qassem Soleimani en el aeropuerto de Bagdad. Los clérigos de Teherán se rasgaron las vestiduras y lanzaron una docena de misiles S-300 comprados a Rusia contra bases militares iraquíes donde están destacados soldados de Estados Unidos. Ya fuera por defectos de los misiles o por designio de los clérigos ninguno de los misiles causó bajas norteamericanas. Es altamente probable que los iraníes no quieran provocar una reacción de Trump que ha trazado una línea roja de represalia con respecto a cualquier baja de ciudadanos norteamericanos.

Por otra parte, como hombre pragmático  y negociador consumado, Donald Tramp sabe que una política internacional que no esté respaldada por sanciones económicas o la amenaza de la fuerza está destinada al fracaso. De ahí que la Doctrina Trump pueda bien ser resumida en pocas palabras: Presión diplomática, sanciones económica y poderío militar. Donald Trump no busca la guerra pero no la teme cuando la misma es necesaria para defender los intereses y garantizar la seguridad de los Estados Unidos y la de sus aliados.

Y esos son precisamente los pasos que está dando en el caso del programa nuclear de un Irán que se propone desaparecer de la Tierra al estado de Israel y desatar en el Oriente Medio la tercera guerra mundial. Por ejemplo, la semana pasada el presidente anunció sanciones económicas más drásticas contra Irán y varios funcionarios de su gobierno. Según el Secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, Estados Unidos cortará miles de millones de dólares en apoyo al régimen iraní.

Un mensaje igualmente drástico ha sido enviado a aquellas instituciones, corporaciones o naciones que hagan negocios con Irán. El Secretario de Estado, Mike Pompeo, anunció que esas sanciones se aplicarían a "individuos que sean propietarios, operen, hagan negocios o proporcionen asistencia a sectores de la economía iraní, incluyendo construcción, manufactura, textiles o minería". Para despejar cualquier duda, el Presidente Trump advirtió que aquellos que hagan negocios con Irán no podrán hacer negocios con los Estados Unidos.

Sin embargo, en su discurso a la nación, Trump se expresó en tono conciliador afirmando: "Advertimos al régimen de Teherán que queremos que se integren a la comunidad de naciones, que coexistan en paz con el resto del mundo, si no lo hacen tendrán graves consecuencias..Dios bendiga a América" .Los clérigos iraníes saben ahora a qué atenerse. Con Obama podían violar una inexistente línea roja. Con Donald Trump hay una línea roja trazada con sangre iraní donde la opción clara es la paz o la guerra. Una guerra que van a perder.