Por Alfredo M. Cepero

Director de www.lanuevanacion.com

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Con ello la élite de la izquierda es más débil y el americano de a pie es más poderoso.

Hasta hace un par de meses Joe Biden tenía que cuidarse de sus enemigos republicanos. Ahora tiene que cuidarse de sus enemigos demócratas y de los medios de desinformación que—unidos  a esos demócratas—promueven  la agenda descabellada de la izquierda fanática. Ambos lo utilizaron para salirse del comunista confeso Bernie Sanders y para encabezar la trampa electoral con la cual sacaron a Donald Trump de la Casa Blanca. Ahora que Biden les está haciendo daño, los demócratas han decidido enviarlo al pasto donde pasan sus últimos días los caballos viejos.

El Partido Demócrata y sus medios aliados han decidido deshacerse de Joe Biden. Para ello no se ha producido una orden oficial. Aquí no hay nada personal porque todo es cuestión de negocios. Lo que estamos presenciando, como de costumbre, es la mentalidad de la colmena, de la jauría o de la mafia. Cuando el zángano impregna a la reina es asesinado. Cuando el perro viejo se queda atrás los perros jóvenes lo matan. Cuando un enemigo le hacía sombra Vito Corleone lo mandaba a matar. La conclusión: Los demócratas son caníbales y Biden ha pasado a ser un “llanero solitario”.

Hace menos de tres años, los demócratas consideraban a Biden demasiado decrépito, demasiado corrupto y demasiado incapacitado para ser presidente. El mismo Obama se lo dijo personalmente a Biden. Es más, esa no era la opinión de la derecha que siempre se mantuvo a distancia de las primarias demócratas. Era lo que precisamente estaban diciendo los demócratas más furibundos. Pero de todas maneras lo postularon a la presidencia diciendo que era el “médico” que sanaría todas las heridas de una nación dividida.

Pero, en buen cubano, “se cogieron el dedo con la puerta”. Biden ha resultado ser un fracaso de proporciones galácticas. Es un hombre que nunca ha tenido un pensamiento original y que antes de terminar este 2022 cumplirá 80 años de edad. Los propios titiriteros que lo controlan lo consideran un desastre. Las mismas encuestas ratifican esta opinión. Joe Biden es, en este momento, la persona más impopular en cualquier cuarto en que se encuentre y lo demuestran los hechos.  

A pesar de toda mi antipatía hacia este sujeto, no pude evitar un profundo sentimiento de compasión cuando hace unos días el Rey Obama visitó la Casa Blanca e ignoró a un Joe Biden que deambulaba sin rumbo entre los invitados. Ni siquiera cuando Biden le puso la mano sobre sus hombros Obama se dignó prestarle atención.

Por otra parte, las cosas han llegado a tal nivel de deterioro que ni los demócratas ni su prensa complaciente son capaces de negar la realidad. La inflación es real y ha hecho más pobres a los americanos, no es transitoria como ha dicho Biden. El desorden y la criminalidad se han apoderado de las ciudades. Las fronteras de este país son inexistentes. El presidente suplica de rodillas ante nuestros enemigos que nos vendan petróleo. Y ningún país, por pobre que sea, respeta ya a la otrora primera potencia del mundo.

Para complicar las cosas a los demócratas, a Elon (León) Musk—el hombre más rico del mundo—se le ocurrió comprar a Tweeter.  Con ello la élite de la izquierda es más débil y el americano de a pie es más poderoso. Eso quiere decir que—de ahora en adelante—Tweeter será una empresa privada controlada por Musk. Se le acabaron los privilegios a la izquierda. Quiere decir que—de ahora en adelante—la derecha podrá difundir sus mensajes igual que la izquierda.

Pero, al mismo tiempo, mucha gente poderosa no está contenta con la compra de Tweeter por Musk. Les molestó mucho que Musk haya decidido poner fin a las restricciones de Tweeter. La Unión de Libertades Civiles (ACLU) advirtió esta era demasiada libertad de expresión y La Asociación Nacional  para el Progreso de la Gente de Color (NAACP) estuvo de acuerdo. El diario The Washington Post concurrió con esta opinión. “Es aterrador”—explico el periódico personal de Jeff Bezos—“que los billonarios empiecen a comprar medios de información”. Se le olvidó al editorialista que el dueño del Post es el billonario Jeff Bezos. Y todos coincidieron en la gastada acusación de que Elon Musk es un racista.

Lo que con asombro estoy presenciando en este momento es una multitud de gente respetable que, con absoluto desenfado, afirma que Tweeter—una de las principales vías de superar diferencias políticas—debe de permanecer censurado. Ellos nos están diciendo—de nuevo sin inmutarse—que no puede haber democracia cuando se permite que todo el  mundo exprese su opinión. Una afirmación que debe de preocuparnos a todos los queremos regímenes democráticos para nuestros países.

Por otra parte, confieso que yo he sido injusto en mi análisis hasta este momento. Los demócratas no son los únicos que utilizan la censura como parte de su estrategia política. Algunos republicanos hacen lo mismo. Uno de ellos es el presidente de la minoría republicana y representante por el estado de California Kevin McCarthy. En una conversación con su amiga y colega Liz Cheney, Kevin se quejaba de que los medios sociales no censuraban a bastantes republicanos en el Congreso. Y lo peor para McCarthy es que, parafraseando a los locutores de televisión, “todo quedó grabado para la historia.” ¡Esto es un escándalo de grandes proporciones! Kevin—el perrito faldero que adula a Donald Trump—se comporta como un demócrata recalcitrante cuando piensa que no lo están escuchando.

Para no quedarse atrás, la Administración Biden ha decidido sumarse a esta ofensiva con todo el peso del Gobierno Federal. Se propone nada menos que destruir a Elon Mosk porque éste se ha atrevido a hacer uso de su libertad. El mismo día en que Musk anunció su intención de comprar a Tweeter el gobierno inició una investigación sobre Tezla, su compañía de carros eléctricos que lo hizo multibillonario y cuyas ganancias le permitieron comprar a Tweeter.

El malestar consiste en que ni la izquierda ni el gobierno quieren que todos los ciudadanos puedan expresar sus opiniones. Lo que no quieren es que la diversidad se convierta en realidad, la misma cosa que ellos dicen defender. Hasta ahora no ha habido diversidad en Tweeter. De hecho, el 99 por ciento de las donaciones políticas de los empleados de Tweeter han sido hechas al Partido Demócrata. ¿Cuánto es eso? Para ponerlo en perspectiva, el dictador norcoreano Kim Jong Un obtuvo un porcentaje menor de votos en una de las plantas siderúrgicas de su país durante una de sus muchas elecciones fraudulentas.   

¿Así que el 99 por ciento de algo es una mala señal? Éste es un nivel aterrante de sumisión. Sugiere nada menos que un cerebro muerto. Pero cerebros muertos es lo que la izquierda está exigiendo y eso no se lo podemos permitir. Como dijo Elon Musk hace unos días: “La reacción desproporcionada de aquellos que temen la libertad de expresión nos lo dice todo.” Es además una amenaza a la cultura del diálogo y de la paz. Porque, como he dicho  en otras ocasiones, “cuando las palabras callan, las balas hablan”.

5-13-22

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