Por Alfredo M. Cepero

Director de La Nueva Nación

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Netanyahu sabe que no puede haber paz con gentes que niegan hasta la existencia de los judíos.

En la selva donde habitaba el “Tarzán de los Monos” creado por Edgar Rice Burroughs no había animales más diferentes que el tigre y el zorro. En la convulsionada selva política de nuestros días no hay personajes más diferentes que el aguerrido Primer Ministro de Israel, Benjamín Netanyahu,  y el taimado presidente de los Estados Unidos Joseph Biden. El primero lucha con dientes y garras por la supervivencia de una estirpe que ha sido perseguida, rechazada y aniquilada desde tiempos inmemoriales. El segundo se ha valido de sus mentiras, sus argucias y sus trampas para llenar sus arcas con el dinero sucio del chantaje y hasta de la traición a la patria.

Ambos personajes se encuentran ahora en una trayectoria  de colisión con motivo de la guerra iniciada hace un par de meses por los terroristas de Hamas contra el estado de Israel. Netanyahu sabe que no puede haber paz con gentes que niegan hasta la existencia de los judíos. Los palestinos no quieren la paz porque son gentes que aprenden a odiar desde que salen del vientre materno. El único camino hacia la paz no es otro que el triunfo en una guerra que nadie podrá querer pero que es inevitable. De ahí la estrategia de “tierra calcinada” de Netanyahu contra los terroristas de Hamás.

El hecho incontrovertible es que esta guerra ha creado problemas tanto para Netanyahu como para Biden. Para el primero la seguridad y la prosperidad de su pueblo y para el segundo su supervivencia política. Netanyahu confronta un renacimiento del antisemitismo desde Australia hasta los Estados Unidos. Esto tendrá repercusiones tanto políticas como económicas. Mientras que Biden sufre tal deterioro de su famélica popularidad que podría perder hasta la postulación por su partido en las elecciones de 2024. Porque si Biden ratifica su apoyo a Israel pierde el voto de las izquierdas americanas. Si le negara su apoyo perdería cantidades siderales de contribuciones políticas. Por eso anda por estos días bailando una “cuerda  floja”.

Por su parte, el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, al final de uno de sus varios viajes por la región, declaró: “Hamás empezó a disparar proyectiles antes de que expirara la pausa, efectuó ataques contra Jerusalén el jueves y no cumplió su compromiso con respecto a los rehenes”. Y concluyó afirmando que Hamás no había satisfecho sus obligaciones. 

Después  de una pausa de siete días promovida por Biden y la mano oculta de Barak Obama la guerra ha empezado de nuevo. Esta reanudación amenaza con aumentar el sufrimiento de los 2 millones de palestinos que viven en Gaza. Incapaces de escapar por el norte de Gaza hacia Egipto, los palestinos no tienen otra alternativa que desplazarse dentro de los 220 kilómetros cuadrados del territorio de Gaza, tal como la gente juega a las célebres “sillas musicales”.

La reanudación de las hostilidades también aumenta la preocupación por los 140 rehenes que todavía se encuentran en manos de los terroristas de Hamás. Los soldados israelíes declararon el viernes haber encontrado los cadáveres de otros cuatro rehenes. Esto nos lleva a un total de siete muertos encontrados en estas condiciones.

Por su parte, el Ministro de Salud de la Franja de Gaza anunció hace varios días que desde el pasado 7 de octubre—fecha en que empezó esta guerra—han muerto un total 15,200 palestinos. En tono más sombrío, el Ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, declaró: “Los resultados son impresionantes. Hamas únicamente respeta la fuerza y lo seguirá haciendo hasta que nosotros logremos las metas de esta guerra.”

Al mismo tiempo, Israel acusó a Hamás de negarse liberar a todas las mujeres secuestradas. Un funcionario palestino dijo a la prensa que las conversaciones se interrumpieron a causa de las mujeres soldados israelíes. Por su parte, Qatar—que ha desempeñado un papel de importancia en los esfuerzos de mediación—declaró que las negociaciones seguían su curso con israelíes y palestinos manteniendo el alto al fuego, pero que el  bombardeo de Gaza por Israel había complicado el proceso.

En conclusión, el amor a su religión, a su etnia y a su patria judía son las motivaciones de los israelitas para mantener su lucha. Son también la razón por la cual los izquierdistas occidentales no entienden al estado de Israel y lo califican de agresor. No entienden tampoco que los judíos garantizan su supervivencia negándose a ser víctimas. Según las palabras inmortales de la “dama de hierro” judía, Golda  Meir: “Si tenemos  que escoger entre la muerte y la compasión y seguir vivos con una mala imagen, optamos por seguir vivos con una mala imagen.” De ahí en adelante sobran las palabras.