Por Alfredo M. Cepero

Director de La Nueva Nación

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Ellos se han robado la isla. Nosotros somos los guardianes de la patria.

Después de nuestro prolongado peregrinaje de 65 años algunos quizás podrían sentir que los cubanos hemos perdido la patria. Pero yo no estoy de acuerdo. Porque la patria la llevamos adentro en cualquier lugar en que estemos. Hay tantas patrias como patriotas. Y patriotas somos muchos. Dondequiera que haya un cubano que recuerde o sirva a Cuba ahí está la patria vibrante y presente.

Es por eso que nuestra patria está en los rincones más remotos del planeta. Hay cubanos haciendo chistes y haciendo ruido en los cuatro puntos cardinales. Así somos nosotros, estridentes—y a veces arrogantes e insoportables—pero siempre optimistas y llenos de vida. En nuestro diccionario nacional no existen las palabras tristeza o fracaso.

La prueba irrefutable está en la prosperidad de las colonias cubanas en el mundo. Al punto de que algunos han llegado a llamarnos “los judíos latinoamericanos.” Admiro a los judíos pero no aspiro a otra cosa que a ser cubano.

En tal sentido, aunque la mayor concentración de lectores se encuentra en los Estados Unidos, mi revista de “La Nueva Nación” la leen en Australia, en África, en Europa, en el Medio Oriente y en América Latina. Esa revista es para mí un pedazo tangible y representativo de mi patria personal.

Para José Martí “Patria es algo más que opresión, algo más que pedazos de terreno sin libertad y sin vida, algo más que derecho de posesión a la fuerza. Patria es comunidad de intereses, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas”. De hecho, hay una brillante revista cibernética titulada “Patria de Martí”.

Al mismo tiempo, nadie—ni siquiera los tiranos que han hecho de Cuba in infierno de 65 años—han podido ni podrán poner límite a nuestro amor por Cuba y a nuestro trabajo para que un día regrese al paraíso de la libertad. Ellos se han robado la isla. Nosotros somos los guardianes de la patria.

Porque la patria cubana es de todos, los de adentro y los de afuera. Esa patria está en la música que escuchamos, los alimentos que ingerimos y hasta los atuendos con que nos vestimos. Y más importante todavía, en la herencia que trasmitimos a los hijos, los nietos y hasta los bisnietos que forman parte de nuestras familias.

Aunque habrá quienes me acusen de “optimista incurable” yo siento en mis huesos que el tiempo de la libertad se acerca. Tañerán las campanas anunciando la noticia largamente esperada y nos encontraremos todos en la encrucijada de la patria cubana.

Entonces no habrá cubanos de adentro y de afuera. No habrá parias divagando entre gente indiferente a nuestra tragedia. Habrá solamente cubanos dedicados a la tarea de restaurar el esplendor centenario de la tierra que Cristóbal Colón describió como “la tierra más hermosa que ojos humanos vieron”.

Esa es mi patria, con la que he viajado el mundo sin poder desprenderme de su encanto. Otros tendrán la suya  y tienen todo su derecho. A lo  que no tenemos derecho es a ser apátridas. Esa condición no forma parte del universo cubano de la libertad.