Por Alfredo M. Cepero

Director de www.lanuevanacion.com

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Pero si los pensamientos corrompen el lenguaje, el lenguaje corrompe los pensamientos.

Nos encontramos en tiempos de tormenta donde el odio es el denominador común en el discurso de los activistas—sobre todo los políticos—que se proponen determinar nuestros destinos nacionales. Recordando al elocuente orador romano Cicerón, digo: “Antes de discutir, definir”. A propósito, ¿En qué  consiste este lenguaje del odio?  Es cualquier tipo de comunicación hablada, escrita, o de conducta que ataca o usa un lenguaje peyorativo o discriminatorio con referencia a una persona o grupo sobre la base de su identidad. En otras palabras, lenguaje determinado por la religión, etnicidad, raza, color descendencia, género u otro tipo de factor de la persona atacada.

En 1946, George Orwell puso el dedo en la llaga cuando dijo: “Pero si los pensamientos corrompen el lenguaje, el lenguaje corrompe los pensamientos.” Estas palabras transmiten una verdad fundamental sobre la relación entre lo que hablamos, la percepción que sostenemos y las imágenes que evocamos a través de nuestras opciones lingüísticas. De hecho, se entiende que muchas palabras y frases tienen por objeto herir o provocar a nuestros interlocutores. Son dichas con intenciones malignas.

Dos ejemplos notorios de este tipo de conducta y lenguaje destructivos han sido los del gobernador de Alabama, George Wallace y del mentor de Barack Obama, en la Trinity United Church of Christ de Chicago, el Reverendo Jeremiah Wright. El 14 de enero de 1963, con motivo de su toma de posesión como gobernador de Alabama, Wallace pronunció una frase que lo definió por el resto de sus días.  Entonces dijo: “Segregación hoy, segregación mañana y segregación siempre.” Una de las frases más detestables contra la igualdad racial en la historia de los Estados Unidos.

Por su parte, el Reverendo Jeremiah Wright, pastor de la Trinity United Church of Christ de Chicago, compite en vitriolo con el difunto gobernador de Alabama. El ataque a las Torres Gemelas del Centro Mundial de Comercio de Nueva York unió al pueblo de los Estados Unidos en un dolor multitudinario. Pero no al mezquino Jeremiah Wright. Con motivo de ese ataque el reverendo se regocijó diciendo: “Dios bendiga a América. NO,NO,NO ..Dios maldiga a América….Eso está en la Biblia… Por haber matado a tanta gente inocente.”

A nivel internacional, en julio de 1993, una radio de Ruanda comenzó a atacar en forma abierta a uno de los principales grupos étnicos del país, los Tutsis. Ellos eran los culpables de todos los problemas nacionales. Los Tutsis ni le concedieron importancia y ni siquiera se dieron por enterados. Pero ahí estuvo su error. El odio es como una herida putrefacta que, cuando se ignora, la infección se extiende por todo el cuerpo. Nueve meses más tarde, en julio de 1994, comenzó un genocidio de los Tutsis de proporciones galácticas. Más de medio millón de Tutsis fueron asesinados, en muchos casos por los Hutus que fueron enardecidos por las transmisiones de radio.

En tiempos recientes, son tantos los instigadores del odio en los Estados Unidos que sería imposible mencionarlos a todos. Me limito a mencionar a quienes más daños están haciendo al país, los miembros de la prensa americana que hace causa común con los demócratas. Ellos fueron quienes determinaron el resultado de las elecciones presidenciales de 2020. Esconder los delitos y corrupción de la mafia de los Biden fue inclinar la balanza en las elecciones más fraudulentas de la historia política americana. La trampa se hizo no sólo en las boletas, se hizo en la propaganda.

Ese evangelio del odio es diseminado por medios periodísticos como CNN, MSNBC, ABC, CBS, The New York Times y The Washington Post. Una de esas personalidades es la racista afroamericana Joy Reed, que ha diseminado su veneno por décadas. Ahora ha sido acompañada por la también racista y también afroamericana Tiffany Cross, que encabeza el programa "The Cross Connection." Para aclarar más las cosas, una joyita de las muchas de Tiffany Cross: “Lo que no vimos fue muchas voces dispuestas a señalar la llaga profunda que ha plagado a esta nación desde su nacimiento. Gente que ni descubrieron ni construyeron esta tierra y a quienes se les ha dicho que América pertenece exclusivamente a ellos.”

En uno de sus elocuentes sarcasmos, Tucker Carlson, de Fox News, le contestó a la Cross: “¿Hay algo peor que los blancos? Son violentos. Son crueles. Carecen de compasión. Son perversos. Son misteriosos. Son deshonestos. De hecho, según Tiffany Cross, son un peligro mortal para usted y sus seres queridos." La realidad es que ningún otro grupo en América, con excepción de los blancos, permitiría que se les tratara como lo ha hecho Tiffany Cross.

Por mi parte digo que los americanos blancos se merecen ser tratados de esa forma. Son unos cobardes y unos hipócritas tal como dijo en una ocasión el filósofo español José Ortega y Gasset. Todavía siguen cargando con la culpa de la esclavitud seis generaciones después de que Lincoln les diera la libertad a los esclavos en enero de 1863. Ninguno de los americanos blancos de hoy es dueño de esclavos ni ha maltratado a los americanos de piel negra. Si algo han hecho los americanos blancos es consentir hasta la malcriadez a los americanos negros. Se ha cumplido la casi infalible “ley del péndulo.”

En ese sentido, yo diría que se ha ido demasiado lejos. Los americanos blancos tienen que ser muy cuidadoso sobre la forma en que se refieren a los afroamericanos. Basta el más mínimo vestigio de superioridad del blanco sobre el negro para que el blanco sea acusado de “discriminación”, la etiqueta capaz de paralizar al más integracionista de los americanos.

De pronto, los que no quieren igualdad sino control se han adueñado del micrófono y de las computadoras. Hay racistas blancos y racistas negros que usan las palabras para dividirnos. Esta gente no necesita ametralladoras porque las palabras son más mortíferas que las balas. Nosotros tampoco las necesitamos. Nos basta con las armas morales de Martin Luther King para construir un país donde seamos juzgados no por el color de nuestra piel sino por el contenido de nuestro carácter.

11-1-2022