Alfredo M. Cepero

Director de La Nueva Nacion

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No hay otro partido que el de Cuba ni otra meta que su libertad. 

Una de las grandes ironías de las relaciones entre Washington y La Habana es que ha sido el odiado “imperialismo yankee” la tabla de salvación de la tiranía castrista. En este proceso ha habido un número mayoritario de beneficiados y un número minoritario de perjudicados. Los principales beneficiados han sido los tiranos cubanos que han utilizado los éxodos como fórmula para mantenerse en el poder. En segundo lugar estamos los cubanos de cualquiera de los éxodos que no sólo hemos respirado el aire de la libertad sino hemos desarrollado nuestros potenciales en una economía capitalista donde cada cual progresa de acuerdo a su capacidad para crear riqueza. En tercer lugar están los Estados Unidos que han adquirido inmigrantes con habilidades profesionales y obreros con ética de trabajo que hemos contribuido a la grandeza de esta nación excepcional. Pero la cara trágica y perjudicada de este proceso ha sido la de los patriotas que sufren y han sufrido encarcelamiento; así como han muerto y siguen muriendo en la lucha por la libertad de Cuba.

Dentro de este contexto los Estados Unidos no se cansan de equivocarse. Están dispuestos a seguir siendo la tabla de salvación de la tiranía castrista. No puedo decir si se equivocan por locos o por sinvergüenzas, pero creo que ha habido de ambas categorías porque hay una gran distancia entre la credulidad de Jimmy Carter y la maldad de Barack Obama. Albert Einstein definía a los locos con la frase: “Locura es repetir los mismos errores y esperar un resultado diferente.” Paco Prío, hermano menor del presidente cubano, los definía a la cubana: “Dale a ese que se hace el loco un martillo para que se triture los testículos. Si no lo hace no está loco.” Ahora bien, locos o cuerdos, el hecho es que todas estas válvulas de escape de la tiranía castrista se han producido bajo presidentes demócratas en los Estados Unidos.

Hagamos un recorrido. El primero y más despreciable fue John F. Kennedy. Este hijo de Papá tuvo en sus manos terminar con la tiranía castrista y evitar el daño que la misma hizo a los cubanos y a otros países del mundo, incluyendo a los Estados Unidos. Kennedy no lo hizo porque le compraron una presidencia que le quedaba grande. La consecuencia fue que el 28 de septiembre de 1965 Fidel Castro se subió, según su costumbre, a la tribuna en la Plaza Cívica (hoy Plaza de la Revolución) y comenzó uno de sus largas peroratas. Los asistentes se quedaron atónitos cuando el “diablo encarnado” dijo que todos los que tuviesen familiares en el extranjero podían libremente irse, si esos familiares venían a buscarlos por mar, para lo que ponía a su disposición el puerto de Camarioca. Lyndon Johnson estaba en la Casa Blanca y no movió un dedo para evitar la flagrante violación de la soberanía americana.

El 1 de abril de 1980 un ómnibus repleto de cubanos reventó el cerco de la embajada peruana en La Habana buscando asilo para salir de la Isla. La embajada se negó a expulsarlos de la sede diplomática y el 4 de abril el Gobierno de Fidel Castro decidió retirar la protección militar del local. En la misma se hacinaron 10,000 cubanos en busca de refugio en los Estados Unidos. El 20 de abril de ese año, Fidel Castro dijo que todos los cubanos que quisieran podrían hacerlo a través del Puerto de El Mariel. Los primeros de los 125,000 cubanos del Puente del Mariel llegaron a la Florida el día siguiente. Jimmy Carter estaba en la Casa Blanca y trató de apaciguar a la tiranía abriendo una “Sección de Intereses” en La Habana. Pero, como todos los apaciguamientos, terminó en desastre.

Unos 14 años más tarde, la grave situación económica en la isla luego del colapso de la Unión Soviética provocó otro éxodo, conocido como la Crisis de los Balseros, en la que unos 35.000 migrantes de los que se lanzaron al mar lograron tocar tierra en suelo estadounidense. La Crisis de los Balseros incluyó una serie de acontecimientos producidos en Cuba durante varios meses de 1994, como la rebelión del Maleconazo, el hundimiento del Remolcador 13 de marzo, y otros. Bill Clinton estaba en la Casa Blanca y le dio una victoria propagandística al tirano devolviéndole al niño Elián González.

Pero, la tapa al pomo, se la puso el comunista solapado Barack Hussein Obama. Cuando ya no podía volver a postularse se quitó la careta y se fue a La Habana a reunirse con Raúl Castro. El 20 de marzo de 2019, Obama se convirtió en el primer presidente norteamericano en 88 años en visitar la Isla de Cuba. El 20 de julio de 2015 ambos países abrieron embajadas en sus capitales respectivas y Obama sacó a Cuba Comunista de los países promotores del terrorismo.

Ahora bien, en 2022 se rompieron todas las represas. La cantidad de migrantes cubanos en 2022 supera al éxodo de Mariel y la crisis de balseros combinados. Aprovechando la política de fronteras abiertas de Joe Biden los cubanos se lanzaron al mar y desafiaron los peligros de los cruces por tierra en la frontera sur para llegar a los EE.UU. en cantidades galácticas.

Según el más reciente informe de la Agencia de Aduanas y Protección Fronteriza, solamente en el mes de julio de 2022, llegaron 20.496 cubanos a EEUU por fronteras terrestres o marítimas. La misma agencia informa que desde septiembre de 2021 hasta final del año 2022 llegaron 177.848 migrantes y solicitantes de asilo procedentes de la isla caribeña. Según fuentes dignas de entero crédito la cifra de cubanos residentes en los Estados Unidos en el mes de junio de 2020 era de 1 millón 900 mil, el 67 por ciento de los cuales viven en el estado de La Florida. Estos cubanos representan alrededor del 3 por ciento de una población inmigrante de 45 millones.

Joe Biden, por otra parte, se propone continuar con esta política de ser  la tabla de salvación de la tiranía y se haya en el proceso de llevar a cabo nuevas conversaciones. Bajo el pretexto de “analizar tópicos de interés bilateral sobre cuestiones de derecho internacional y de aumentar la aplicación de ese derecho” el objetivo no declarado es darle oxígeno a la tiranía castrista. Por detrás se encuentra la mano siniestra de Barack Obama y la camarilla de comunistas que forman parte del personal de la Casa Blanca de Biden. No hay espacio para el engaño. Quienes no sepan que a Joe Biden lo manda Jill, lo manda Hunter y lo manda Obama está viviendo en otra galaxia.

Hago un paréntesis para pedir a los lectores que me disculpen por el bombardeo de estadísticas al que los he sometido en este artículo. Pero yo las he considerado necesarias para dejar testimonio de la prolongada pandemia política del pueblo de Cuba.

En lo que a mí respecta, normalizar las relaciones en este momento con el régimen de La Habana es tirarle otra tabla de salvación a una tiranía en “estado de coma”. Lo indicado es aprovechar la oportunidad de su crisis económica para extraerle concesiones en el área de los derechos humanos. Además, este es el momento menos indicado para compartir la cama con un régimen estalinista que bien podría caer bajo el peso de sus iniquidades en cualquier momento.

En términos generales, los cubanos en Estados Unidos tenemos ahora, como hemos tenido siempre, la oportunidad de comportarnos como miembros de un partido—ya sea demócrata o republicano—o comportarnos como cubanos amantes de la libertad de la patria. Quienes sigamos siendo fieles a la libertad de Cuba no podemos ser fieles a ningún partido. No hay otro partido que el de Cuba ni otra meta que su libertad.  

Como hago con frecuencia, cierro con frases de José Martí en un discurso pronunciado en el Masonic Temple de Nueva York, el 10 de octubre de 1887. En aquel momento, nuestro Apóstol dijo: “¿Ver a un pueblo entero, a nuestro pueblo en quien el juicio llega hoy a donde llegó ayer el valor, deshonrarse con la cobardía o el disimulo? Puñal es poco para decir lo que eso duele. Ir, a tanta vergüenza! Otros pueden: ¡Nosotros no podemos!” Yo nunca he vuelto ni volveré jamás mientras que para pisar tierra cubana tenga que pedirles permiso a los asesinos de su libertad.

1-24-23