En conclusión, mientras más feo vean a Donald Trump sus críticos extranjeros, más bello han de encontrarlo los patriotas norteamericanos que lo mantendrán en la Casa Blanca en las próximas elecciones

En 1958, siendo yo todavía estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, llegó a mis manos un libro que alcanzó popularidad a nivel internacional. Su título, "El Americano Feo", sus autores Willaim J. Lederer y Eugene Burdick y su tema una crítica acerba a la política exterior de los Estados Unidos en el sudeste de Asia. Los globalistas eunucos del Departamento de Estado lo acogieron como un capítulo casi bíblico de su tradicional política de entreguismo. Según Lederer y Burdick, con su política arrogante, incompetente y corrupta, los Estados Unidos estaban condenados a antagonizar a sus amigos y perder su predominio como potencia mundial.

Por fortuna, tanto Lederer y Burdick como los burócratas del Departamento de Estado se equivocaron de medio a medio. En los años siguientes, en vez de perder poder, los Estados Unidos aumentaron su poderío y su prestigio como primera potencia mundial. De hecho, no fueron las ratas globalistas del Departamento de Estado sino la política de "Peace through strength" del Presidente Ronald Reagan la que mandó al basurero de la historia al infame Imperio Soviético.

Y lo más asombroso es que lo hizo sin disparar una sola bala. Porque esta política de "Peace through strength" es una frase que sugiere que el poderío militar es la mejor garantía de preservar la paz. Es una política puesta en práctica por líderes militares y políticos desde los tiempos del Emperador Romano Adriano en el siglo primero d.C. Ronald Reagan ganó la guerra fría demostrándole a Mijaíl Gorbachov​ que los Estados Unidos estaban dispuestos a invertir los recursos económicos que fueran necesarios para derrotar a la Unión Soviética. Sustituyó las armas con dólares y con la superioridad económica de los Estados Unidos. Gorbachov se dio por vencido y hoy tenemos un mundo más libre y más seguro.

Uno de los arquitectos de la política pragmática de Reagan fue su Embajadora ante las Naciones Unidas, Jeane Kirkpatrick. En un discurso pronunciado por la Kirkpatrick ante la Convención Republicana de 1984, la embajadora dijo: "Cuando nuestros infantes de marina fueron masacrados en El Líbano 'la multitud que siempre condena a los Estados Unidos' no culpó a los terroristas sino a los Estados Unidos". Con ello, puso al desnudo esa izquierda masoquista americana que pretende congraciarse con los enemigos de Estados Unidos y no soporta el nacionalismo de la derecha.

Peor aún, esa izquierda doméstica hace causa común con los supuestos aliados foráneos de los Estados Unidos. A pesar de ser beneficiarios de las larguezas de Washington, los líderes de esos países odian y recienten la superioridad militar y económica de los Estados Unidos. La prueba más reciente la tenemos en la reciente Reunión Cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte en Londres. Un video tomado en el Palacio de Buckingham muestra al presidente francés Emmanuel Macron y al Primer Ministro canadiense Justin Trudeau burlándose de los gestos y las expresiones de Donald Trump.

Abundando en el tema, no tenemos que ir muy lejos para encontrar los motivos de esa antipatía hacia Donald Trump. Sólo tenemos que seguir el dinero. El presidente norteamericano les ha dicho que tienen que empezar a pagar la proporción que les corresponde por la defensa de sus territorios. Solamente 7 de los 28 países que integran la OTAN pagan el 2 por ciento de su Producto Interno Bruto como estipula la carta de la organización. En 2017, los Estados Unidos contribuyeron con 685,000 millones de dólares a la defensa de Europa, frente a 55,000 millones de Gran Bretaña, 45,000 millones de Alemania y 22,000 millones de Canadá.

Trump les ha dicho que se les acabó el relajo y que los Estados Unidos no están dispuestos a seguir pagando el 70 por ciento de los gastos de la OTAN. Estos ingratos aprovechados se olvidan que, sin la participación de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, muchos de ellos estarían hablando alemán. En una oportunidad se los recordó el General Colin Powell. En el curso de una conferencia en Inglaterra el Arzobispo de Canterbury le preguntó a Powell si el Presidente George W. Bush se proponía construir un Imperio Norteamericano en Iraq.

La respuesta de Powell fue demoledora. Sin perder la compostura, Powell le dijo: "A través de muchos años los Estados Unidos han enviado a muchos de nuestros mejores hombres y mujeres a confrontar el peligro en la lucha por la libertad más allá de nuestras fronteras. La única cantidad de terreno que hemos pedido a cambio es el espacio necesario para enterrar nuestros muertos". Un silencio total se apoderó del salón, al punto que podía haber sido escuchada la caída de un alfiler.

Por otra parte, el centro de gravedad del pensamiento político europeo se encuentra en general a la izquierda del pensamiento político de los Estados Unidos. Mucho más del pensamiento de un conservador como Donald Trump. Pero hasta los políticos conservadores del Viejo Continente se sienten más cómodos tratando con los demócratas que con los republicanos. Los demócratas tratan de comprar lealtades que nunca consiguen y los republicanos les pasan la cuenta. Para esos "chulos" de las larguezas de los Estados Unidos, Donald Trump es el americano feo.

En marcado contraste, los norteamericanos que sudan la camisa y pagan los impuestos, están cansados de ser explotados para proteger a ingratos que resiente su prosperidad. Querían un cambio drástico y eligieron a Donald Trump en 2016. En gran medida, Trump está siguiendo una política internacional muy parecida a la de Ronald Reagan. A pesar de su tendencia a no comprometerse en guerras prolongadas, ha reconstruido unas instituciones militares diezmadas por la cobardía suicida de Barack Obama. Es un firme creyente de la política de "Peace through strength". Y como tal se está comportando.

Al mismo tiempo, para muchos partidarios de Donald Trump, las burlas de estos hipócritas son una prueba concluyente de que el presidente está haciendo lo correcto. Laura Ingraham, de Fox News, dijo que estas burlas eran una "una gran noticia" para Trump y que todos los presidentes republicanos, empezando por Ronald Reagan, habían sido objeto de burlas por sus homólogos extranjeros. En conclusión, mientras más feo vean a Donald Trump sus críticos extranjeros, más bello han de encontrarlo los patriotas norteamericanos que lo mantendrán en la Casa Blanca en las próximas elecciones.