Dr. Oscar Elías Biscet
Presidente de la Fundación Lawton de Derechos Humanos
Presidente del Proyecto Emilia
Medalla Presidencial de la Libertad
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Salman, un eminente y prolífico escritor estadounidense británico de origen hindú, habituado a sus tertulias académicas.
Un fanático es peligroso y sobre todo aquel, quien como un rayo de tenebrosa pesadumbre uso el puñal de su propia marca, la intransigencia y penetró ininterrumpidamente en el cuerpo del ilustre intelectual. Aunque era un inequívoco aniquilador puñal, no logró apagar su existencia y los médicos en su actuación profesional retuvieron su vida que suele parecer un certero milagro. Los doctores dijeron contentos a los familiares, está vivo Salman Rushdie.
Salman, un eminente y prolífico escritor estadounidense británico de origen hindú, habituado a sus tertulias académicas. Su asesino se arropó como un discípulo intelectual y lo esperó para la conferencia literaria en el Instituto Chautuaqua, ubicado en el condado de Chautuaqua, estado de Nueva York, y lo atacó súbitamente, convertido en una bestia humanoide depredadora, hambrienta de odio y sangre. El novelista cae inconsciente por las heridas mortales, el viernes 12 de agosto de 2022.
La mejoría de su salud es un indicador favorable para Rushdie, aún se encuentra en el hospital. Fue otra víctima de las conspiraciones y del crimen de odio, que nos recuerda a los asesinatos frustrados del presidente estadounidense Ronald Reagan, 1981, y el Papa Juan Pablo II, 1981. Lejos de estas trágicas realidades están las historietas revolucionarias de los más 600 atentados que ninguno tocó la piel del tirano Fidel Castro.
El victimario de Salman es el ejecutor del crimen; pero su verdadero actor intelectual, quien dictó la sentencia de muerte del escritor hindú, fue el ayatolá Ruhollah Jomeiní, líder supremo iraní y de todos los musulmanes chiitas, quien ordenó a sus seguidores la aniquilación de Rushdie por un edicto religioso, fatua, y una recompensa de 3 millones de dólares en 1989.
El cumplimiento de la orden de ejecución del ayatolá Jomeiní sobre Salman Rushdie transgredió un presento básico ya consolidado en el mundo, al menos en varios pactos internacionales, la libertad de expresión. Esta forma parte de la libertad de pensamiento y en específico de la libertad de prensa, académica, creación artística y la libertad religiosa, que define una sociedad libre.
El victimario y actor intelectual, Jomeiní, cometió un crimen en la esfera internacional y se convirtió en un paria, quien echa a la basura los Pactos Internacionales Civiles y Políticos, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Carta de las Naciones Unidas. Como si su fatua tuviera autoridad sobre países soberanos, quebrantando la Carta de Derechos de América, 1787, e inglesa de 1683. Hasta el muy antiguo tratado de reconocimiento por primera vez de la libertad religiosa y la soberanía nacional del Estado nación, la Paz de Westfalia.
Si bien, aquellos tratados internacionales fueron infringidos por el líder religioso iraní, también en algunos países libres y democráticos, sus gobiernos, por las masivas manifestaciones de violencia y muerte, y por el temor a las represalias de la fanaticada musulmana suspendieron la edición y publicación del libro de Rushdie, Los versos satánicos (1988).
Los versos satánicos es el libro más vendido y célebre del autor, aunque se convirtió en un reto y más en aquellos años de 1988 y 1989, donde la situación era muy peligrosa para la vida de cualquier simpatizante o editor, por lo cual debemos destacar el valor heroico de Rupert Murdoch, quien ofreció la cifra más elevada de dinero por los derechos de publicación de la obra polémica de Salman en su Editorial Vida, esta fue rechazada por el autor y los entrega a la editorial británica Viking Penguin en 1988.
La sociedad libre está intimidada objetivamente por las tiranías de otros países, que han logrado no solo amenazar por la publicación de algún material creativo que exponga sus injusticias, sino que han actuado directamente en esas naciones, los ejemplos más evidentes son: el ataque y derribo de las Torres Gemelas, NYC, 2001, y el Atentado terrorista en la sede del diario Charlie Herdo, Francia, 2015.
De la misma manera perversa y arrogante fue la reacción a la película Una loca entrevista, sobre el dictador Kim Yong-un, Corea comunista, su régimen prometió “crueles represalias” y los estudios de Sony Pictures recibieron ciberataques, aunque fue negado por la tiranía norcoreana. No obstante, la película fue estrenada en EEUU y otros países libres.
Asimismo, China comunista está acostumbrada a sus atemorizaciones, y recibir pocas críticas, a quien se le oponga y defienda a Hong Kong y su Ley Básica, que asegura su autonomía y la existencia de un país y dos sistemas; uno de los ejemplos fue la suspensión de las retransmisiones de los partidos de la NBA en la televisión china por un Twitter a favor de la libertad de los hongkoneses.
La seguridad nacional de EEUU es vulnerable por el tráfico de drogas, que sirve para aliviar la enajenación de los terroristas y lobos solitarios, pero también envenena a la sociedad estadounidense, sumergida en una crisis de salud y humanitaria; problemáticas impulsadas por los narco-estados de Cuba y Venezuela.
La libertad de expresión fue lacerada por el acto cruel sobre Rushdei, consecuencias de radicales musulmanes, pero esta libertad también está en detrimento en EEUU por la intolerancia de la izquierda, que ha secuestrado el Partido Demócrata e intentan abolir los fundamentos que dieron origen a la existencia política y social de la libertad de expresión y religiosa, la civilización occidental. Por lo cual debe frenarse la cultura de cancelación que es la antítesis de la Constitución América y la esencia de su pueblo, el sueño americano.
El Dr. Oscar Elias Biscet es un líder de derechos humanos, ex preso de conciencia durante 12 años y ganador de la Medalla Presidencial de la Libertad. Vive en La Habana, Cuba, y puede ser contactado a través de su teléfono 011-537-699-1774. y de su sitio web: www.OscarBiscet.com.
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