*Dr Fernando Dominguez

 

¿Descaro?, ¿desfachatez?, ¿cinismo?, o ¿suicidio político? Más bien, todo eso junto y al mismo tiempo. Eso es lo que los "protagonistas" del mega fraude electoral del 2020 han hecho, utilizando la casquivana revista Time para exponer las tropelías ilegales, inconstitucionales y antidemocráticas para robarse las elecciones presidenciales norteamericanas del 2020. Una vez más Donald J Trump tiene toda la razón.

Con ese cinismo que caracteriza a los poderosos para alardear de su poder omnímodo, impunes desde hace mucho, cuentan o más bien confiesan, las tropelías realizadas para impedir que la voluntad popular obtuviese la victoria electoral en el 2020, a diferencia de lo ocurrido en el 2016, donde la victoria popular los agarró desprevenidos.

El pensamiento de esa gente queda totalmente al descubierto: la democracia solo es democracia cuando les beneficia a ellos, cuando permite la organización de ese parto de los montes llamado "deep state" para asegurar su continuidad en el poder, su impunidad ante cualquier tropelía que cometa uno de los suyos y el beneficio económico, político y social para esa clase dominante.

Queda perfectamente explicada la ceguera de los jueces, tribunales, fiscales, funcionarios del FBI, de los órganos de inteligencia y del pipisgallo con un átomo de autoridad legal para contribuir a la impunidad individual y colectiva de los miembros de esa clase poderosa y de sus agentes y servidores.

Queda perfectamente claro que la justicia tiene la venda de los ojos corrida para asegurar que todos NO somos iguales ante la Ley. Que unos son más iguales que otros y que todas las historias de corrupción que nos han presentado sobre otros países son simplemente chapucerías mal organizadas frente a esa absoluta corrupción institucional del poder público norteamericano, a nivel local, estatal y nacional.

Queda perfectamente explicada la naturaleza vil de una prensa cuyo único fin es servir de propaganda a esos poderosos, de encubridores de la verdad y sacerdotes de la mentira política santificada.

Queda perfectamente claro que ser "bueno" o "malo" en ese proceso cotidiano de la vida social es un fenómeno de conveniencia para ese poder tras el trono, capaz de mantener impunes a los pederastas, de cultivar el satanismo y aplaudir el asesinato masivo, santificado principalmente por los supuestos jerarcas religiosos cuyo papel real es acabar con la religión para imponer lo contrario, a conveniencia de los mandantes.

Queda perfectamente claro que los golpes de estado no solamente son perpetrados por militares de uniforme, los cuales son unos servidores más de ese poder con un uniforme de otro tipo, cuyos rangos, medallas y distintivos están en los bancos, los capitolios, las cortes y las agencias federales.

Pero hay algo que esos poderosos han olvidado. Siempre han existido poderosos. Y los poderosos de otras épocas se han convertido en perseguidos de las siguientes porque ningún poder es eterno y el poder real está en los corazones y los brazos de muchos millones de seres que tienen un poder de resistencia y de acciones insospechado y cuando el dique de contención de los poderosos actuales se rompe, la ira y los brazos de esos millones de seres son imparables.

Poderosos eran los poderes coloniales que George Washington y el resto de los patriotas enfrentaron y vencieron. Poderosos eran los poderes coloniales europeos que las colonias americanas, africanas y asiáticas enfrentaron y vencieron. Poderosos eran los poderes nazis que desencadenaron la Segunda Guerra Mundial y ocuparon y aplastaron a la mayoría del mundo de la época hasta que fueron vencidos. Poderosos fueron los jerarcas comunistas del poder soviético que aplastaron a millones de personas hasta que fueron vencidos por sus propios abusos y se desmoronaron. Así se desmoronarán los poderosos actuales, nacional y globalmente.