Dr. Fernando Domínguez

 

La expresión que por antonomasia refleja, desde hace siglos, al concepto de  infierno en toda su magnitud,  por aplastantemente desesperanzador, lúgubre,  y antihumano; y  ante el cual “se pierde toda esperanza”  por la extrema desolación que encierra, se ha conocido por la humanidad como “el infierno de Dante”, debido a la elocuencia de quien lo describió, es un “infierno dantesco”.

En la terrible y desesperanzadora, desolada y lúgubre Cuba castrista, el infierno adquiere un nuevo y quizás peor aún concepto, que denominamos, “infierno castrista”.

Para una parte del mundo, mantenido en la oscuridad informativa de la propaganda castrista y por la siniestra complicidad de sus compañeros de viaje, de sus cómplices, de sus admiradores secretos, de sus enamorados fascinados con la opresión que les permite el enriquecimiento sin declarar;  mantener  vicios inconfesables y otras muchas bajezas, resulta “sorpresivo” que ahora se “enteren” de lo que muy bien saben, pero ocultan celosamente:

-        la enorme inmundicia en la que vive sumido el pueblo esclavizado, con un nivel de vida subterráneo, con pésima alimentación, insalubridad,  ausencia de bienestar social, en un sufrimiento silencioso, destructor de sueños y aspiraciones;

-        lo que pareciera imposible lo han superado totalmente, y peor aún, lo han tornado en inevitable, ciertamente aplastante y sin salida alguna que no sea pavorosa.

-        Y cada día, cada hora, cada minuto, siempre es irremediablemente peor que el anterior…hasta el clímax del máximo de la desesperanza.

Para aquellos que consideren este enfoque exagerado, baste simplemente  comparar el nivel de deterioro, de miseria, de indignidad, de abulia, de antipatriotismo, de ausencia de decoro, de embrutecimiento, de explotación extrema y exagerada, de esclavitud, de ignorancia, de regreso al salvajismo, de represión abierta y descocada, de vesania, de insulto a los creadores de la nacionalidad, de hambruna, de insalubridad; de robo descarado y extremo del erario público, de retroceso de cientos de años en la vida social, económica, política, cultural, sanitaria, de toda una nación.

Un infierno tan absoluto y aplastante, que ni los cementerios han escapado del desastre. Hace mucho que no se respeta a los vivos. Pero ahora tampoco se respeta a los muertos; ni se respetan a los hechos históricos. Y claro, que mucho menos, a la niñez. Cero respetos a la vida y la dignidad humanas.

Nada, absolutamente nada, escapa del infierno castrista...

Baste recordar que el esgrimido fantasma del carácter represivo con que fundaron su odio inculcado al régimen de Batista y el supuesto “desprecio” que nos tenían los vecinos norteamericanos, cuya ingeniería, sistemas administrativos,  participación en el crecimiento asombroso que experimentamos en la economía, en la atención y el cuidado de la salud, en la industria, en la educación, en el transporte, fueron el ingrediente “secreto” del impetuoso crecimiento de la prosperidad, de la vivienda, de la cultura popular, a niveles muy por encima del resto del continente.

Pese a todas esas verdades y realidades objetivas, la machacona industria de la mentira, del adoctrinamiento y de la agitación para convertir a nuestros mejores amigos y aliados en “enemigo a muerte” e inculcar un odio irracional a ese bienestar, que hoy, después de 65 largos años de infierno castrista, solo sería posible en un sueño de hadas.

El famoso principio de matar a una rana mediante “subir la temperatura poco a poco en un caldero con agua permite cocinarla sin que salte porque el cambio es paulatino y su sistema sensorial no la hace consciente del final al que la llevan hasta que es irremediable” es exactamente lo que han aplicado desde que comenzó el asalto a la nación en 1953.

La colaboración “desinteresada” del Departamento de Estado Norteamericano, del New York Times y otros entes “liberales” que fueron parte de esa conquista de la mente colectiva, fueron herramientas que permitieron cocinar a la rana sin remedio.

Pero cuando creemos que lo hemos visto todo, nos asombran, con mucho más y peor.

Hay una “última”, desfachatada, descarada, asquerosa y tremebunda acción del infierno castrista que  ha sido intimidar, por televisión, a los cuatro vientos, en un programa oficial del gobierno, y en la hora estelar de la TV nacional, mediante una especie de teatro bufo, conducido por uno de los peores seres que se presta para lo que sea, y con la presencia física de las mal llamadas “autoridades” oficialistas del “Tribunal Supremo” y  del Ministerio del Acoso y la Represión.

El único, descarado y cínico fin de esa payasada oficialista fue el de advertir a la población esclava que “salir a protestar”, “quejarse de la situación en público o privado”, reclamar cualquier supuesto “derecho conculcado” será, siniestramente juzgado, como “sedición”, “incitación a delinquir”, “propaganda enemiga” o cualquier cosa que se les ocurra; “delitos”, todos, que conllevarán obligatoriamente una sanción de 30 años de cárcel, o hasta la pena de muerte por fusilamiento.

¿Han dicho algo sobre ese descarado acoso e intimidación públicos las “respetables” organizaciones internacionales?

Ni la Casa Blanca, ni los Guaracheros de Regla, ni el Departamento de Blandenguería, han escuchado eso.

Ni ninguna de las respetables organizaciones internacionales.  Porque de repente, solo están dedicadas a salvar a los terroristas de Hamas para que puedan seguir haciendo lo que hace años y años saben hacer, con la complicidad, el silencio y la “solidaridad” de todos ellos.

Una vez más es preciso recordar algo que, aunque todos lo sabemos, parece necesario recordar cada rato.

El socio-comunismo-izquierdismo- muy demócrata, está contaminado hace mucho y hasta lo más íntimo, por ese cáncer invasivo, asesino en su fuero interno, que tiene casi doscientos millones de víctimas y cuyo objetivo final es convertir a la mayor parte de la humanidad en un sistema castrista.

En la misma tiranía, el mismo “infierno castrista”. Comienza por “penetrar” con sus cantos de igualdad, su odio a la dedicación al trabajo, para que esa contaminación se torne en destrucción, en apoderarse de las capacidades vitales de la sociedad víctima y chuparle la vida hasta dejarla sumida en el “infierno castrista”, donde todo es perfecto, pero no funciona nada…más que la esclavitud a los “dirigentes”, seres convertidos en perfectos por el poder. Incriticables. No apreciarles significa se apóstata, deleznable, gusano inmundo.

Ahora, sorpresa, tienen competencia interna: la oligarquía demócrata tiene un plan similar, pero “más bonito”: Se llama la Agenda 2030 de la ONU. Una esclavitud disfrazada con tecnología. Pero con iguales resultados: esclavitud. Pero ahora justificada por un bla-bla-bla diferente, del siglo XXI, completamente diferenciado del lenguaje apocalíptico del siglo XIX y su lucha de clases y similares “tonterías” anacrónicas.

Ahora el cambio es para salvar al mundo, de si mismo, del cambio climático, que es culpa suya; de la población excesiva, que también es culpa suya; del cultivo de la tierra y la crianza de animales, que también son culpa suya, para llegar al similar estado de encantador paraíso que aquellos ofrecían, pero ahora basado en la Inteligencia Artificial, en la administración perfecta de la tecnología y en que no tener nada será una felicidad suprema.

Esclavitud paradisíaca. Comer hamburguesas de cucarachas. Eliminar la “familia tradicional” para evitar que nazcan más hijos. Nada, boberías para salvarnos de la destrucción autoinducida.

Escoger: del “infierno castrista” al “infierno tecnológico”. Ya eso no nos permite quedarnos al margen. O esclavos del “infierno castrista” o del “infierno tecnológico”.

Impedir que eso suceda es nuestra primera prioridad o seremos sus víctimas. De todas formas esclavos…Y el problema lo tienes tocándote la puerta. No hay forma de hacerse el que no te enteras. Eso es de lo que se trata. No se puede esconder la cabeza. ¿Peleas o te rindes, ya?