Por Dr. Fernando Domínguez

 

Los comentarios y opiniones sobre el asalto ruso a Ucrania son múltiples y diversos. Incluyen, desde la cínica mentira de que el agredido es el agresor (sostenida con una enorme dosis de descaro y desfachatez) de los rusos y de sus chupa-medias cubanos, venezolanos y alguno que otro idiota en alguna parte de este sufrido mundo, hasta las reflexiones más bien pensadas. 

Hay una reflexión que en mi humilde opinión debe ser destacada. Es la tercera ocasión en Europa que pasa lo mismo, por la misma razón, y con consecuencias también similares: La pretensión de países con poderío económico, político y/o militar, de sentirse con el poder de dictarle a sus vecinos la conducta a seguir, esgrimiendo un concepto que,  aunque no aparece escrito en lugar alguno, se ha esgrimido, con funestas consecuencias, más de una vez: el espacio vital de una nación.

Originó las dos guerras mundiales anteriores. De alguna manera, era un criterio esgrimido, explícito o no, en los "argumentos" que originaron agredir a sus vecinos, en busca de ese "espacio vital" que requería más espacio, asegurar su "seguridad", amenazada por fantasmas creados, y muchas razones convenientemente creadas para justificar lo injustificable: la agresión de conquista, al mismo estilo y contenido de siglos anteriores, desde el concepto "tribal" primitivo, hasta el momento actual.

Lo aleccionador de este comportamiento está en la propia historia vivida. Se inicia con un hecho consumado, inventado para hacer una invasión inicial a un punto de los vecinos, originado por "razones históricas", raciales, o francamente inventadas. Fue la anexión de los sudetes en los treinta del siglo veinte, de Crimea en 2014...

Lo aleccionador para quienes somos testigos de eso y no somos víctimas directas de esa agresión cuando ocurre, es la reacción de la comunidad internacional frente a la conquista injustificable, y cómo esa reacción alimenta y aviva o no, las sucesivas agresiones que en definitiva convertirán en víctimas a muchos de los iniciales testigos y vecinos observadores. 

En el caso de la anexión arbitraria de los sudetes en los años 30 y en la de Crimea en 2014, el apaciguamiento cobarde de las otras naciones ante el hecho consumado, pues originó el Pacto de Múnich que legitimó la barbarie nazi del siglo XX y el de Minsk que le permitió a Putin salirse con la suya y darle a entender a Hitler y a Putin, que no tendrían consecuencias que no fuesen formales.

El concepto de que “aquellos polvos trajeron estos lodos” es una lección que aprender. Lección de sobrevivir o no ante los bárbaros empoderados y cómo la cobardía, el apaciguamiento y el evitar un conflicto ahora, trae irremisiblemente, un conflicto mayor, pues los agresores, los dueños de la maquinaria bélica invasora, solamente entienden parar ante la firmeza frente a su barbarie. 

De los apaciguadores de los años 30 tuvieron que surgir Winston Churchill, Charles De Gaulle y Roosevelt, para hacerle frente a la conquista mundial que finalmente hizo un frente global con el Japón imperial y el fascismo italiano. Millones de muertes surgieron del "evitar" derramamientos de sangre iniciales a través de la concesión y la cobardía. La disyuntiva de hoy llama a asumir la firmeza que venció finalmente al monstruo nazi-fascista-japonés o la cobardía que avivó la agresión y causó el más grande derramamiento de sangre del siglo XX. Los días que vivimos son definitorios de cómo viviremos los próximos años.