Dr. Fernando Domínguez.
La ciencia ha logrado aplazar la muerte en pacientes terminales, utilizando aparatos y sistemas que artificialmente mantienen “en espera” a la muerte. Ese momento, cuando se produce la desconexión, permite que el paciente muera. Pero esa “vida” mantenida artificialmente está muy lejos de ser una vida plena.
La sociedad cubana se encuentra en ese estado de paciente terminal, y el conjunto de aparatos que mantiene esa muerte “en espera” es una tiranía despiadada que le mantiene reprimido, con mínimas condiciones vitales, y que le succiona los elementos de la vida a un pueblo cubano esclavizado, para a su vez, lograr mantenerse viviendo a plenitud con ese sacrificio impuesto de una existencia miserable para la mayoría, que alimenta la existencia parásita y sin escaseces de los tiranos y sus amanuenses.
Se trata de lo que fuera hace 64 años, “Revolución Castrista”. Llegó al mundo en 1959 y hace mucho que no es más que algo inanimado, sin esperanzas de recuperación, negándose a la muerte, y de paso, matando diaria y lentamente a toda una nación, a toda una población, a una sociedad, a la que le chupó todo hálito de vida, hasta dejarla en ese estado comatoso, inanimado, al pueblo cubano para mantener vivos a los que lo explotan hasta el último aliento.
La sociedad cubana castrista ha ido muriendo cotidianamente desde que nació. Comenzó su propia muerte con el sacrificio inútil de la confiscación de las tierras, las industrias, la masa ganadera, el plantel de hospitales y clínicas de atención a la salud, los sistemas escolares, la cartera de viviendas, la infraestructura de carreteras, acueductos, alcantarillados y energía eléctrica y la entrega vergonzosa de la nación a cómplices de otros países para explotar el turismo.
Pero todo ello ha carecido de estrategia productiva y económica alguna. Un hacer alocado, generado por el ánimo egoísta de evitar la potencial existencia de poderes económicos que pudieran arriesgar su dominio total y absoluto sobre la nación y para asegurar el disfrute privilegiado de unos pocos sobre todos los demás.
Ha llegado finalmente la muerte de la economía, de las fuerzas productivas, de la educación, del cuidado de la salud, de las posibilidades de alimentación; todo sacrificado al poder omnímodo y tiránico de una clase privilegiada que asaltó el poder a punta de pistola y que evidentemente prefiere masacrar a las victimas antes que permitir que se liberen de ella.
¿Cuánto tiempo puede existir el pueblo cubano en ese estado? Porque encima de la cruel explotación hay una horrorosa incompetencia que priva de cualquier posibilidad de recuperar, ni siquiera ligeramente, su capacidad de regresar la vida, superando a la sociedad miserable y reprimida.
Se agrega una pomposa idiotez que les ha convertido en “Doctores en Ciencias” a los practicantes de esa cretina manera de aspirar a administrar con absoluta incoherencia, improvisación cotidiana y alocadas acciones, a una nación que ha tomado como alternativa el éxodo como salvación de la muerte, la desesperanza y la desaparición que le ofrece la tiranía.
Ese éxodo masivo, cotidiano, que dura las mismas seis décadas que el desastre que lo genera, retroalimenta aún más los inmensos obstáculos a la obstinada y empoderada incapacidad de administrar coherentemente una nación en ruinas y sin la menor idea de cómo volverla a la normalidad. Las más obstinadas y oscuras anteojeras ideológicas autoimpuestas, les impiden ver lo que el resto del mundo mira horrorizado.
La enorme población de origen cubano alrededor del mundo, producto de la incompetencia, la tozudez, la vesania, la crueldad y la ignominia de esa tiranía, que generó, genera y generará el éxodo, ansía ayudar a sus hermanos que permanecen en el campo de concentración castrista, pero no puede hacer otra cosa que mostrar al mundo y al propio pueblo cubano, estas barbaridades; tratar de abrir los ojos de la población esclavizada por la opresión, el adoctrinamiento masivo y cotidiano, pero no puede sustituir la fuerza inherente de los propios esclavizados y señalar los ejemplos de otras sociedades fracasadas por esa ideología paralizante que ya lograron zafarse de ella.
Todo indica que ante la debacle siniestra existente, puede llegar el momento de la libertad de improviso, al igual que la muerte puede llegar en cualquier momento a cualquier cosa viva que esté en ese estado de casi-muerte por hambre, por las penurias, por la falta de todo lo que constituye la vida misma.
La historia de la desaparición de las tiranías similares enseña que algún elemento con la capacidad de controlar las enormes fuerzas represivas, capaces del mayor baño de sangre para evitar su caída, deberá coordinar un equipo de transición, compuesto por los principales reprimidos, y cuya tarea será la desaparición inmediata de toda posibilidad de un renacimiento de esa filosofía absurda y fracasada, organizar una economía libre de esas ataduras y concentrada en generar riqueza, prosperidad y libertad y organizar el castigo de los criminales.
Nuestra diáspora, importante por su conocimiento y experiencia en alcanzar la prosperidad, organizar la economía y las instituciones democráticas, en el marco de la libertad que la asegura, aportará muchas palancas, sobre todo, señalando siempre que lo fundamental es arrancar el mal de raíz, erradicando sus instituciones esclavizadoras, sus instrumentos de adoctrinamiento y su aparato ideológico y represivo. La Libertad es la herramienta que lo resuelve todo y asegura que no se repetirá.