Dr Fernando Dominguez

 

Escribo estas líneas necesariamente antes de la fecha que los lectores las leerán, por razones organizativas. Esto significa que es posible que, al momento de ser leídas, las circunstancias hayan cambiado. No obstante, son tan graves dichas circunstancias que demandan obtener las obligadas "lecciones de la experiencia". Quien no aprende de sus propios errores jamás dejará de cometerlos, una y otra vez.

Comencemos con nuestro ordenamiento jurídico, nuestro basamento legal, creado por el genio de nuestros padres fundadores y admirado por muchos en todo el planeta, como símbolo inequívoco y sólido de estabilidad, equilibrio, libertades, garantías ciudadanas.  Ese admirado conjunto de principios, procedimientos, organización parte del amor a la libertad, a la tierra y al estilo de vida de los habitantes de la nación, forjada en la lucha por su establecimiento, su defensa y el orgullo por todo ello, resumido en la ofrenda de la vida, si es preciso, para defenderlos, constituye el más grande tesoro nacional.

Ese delicado y al mismo tiempo poderoso andamiaje ha producido la más grande nación en la historia de la humanidad, una prosperidad desconocida por el resto del planeta y la felicidad y el orgullo por su ciudadanía, que se encuentra amenazado de extinción en este momento. El sistema de equilibrios que lo ha hecho sostener y progresar, incluye todo tipo de pesos y contrapesos para que se autodefienda, aunque de repente nos encontramos abocados a que se destruya, que es a lo que se abocan, abiertamente, poderosas fuerzas oscuras de la propia sociedad en complicidad con sus enemigos externos.

Esas fuerzas se han acomodado y escondido dentro de las instituciones que se suponía defenderían, y como un cáncer se han extendido en las instituciones, en los poderes públicos, en las propias fuerzas para su defensa. Para lograrlo hemos sido invadidos por poderes e ideologías cuyo fin es liquidar cualquier defensa de los principios que la sostienen. Esas fuerzas oscuras ahora ven en peligro su existencia y descaradamente no han dudado en lo más mínimo en coludirse con fuerzas extrañas para apuñalar al sistema que se supone defenderían y su primer impulso, cuan cáncer invasivo, es oponerse a quiénes le defienden, representar a sus honrados defensores como mentirosos, monstruos supuestamente asociados a supuestos enemigos, para liquidar la oposición al entreguismo y hacer triunfar la traición verdadera.

Eso hemos visto desarrollarse ante nuestro ojos en los últimos cinco años. La traición viene desde hace más de 60. Se remonta en sus inicios al misterioso asesinato de John F. Kennedy, porque repito, no se trata de Demócratas y Republicanos. Se trata de patriotas y traidores. Y traidores hay en los dos partidos, aunque se han agrupado fundamental y convenientemente en uno de ellos. Y al verse sobrepasados por los patriotas han acudido a un desesperado intento por acabar con los fundamentos de la nación, renegando de los principios que la sostienen y finalmente librando una batalla campal contra el líder que les sorprendió hace cinco años, les ganó la primera batalla en el 2016 y a partir de ahí se ha enfrentado a la peor guerra sucia que se pueda imaginar hasta desembocar en los momentos actuales: un verdadero intento de golpe de estado.

Ese golpe de estado se conspiró por los actores que tienen los medios y la maldad para intentarlo: los traidores en ambos partidos, los funcionarios colocados por años para asegurar la impunidad en los organismos encargados de impedirla y de la seguridad nacional, los manipuladores y operadores de terroristas nacionales e infiltrados, con la entusiasta participación de la prensa y los jefes de una plutocracia tecnocrática que controlan la opinión pública nacional y extranjera y todo ello llegó a su culminación con la pandemia importada de China para desestabilizar la sociedad y la prosperidad, el fraude electoral gigantesco minuciosamente preparado y ejecutado para decretar la victoria amañada de un candidato escogido por su lealtad a la traición, su falta de escrúpulos y su larga hoja de servicios a poderes extranjeros, relampagueantemente "pronunciado" ganador de unas elecciones fraudulentas y cobijado por la prensa y las redes sociales, defendido a capa y espada por quienes debían juzgarle en un proceso financiado por aquellos que desean someter nuestra democracia a los dictados de un gobierno mundial e histéricamente anunciando el fin del mundo si no nos rendimos a su poder, colaborado  por los payasos de la actuación, el deporte y el entretenimiento.

Todo bien rápido sin dar tiempo a meditar e intimidando a todo el mundo, censurando, mintiendo y simulando sin decoro y tratando de presentar un hecho consumado, sin remedio ni apelación. Si eso triunfa, adiós la República que diseñaron los padres fundadores que por cierto les parece "vetusta y anticuada" a los progres, ansiosos de introducir a gran escala y oficialmente la censura de toda opinión disidente, crear una clientela electoral basada en la dádiva y el empobrecimiento que obligue a aceptar la "ayuda generalizada" y simular la democracia, como algunos de nuestros vecinos, que cuentan para ello con la complicidad de las organizaciones internacionales y demás factores del gobierno mundial, encargado de administrarnos, desaparecer nuestras fronteras e identidad, sustituir nuestros valores por una acomodaticia "igualdad", la práctica de masiva abortización que disminuya la población y facilite el desorden hedonístico y haga reinar un nuevo dueño del mundo, mantenido bajo control del hambre y la penuria. Lo que Hitler no pudo con los cañones, hacerlo con el "progresismo" y la propia colaboración de las victimas hipnotizadas por la verborrea progresista.

La misma resistencia que hizo perder a Hitler con sus cañones, inspirada por el patriotismo y el honor, hará fracasar a los nuevos nacionalsocialistas y un nuevo tribunal internacional será establecido para borrar esa pesadilla. En la historia humana jamás ha triunfado el mal sin una oposición creciente que lo destruya. Como el gran Abraham Lincoln nos enseñó, se puede engañar a todo el mundo una parte del tiempo, a una parte del mundo todo el tiempo, pero no a todo el mundo, todo el tiempo.