Por: Luis Gonzales Posada

 

Más de cien representantes de gobiernos y organizaciones internacionales se reúnen el 15 y 16 de junio, en Suiza, para auscultar un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania.

El conflicto se inició el año 2014, cuando los soviéticos se anexaron ilegalmente Crimea. El 2022 apoyaron la formación de las llamadas “Repúblicas Independientes de Logansk y Donesk” en el norte y, después, su ejército incursionó en Jerson y Zaporiyia en el sur, provocando que ocho millones de personas se refugiaron en Europa.

Es un conflicto sangriento y altamente destructivo. Según el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, los rusos han perdido 350 mil soldados. Por su parte, Zelensky reconoce la muerte de 31 mil efectivos, entre ellos cinco combatientes peruanos, aunque Moscú sostiene que esa cifra es cinco veces mayor.

Durante más de dos años hemos visto escenas dantescas, abominables, que reviven cruentos episodios de la II Guerra Mundial. Inolvidable, por ejemplo, el genocidio cometido en Bucha, pequeño pueblo de 37 mil habitantes, conquistado por la 64 Brigada de Fusileros Motorizados. Al estilo de las exterminaciones de las SS nazis, los soldados asesinaron 420 civiles, incluyendo mujeres, niños y ancianos.

Los cuerpos fueron encontrados en las calles, en viviendas o tirados en zanjas con las manos atadas y signos de haber sido torturados. El responsable de la masacre fue el coronel Azatbek Omurbekon, a quien, por ese acto criminal, Putin le concedió el título honorífico de “Héroe de la Federación Rusa”.

La devastación ha sido de tal naturaleza que el Banco Mundial estima que Ucrania necesitaría 447 mil millones de euros sólo para restablecer los servicios públicos y edificar viviendas, pero requieren más recursos para construir colegios, hospitales, líneas férreas, instalaciones eléctricas y reservorios de agua potable.

A Moscú, empero, no le interesan las resoluciones condenatorias de la Asamblea General de la ONU o que el secretario general de ese organismo, embajador Antonio Guterres, los acuse de violar su carta constitutiva y principios básicos del Derecho Internacional.

Menos aún que la Corte Penal ordene la detención de Putin por crímenes de guerra. El sátrapa ruso se percibe al margen de las leyes y su país sigue manteniendo un asiento en el Consejo de Seguridad como una de las cinco potencias con derecho a veto.

Además, cuenta como aliados a China, Irán y Corea del Norte, y en nuestro hemisferio Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia, que inclusive han llegado a la degradación geopolítica de ofrecer sus territorios para el entrenamiento de las fuerzas armadas invasoras. En ese contexto, ¿qué se puede esperar de la reunión en Suiza, que, según Zelensky, sabotean China e Irán?

La historia enseña que no se negocia con los tiranos, personas psicopáticas, incapaces de concertar o ceder en sus decisiones porque consideran que hacerlo es una demostración de temor o debilidad ante el adversario. Así sucedió en la conferencia de Múnich, realizada en septiembre de 1938 entre Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia con el propósito de pactar con Hitler la entrega de los sudetes checoslovacos a cambio de no invadir ese país. A los pocos meses lo hizo, luego atacó Polonia y desató la II Guerra Mundial.

La reunión de Suiza servirá, sin duda, para consolidar el apoyo de las democracias occidentales a Ucrania, que podrían incluir el despliegue de tropas de la OTAN a ese país, comprometiéndose, así, directamente, en el conflicto bélico. Por lo pronto, ese evento será precedido por la reunión del G-7 (USA, Canadá, Japón, Italia, Francia, Australia e Inglaterra) que otorgarán 50 mil millones de dólares a Kiev para la adquisición de armas, dinero proveniente de los intereses de activos bloqueados a Rusia, y Washington, por su lado, anuncia nuevas sanciones al Kremlin, que incluye a empresas chinas.