CAPÍTULO VI

Por Pedro V. Roig

Historiador y Abogado

 

CAPÍTULO VI

Recién llegado a Cuba en 1895, y después de medir armas con los cubanos en la batalla de Peralejos, el Capitan General Arsenio Martínez Campos había dejado saber a Cánovas sus desalentadoras conclusiones, “como el país no nos quiere, ni nos puede ver, con reformas o sin reformas, con perdón o con exterminio, mi opinión leal y sincera es que antes de doce años tenemos otra guerra (1).

Cualquiera que fuesen las razones que asistían a Don Arsenio, lo cierto es que no se sentía capaz de persuadir a los insurrectos para deponer las armas, ni estaba dispuesto a asumir la responsabilidad de dirigir una guerra de exterminio. Así lo expone en su informe a Cánovas del Castillo.

“No puedo yo, representante de una nación culta, ser el primero que dé el ejemplo de intransigencia; debo esperar a que ellos empiecen. Podría reconcentrar las familias de los campos en las poblaciones, pero necesitaría mucha fuerza para defenderlos; ya son pocos en el interior los que quieran ser voluntarios. Segundo, la miseria y el hambre serán horribles, y me vería obligado a dar ración, y en la última guerra llegué a 40,000 diarias; podría aislar los poblados pero no impediría el espionaje; me lo harían las mujeres y los chicos.

“Tal vez llegue a ese extremo, pero creo que no tengo las condiciones para ello.  Weyler las tiene en España, porque además reúne las de inteligencia, valor y conocimiento de la guerra; reflexioné usted, mi querido amigo, y si hablando con él, el sistema lo prefiere, no vacile en que me reemplace; estamos jugando la suerte de España; pero yo tengo creencias, y son superiores a todo y me impiden los fusilamientos y otros actos de crueldad. La insurrección, hoy en día, es más grave, más potente que a principios del 76, los cabecillas saben más y el sistema es distinto al de aquella época”(2).

LA CONTRAMARCHA DE LA INVASIÓN

Al aproximarse a la provincia de La Habana, Máximo Gomez comprendió, con su extraordinaria capacidad estratégica, que un choque frontal con los miles de soldados españoles que se concentraron a lo largo de la vía férrea por Unión de Reyes, hasta el ingenio Las Cañas, podían aniquilar a la Columna Invasora.

Evaluando el enorme peligro de esta  poderosa línea defensiva, los jefes del Ejército Libertador conciben la genial maniobra conocida como la “Contramarcha”, que consiste en cambiar el rumbo que los lleva a la provincia de La Habana y  retroceder precipitadamente hacia Oriente. Martínez Campos cree ver en esta retirada una victoria; le parece que los rebeldes huyen en busca de sus lomeríos orientales. Más aliviados y un poco sorprendido, el Capitán General telegrafía a Madrid.

“Todo se ha reducido a una algarada. Muy fatigados se retiran a Las Villas” (3). De inmediato la  Jefatura del Ejército Español ordena la  persecución de los mambises. La sólida línea defensiva que había provocado la Contramarcha desaparece y corren los batallones españoles, utilizando en ocasiones  propicias los ferrocarriles, para ponerse a la vanguardia de los insurrectos que creen que huyen, cerrarles el paso y destruirlos en camino a Oriente.

La alegría fue breve. Al tercer día de iniciada la Contramarcha Gómez y Maceo vuelven a tomar rumbo a Occidente chocando el 29 de diciembre en Calimete con las tropas del coronel Perera. Este combate fue para los cubanos el más sangriento de la campaña invasora. Entre los veteranos mambises se destacó el general Serafin Sánchez, que al frente de la caballería, cargó el flanco izquierdo de la línea española, dando tiempo a la infantería de los hermanos Ducasse, de llegar con refuerzos para detener en seco el avance de las fuerzas del Coronel Perera. En el feroz combate de Calimete los cubanos tuvieron 16 muertos y 64 heridos(4).

El Estado Mayor Español quedó perfectamente desorientado.El combate favorecía la confusión, al no poder descifrar si la columna invasora que peleó con Perera se retiraba hacia las montañas de Oriente  o regresaba a Occidente.

COLUMNA INVASORA EN LA PROVINCIA DE LA HABANA

La confusión duró pocas horas, pues con el nuevo año Gomez y Maceo irrumpen en la provincia de La Habana. En la capital cunde el pánico y se toman aparatosas medidas defensivas. El 20 de enero, Martínez Campos publica un bando en el que proclama el estado de guerra en las provincias de Pinar del Río y La Habana (5). En la propia capital se dispuso el emplazamiento de baterías en las calles y se avisó a la población que el posible ataque a la capital sería anunciado por cinco disparos de cañón, consecutivos desde el Castillo del Príncipe (6).

Los cubanos en su avance lo van quemando todo. Gómez no quiere zafra. Es la guerra que Weyler llevará hasta sus últimas consecuencias. Los campos de caña arden, los sembrados de frutos son devorados por las huestes insurrectas. Los mambises intensifican la guerra de la “Tea Incendiaria.”

En carta a Tomás Estrada Palma, el General Gómez explica su estrategia: “Que no se haga zafra por ningún dinero (sigan mi consejo, sigan el dictamen del amigo más leal que Cuba puede tener), que las fuentes de donde el enemigo aún sueña con sacar recursos, se estanquen o se sequen… Lo malo, lo desgraciado, lo deshonroso es no triunfar. Siempre he pensado que no se debe ser sanguinario, pero sí radical”(7).

El día 3, las fuerzas mambisas se cruzaron a tiro de fusil con la columna del General José García Navaro: atrincheradas en el ingenio Teresa. Tal parece que este general estaba más interesado en proteger las costosas maquinarias del ingenio, que en batir a los insurrectos; de otra forma no se justifica su pasividad. Pocas horas después, los insurrectos ocupaban el caserío de Guara y el poblado de Melena del Sur.(8).

Al mediodía del 4 de enero, las fuerzas de Maceo toman por asalto Güira de Melena, fieramente defendida por los voluntarios locales. El botín que se capturó en este poblado, fue incalculable. “Bastará decir que todas nuestras tropas se vistieron de nuevo; los establecimientos de comercio estaban abarrotados de mercancías y con ellos se barrió como es de suponerse.” (9)

Alquízar se entregó sin combatir entrando la columna invasora a los acordes del himno de Bayamo. En la jornada del día 6 se rindieron a discreción los caseríos de Caimito Guayabal, Punta Brava y el más importante de Hoyo Colorado sobre la calzada de Marianao.

El 7 de enero, en el campamento de Hoyo Colorado, punto limítrofe entre las provincias de La Habana y Pinar del Río, se separan el general Maceo y Máximo Gómez, cada uno al frente de más de dos mil hombres(10). La derrota de Martínez Campos era evidente y total.

ANTONIO MACEO EN PINAR DEL RÍO

Las fuerzas de Maceo al entrar en Pinar del Río, ( 8 de Enero,1895) estaban compuestas por 1,560 hombres.

El día 9 de enero los mambises toman por asalto el pueblo de Cabanas, defendido por voluntarios locales encerrados en la iglesia y el edificio del ayuntamiento que ocupó el coronel Carlos Gonzalez Clavel y sus tropas orientales. Los días 10,11 y 12 se rindieron, sin combatir los poblados de San Diego, Bahía Honda y las Pozas.

Entre los días 17 y 18 se libraron los sangrientos combates de las Taironas, en las cercanías de la ciudad de Pinar del Río. Los grupos pinareños encabezados por el coronel Carlos Socarras se unieron al Ejército Mambí. En las primeras horas del 22 de enero de 1896, la Columna Invasora emprendió la última jornada de la gloriosa campaña iniciada en Los Mangos de Baraguá, llevando a vanguardia el recién formado regimiento de Vuelta Abajo.

A las 4 de la tarde y al repique de las campanas de la pequeña iglesia, Antonio Maceo  entró triunfante en Mantua, poniendo fin a la invasión de las provincias occidentales. El Ejército Libertador había logrado una extraordinaria victoria militar.  El mundo quedó asombrado. En aquellos días los nombres de los caudillos cubanos  ocuparon los titulares de los grandes periódicos de Europa y América.

El “Times” de Londres, comentó: “La campaña de los españoles puede darse por fracasada, desde d momento que siendo en número de cuatro soldados por cada insurrecto, no han podido evitar el éxito de los rebeldes, mandados por Gómez y Maceo, puesto que ora separados, ora reunidos, han cruzado en todas las direcciones de la Isla, sin haber experimentado una derrota de verdadera consecuencia”.

La invasión del Occidente de Cuba puede situarse a la altura de las más distinguidas campañas militares del siglo XIX. Estaba en el destino de Gómez y Maceo forjar la extraordinaria jornada militar y ver rodar por tierra los laureles del ilustre adversario, don Antonio Martínez Campos. El éxito de la invasión  tuvo enormes consecuencias militares y políticas.

El general norteamericano, James Sickler, en un artículo de crítica militar, afirmó: La marcha de Gómez de Oriente a Occidente es tan notable desde el punto de vista militar, como la de Sherman… (20).

El corresponsal del Heraldo de Madrid, don Gonzalo Reparaz, señalaba: “Por desgracia, entre los anuncios de Gómez y los del gobierno, ha habido esta diferencia, que aquellos se han verificado puntualmente, y éstos de ninguna manera”.

La invasión del Occidente de Cuba puede situarse a la altura de las más distinguidas campañas militares del siglo XIX. Estaba en el destino de Gómez y Maceo forjar la extraordinaria jornada militar y ver rodar por tierra los laureles del viejo adversario, don Antonio Martínez Campos:

El éxito de la invasión (21) tuvo enormes consecuencias militares y políticas.

MILITARMENTE

Llevó la guerra a las ricas provincias occidentales,  reforzó con nuevos combatientes al ejército mambí, estableció bases de operaciones dotadas de sus  propias infraestructuras guerrilleras y  dio a las fuerzas mambisas un rico botín de guerra.

El ejército invasor no excedió nunca la cifra de 4,500 hombres armados, sin embargo, su agresivo avance y la destrucción que sembrara a su paso obligó al Estado Mayor Español a distraer numerosas tropas para proteger la zafra azucarera y todo aquel valioso complejo industrial.

POLITICAMENTE

Estableció un alto grado de credibilidad al Ejército de  Liberación en su lucha por la independencia.  Ayudó a levantar sustancialmente las recaudaciones económicas de la diáspora cubana en Estados Unidos y  puso fin al mando en Cuba de don Arsenio Martinez Campos.

El éxito de la invasión fue factor determinante en la designación del  General Valeriano Weyler para encabezar el esfuerzo de España por sostener, a cualquier precio, su control sobre Cuba, implementando la política de “guerra total”que incluía la criminal “reconcentración” de los campesinos en campamentos de miseria y muerte.

La percepción de superioridad del ejército español se canceló en el desbordante entusiasmo que despertó la entrada del Ejército de Liberación en los confines de Pinar del Río. Después de la Invasión, nada parecía imposible de realizar. Los mambises se sentían invencibles.

Los nombres de Máximo Gómez y Antonio Maceo tomaron en la imaginación popular, dimensiones de epopeya en un mágico reflejo de exaltaciones humanas y fortalecieron la credibilidad bélica del ejército mambí.

Al final de la victoriosa marcha de la Columna Invasora, España enfrentaba una guerra prolongada, incosteable y peligrosa a 90 millas de Estados Unidos con su poderoso sector financiero, calculadamente expansionista.

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