Por: Luis Gonzales Posada

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En la ceremonia conmemorativa por el 80 aniversario del desembarco de tropas aliadas en Normandía, Francia, no sólo se rememoró esa hazaña bélica contra el nazismo, sino que el evento sirvió para que los líderes occidentales comparen a Hitler con Putin y ratifiquen su compromiso de defender la soberanía de Ucrania.

Biden fue categórico al decir que "la lucha entre dictadura y libertad es interminable. Aquí, en Europa, vemos un claro ejemplo porque Ucrania ha sido invadida por un tirano", expresó el mandatario norteamericano.

Por su parte, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, sostuvo que "rendirse ante los matones, inclinarse ante los dictadores, es simplemente impensable. Si hiciéramos eso, significaría que estaríamos olvidando lo que pasó aquí, en estas playas sagradas".

Luego, preguntó "¿si nos enfrentamos al mal, a la brutalidad aplastante, defenderemos la libertad, defenderemos la democracia, estaremos juntos? Mi respuesta es sí, y sólo puede ser sí en memoria de quienes lucharon aquí, murieron aquí, literalmente salvaron al mundo", agregando que "si nos alejamos de Ucrania, ese país caerá bajo el yugo ruso, después toda Europa caerá a su vez. Si lo hiciéramos, sería olvidar lo que sucedió en esta playa de Normandía".

Hace más de dos años, en efecto, Putin invadió Ucrania. Primero, el 2014 se anexó Crimea, para luego, el 2022, alentar la constitución de las Repúblicas independientes de Lugansk y Donetsk, enviando tropas a esos territorios.

Sin piedad, sus Fuerzas Armadas han bombardeado edificios de viviendas, hospitales, escuelas, reservorios de agua y centrales eléctricas, actos de barbarie que han provocado por lo menos 200 mil militares muertos en ambos bandos y un número indeterminado de civiles.

En Bucha, pequeño pueblo de 37 mil habitantes, ubicado a 30 kilómetros de Kiev, la 64 Brigada de Fusileros Motorizada masacró a 420 civiles. Al estilo de las SS de Hitler mataron a mujeres y niños; muchos cuerpos fueron encontrados en las calles, en sus viviendas o tirados en zanjas con las manos atadas y signos de haber sido torturados. El autor del genocidio fue el coronel Azatbek Omurbekov, quien, por ese acto criminal, recibió de Putin el título honorífico de "Héroe de la Federación Rusa".

Las pérdidas materiales son inmensas. Un reciente reporte del Banco Mundial estima que Ucrania necesitaría 447,000 millones de euros para restablecer sus servicios públicos y construir viviendas. De otro lado, la ONU calcula en 8 millones de ucranianos desplazados a diferentes naciones de Europa, al tiempo que aumentó gravemente la pobreza y el desempleo.

A pesar de la protesta internacional, de la censura de la Asamblea General de las Naciones Unidas y de que la Corte Penal Internacional considere estos hechos como crímenes de lesa humanidad, Putin sigue avanzando y ahora amenaza con utilizar bombas nucleares contra los países europeos.

Más aún, ha desplazado a Cuba, su satélite, varios buques de guerra y un submarino a propulsión nuclear, lo que representa una amenaza a todo el hemisferio y que, por lo menos, debe provocar una protesta de nuestras cancillerías y un pronunciamiento de la OEA porque estamos frente de una amenaza a la seguridad regional.

Madeleine Albright, secretaria de Estado del presidente Clinton, conoció bien a Putin, a quien describió como” pequeño y pálido, tan frío que es casi reptil”. Antes de morir, publicó un artículo en The New York Times, donde sostuvo que “En lugar de allanar el camino a Rusia hacia la grandeza, invadir Ucrania asegurará la infamia de Putin al dejar a su país dramáticamente aislado, económicamente paralizado y estratégicamente vulnerable frente a una alianza occidental más fuerte y unida. Las sanciones devastarán no solo la economía de su país, sino también a su estrecho círculo de compinches corruptos. Lo que seguramente será una guerra sangrienta y catastrófica agotará los recursos rusos y costará vidas rusas, al tiempo que creará un incentivo urgente para que Europa reduzca su peligrosa dependencia de la energía rusa”.

Lo dicho por la señora Albright es cierto. Solo agregaremos que, tarde o temprano, la OTAN desplegará sus tropas a Ucrania para arrostrar la psicopática pretensión imperial de un asesino serial como Putin. La historia nos enseña que a un tirano no se le convence en negociaciones. Se le derrota con las armas, aunque el costo en vidas humanas sea elevado, pero siempre será mucho menor que limitarse a proveer de armamentos al ejército ucraniano.