Por Mamela Fiallo Flor
PANAMPOST
Bajo la administración de Bolsonaro, si los artistas quieren recursos del Estado para desarrollar sus creaciones deben evitar términos como “todes”, “tod@s” o “todxs” cuando presenten sus proyectos.
Durante una transmisión en vivo, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, defendió la decisión de la Secretaría de Cultura del Gobierno, emitida el jueves 4 de noviembre, de vetar el uso del llamado lenguaje inclusivo en proyectos culturales que aspiren a financiación pública.
“Gente, creo que eso no es cultura, el lenguaje neutro”, sentenció durante un Facebook Live el mandatario que ha emprendido una lucha frontal contra el socialismo regional, cuyo rostro actual es el progresismo.
Luego del triunfo de Bolsonaro en Brasil, el Foro de Sao Paulo se sintió debilitado y el socialismo regional se vio ante la necesidad de transformarse para adaptarse. Así nació el Grupo de Puebla y de ahí la Internacional Progresista.
Comenzando por la lengua, el progresismo ha demostrado no ser funcional al progreso, sino a los pasos progresivos hacia el totalitarismo, dándole al Estado el poder de regularlo todo, comenzando por el derecho a la vida y pasando por qué se puede decir, cómo y quién. Ahí juego un rol fundamental el «lenguaje inclusivo» que alega combatir la invisibilización de la mujer en el lenguaje (dado que, sobre todo en el español, la lengua tiende a agrupar en masculino).
Sin embargo, en la práctica, termina por desaparecer a la mujer para no incomodar a las personas trans. Tanto que en los países donde más influencia tiene el progresismo es prohibido decirle madre a una embarazada, pues eso ofendería a los «hombres trans» que también se embarazan. El argumento para ello es que biológicamente siguen siendo mujeres.
Bajo la administración de Bolsonaro, si los artistas quieren recursos del Estado para desarrollar sus creaciones deben evitar términos como “todes”, “tod@s” o “todxs” cuando presenten sus proyectos. En teoría, el lenguaje de género neutro busca incluir a las personas no binarias, es decir, aquellas que no se identifican ni con el género masculino, ni con el femenino.
En la práctica, sirve como herramienta de censura «políticamente correcta» que, en nombre de la igualdad, crea una jerarquía jurídica y social que privilegia y perjudica a las personas según cómo se identifican y cómo hablan.
“El uso de signos inintelegibles, cuyo objetivo es pura bandera ideológica, impide el disfrute de la cultura y sus productos debido a que interrumpe el proceso de comunicación”, exclamó la administración de Bolsonaro.
Y no termina ahí, ya está en discusión un proyecto de ley en la Cámara de Diputados para impedir el uso del «lenguaje inclusivo» en las escuelas públicas. De esta manera Brasil se desmarca como la contrarrevolución ante la tendencia ideológica presente en los países donde el socialismo cobra fuerza, como Argentina y Venezuela, donde buscan adoptar el «lenguaje inclusivo».
En ambos países la pobreza afecta a la mayoría de sus ciudadanos. En lugar de asignar recursos a mejorar sus condiciones de vida o reduciendo impuestos para abaratar el costo de vida, asignan millones a la ideologización e incluso adoctrinamiento desde los más pequeños.