Por Herman Beals,

Nueva York

 

Gabriel Boric, con el rechazo a la nueva Constitucion que trató vanamente de imponer, quizás debería modificar sus planes y, en lugar de seguir insistiendo en cambios izquierdistas utópicos, podría renunciar a la presidencia de Chile.

Si el país austral tuviera un regimen parlamentario y no presidencial, tendría que renunciar, aunque no lo quisiera. Es lo que sucede en Gran Bretaña, Canadá y otras naciones con Parlamento. Es lo que acaba de ocurrir con el británico Boris Johnson. Los conservadores se cansaron de las ridiculeces de su camarada Johnson y, sin muchos miramientos, lo reemplazaron por Liz Truss, quien aspira a ser la nueva Margaret Thatcher de Gran Bretaña.

Boric llegó a la presidencia después de que su predecesor, Sebastian Piñera, trató de acomodar a todos sus compatriotas, pero que al intentarlo no fue "ni chicha ni limoná", como los chilenos tildan a una persona que no es clara en sus propósitos. Cualquiera con dos dedos de frente que hubiera leído el texto de la nueva Constitucion propuesta, habría tenido que llegar a la conclusión de que no era posible aprobarla.

Los chilenos modificaron muchas de sus convicciones con la llegada al poder del general Augusto Pinochet. El presidente socialista Salvador Allende estaba llevando el país a la ruina, pero hasta el 11 de septiembre de 1973 los sentimientos democráticos eran fuertes y arraigados. Quizás ahora muchos temen que el inexperto Boric los esté llevando por el mismo camino que el doctor Allende, y con el rechazo de alrededor del 70 por ciento de los votantes de la Constitución propuesta, le dijeron que cambiara el rumbo de su gobierno.

Pero Boric, quien parece tan perjudicial como gobernante como era con las huelgas en los establecimientos de enseñanza secundaria que impulsó una y otra vez --la única tarea en que tuvo exito-- se está preparando de nuevo para proponer un nuevo texto constitucional. Hay gente que nunca aprende.