Eugenio Trujillo Villegas

         Director: Sociedad Colombiana Tradición y Acción

 

¡Hay que salvar a Colombia! Esta es una tarea que solo podemos hacer los colombianos.

El resultado de las elecciones del pasado domingo es muy preocupante. Lo acontecido genera demasiadas incógnitas, que deberían alertar a quienes se niegan a ver el peligro en que estamos.

La realidad es que el ganador fue Gustavo Petro. Su partido de extrema izquierda, el Pacto Histórico, sacó 5,8 millones de votos en la consulta para escoger candidato presidencial. El Equipo Colombia, donde estaban los precandidatos que se dicen de derecha, pero que en realidad ninguno es de derecha, sacaron 4,1 millones de votos. Y la tercera consulta, la del Centro Esperanza, con candidatos de izquierda, obtuvo 2,2 millones de votos.

Aunque se quiera negar la evidente polarización del País, el resultado electoral muestra exactamente a una Colombia polarizada. Los votos se repartieron entre la extrema izquierda de Gustavo Petro y la aparente derecha de Federico Gutiérrez.

Además, el electorado le pasó una contundente factura al Centro Democrático del expresidente Uribe, y le cobró los desaciertos inconcebibles que ha cometido en los últimos años. Entre ellos, haber escogido a Santos, el traidor, quien desmanteló el Estado de Derecho y firmó un Acuerdo espurio y criminal con las FARC, que es la fuente del resurgimiento de la guerrilla, del terrorismo y del narcotráfico.

Después escogió al presidente Duque, que fue elegido porque prometió enderezar el camino torcido del Acuerdo, pero no hizo otra cosa sino apuntalarlo. Prometió desmontar la JEP y la fortaleció. Prometió disminuir los impuestos y los aumentó. Gobernó con todos los partidos, inclusive los de izquierda, y dejó de lado a los más fieles escuderos de su propio partido.

Se van conformando varias “repúblicas independientes”

Ante la embestida furiosa del terrorismo que afectó a toda Colombia el año pasado, la respuesta del Gobierno fue como un péndulo que va de la capitulación a la inacción. Gracias a esa falta de autoridad se fueron creando varias “repúblicas independientes”, como el Cauca, el Catatumbo y Arauca.

Eso aumenta la desaprobación hacia el presidente Duque y su partido. No solo incumplió sus promesas de campaña, sino que hizo exactamente lo contrario de lo prometido. Fue elegido con los votos de la derecha para demostrarle al País que Petro y la izquierda no tienen cabida, pero ejecutó un programa de gobierno socialista, repartiendo subsidios por doquier, hipotecando el futuro de la nación ante cada exigencia de la extrema izquierda.  

Por último, no podía haber sido más desafortunada la gestión del Centro Democrático para escoger a su candidato presidencial. Cuando tenía la mejor opción para enfrentar a Petro con la senadora María Fernanda Cabal, al final se quedó sin candidato, en una decisión que solo produjo frustración.

Es precisamente en esa encrucijada que se realizaron las elecciones. Surge de nuevo el fantasma de Petro, que amenaza con destruir la nación y lanzarla al abismo con sus propuestas populistas e insensatas, que nos conducirán a la miseria y a la destrucción del tejido empresarial. Sólo la amenaza remota de su triunfo empobrece al País, pues paraliza las inversiones y los negocios, ante la inseguridad jurídica anunciada.

Petro, con su arrogancia y su odio marxista de lucha de clases, anuncia un irracional programa de gobierno en medio de sus frecuentes borracheras y trabas. Expropiar la agroindustria del Valle del Cauca, que es la principal del País; acabar con la producción del petróleo, del carbón y del níquel; multiplicar los subsidios; imprimir moneda para acabar con la pobreza; estatizar la salud y la educación; apropiarse de los fondos de pensiones, que son el ahorro de la clase trabadora; etc.

Promete construir obras que solo caben en historietas de ciencia ficción, pero cuando fue alcalde de Bogotá no ejecutó absolutamente ninguna. Colombia sabe que esas propuestas demagógicas equivalen a disparar un misil para destruir la prosperidad de la nación y precipitarla en la miseria.

Una banda siniestra que destruirá a Colombia

Y como si esto fuera poco, sus co-equiperos en esta aventura siniestra son los políticos más cuestionados, protagonistas de los peores escándalos de corrupción, que han hecho de la política una fuente de enriquecimiento sin límites. Tal es el caso de personajes nefastos como Roy Barreras, Piedad Córdoba, Gustavo Bolívar, Cepeda y Benedetti. Solo imaginar a Colombia gobernado por esta banda ya produce terror. 

¡No es hora para ser optimistas! Es el momento de redoblar los esfuerzos para salvar a Colombia de la debacle que sería el eventual triunfo de Petro. Faltan pocos días para esa fecha decisiva y es necesario que el País se congregue alrededor de una sola candidatura, a pesar de las diferencias, y dotarla de unos cimientos ideológicos y políticos firmes y coherentes. Solo así se podrá dar la batalla por el futuro de Colombia.

Si no lo hacemos, lo lamentaremos por siempre. Los demagogos se convierten en dictadores, y jamás sueltan el poder después de conseguirlo. Ese es el ejemplo de Venezuela y de Cuba.

¡Hay que salvar a Colombia! Esta es una tarea que solo podemos hacer los colombianos. No podemos esperar la ayuda de nadie, y menos en medio de la catástrofe que se vive con la invasión de Ucrania, que amenaza con convertirse en una guerra mucho mayor, que de todas maneras ya desencadenó una crisis mundial irreversible.