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 “La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos”. General Antonio Maceo y Grajales

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

– 28 de julio de 2024 -.

Padre Joaquín Rodriguez

 

Queridos hermanos:

El pasado domingo escuchábamos que Jesús se compadecía de la multitud que lo seguía para escuchar sus palabras porque andaban “como ovejas sin pastor” (Marcos 6, 34). A continuación, leyendo el mismo evangelio, encontramos la primera multiplicación de los panes, de las dos que nos relata San Marcos. A partir de hoy, sin embargo, la liturgia nos presenta el mismo evento en el evangelio según San Juan; este acontecimiento es presentado por el Evangelista como la “Pascua del Pan de Vida” que, a continuación, se extiende en un largo diálogo de Jesús con los “judíos” y los discípulos, sobre el tema que deviene en una profunda catequesis-revelación, sobre la presencia real de Jesús en las especies sacramentales de la celebración eucarística: Jesús, quien nos dará a “comer su carne y beber su sangre”; hecho que sellará en la última Cena del Jueves Santo y perpetuará con el mandato sacramental: “Hagan esto en memoria mía”.

Durante cinco domingos consecutivos recogerá San Juan en el evangelio el sermón de Jesús acerca del pan de vida, que es introducido mediante el relato de la multiplicación de los panes en el desierto (Juan 6, 1-15). Por esta razón, la primera lectura recuerda un milagro semejante, realizado por el profeta Eliseo (II Reyes 4, 42-44).

San Pablo nos invita, en la segunda parte de su carta a los Efesios, a vivir este misterio de unidad como un solo cuerpo que somos en Cristo (Efesios 4, 1-6). Esta enseñanza nos refiere a nuestra nueva condición adquirida en el Bautismo. El Bautismo no sólo nos confiere la nueva vida en Cristo por la acción del Espíritu, sino que nos incorpora a su Cuerpo vivo, que es la Iglesia. En la Iglesia profesamos una sola Fe. Cuando celebramos la Eucaristía manifestamos la plenitud de nuestra pertenencia a Cristo que se realiza y manifiesta en la vida común de la Iglesia: precisamente es eso a lo que nos referimos cuando hablamos de “comunión”; común unión en la vida cotidiana, que se plenifica y manifiesta en la celebración eucarística y la comunión sacramental.

El texto del evangelio según San Juan nos llama a una reflexión profunda que debe comenzar con una búsqueda exegética, para que nos permita penetrar en el misterio revelado y en el significado de nuestra vida en Cristo; para ello, no podemos prescindir de este texto y sus enseñanzas. La vida en Cristo no será en nosotros lo que estemos dispuestos a aceptar en una elección libre y preferencial, sino que supone la “vida que El nos da”, que es El mismo, que comienza con la comunión en su Palabra y culmina con la comunión en su Cuerpo y su Sangre.

Hay un lazo común que une a todos los relatos acerca de este acontecimiento fundacional que es la Eucaristía, en la que Jesús se da como comida y bebida: la compasión por la multitud empobrecida y abandonada por sus pastores. En la plenitud de su entrega por nosotros, Jesús asume su vocación a cumplir la voluntad del Padre como ese “Buen Pastor que da la vida por sus ovejas”. Esa entrega se renueva constantemente en el servicio pastoral que el propio Redentor ofrece y realiza en ese Cuerpo suyo que El mismo constituyó y consagró, y que es su Iglesia.

 

 

 

 

– 21 de julio de 2024 -.

Padre Joaquín Rodriguez

 

“¡Hay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño!” Queridos hermanos: Con estas palabras comienza la primera lectura de este domingo, tomada del Profeta Jeremías (Jer. 23, 1-6); sin dudas, una magnífica introducción al evangelio del día (Marcos 6, 30-34), donde Jesús se hace cargo de la multitud que acude a El porque “andaban como ovejas sin pastor”. – El tema del Buen Pastor que guía y cuida a las ovejas lo encontramos con frecuencia en los profetas; hoy Jeremías nos alerta acerca de los malos pastores, refiriéndose tanto a las autoridades civiles, que en Israel tenían un mandato específico de Dios, como a las religiosas, que habían descuidado la enseñanza de la Ley o la habían convertido en una prisión de preceptos humanos insoportables, olvidando la compasión y la grave responsabilidad que tenían como guías del pueblo y defensores de los débiles.

La justicia de Dios se realiza pasando por el puente del amor y la compasión: “Amor, compasión, misericordia, verdad, equidad”, son palabras que refieren a la aplicación del mandato divino de cuidar la obra salida de las manos de Dios en su creación última y superior que es el Hombre.

El tema del pastor es, en la Biblia, una figura imprescindible para concebir al Dios que se nos revela en las palabras de La Ley y los Profetas: Palabras que señalan una voluntad y el camino para cumplirla, y Palabras que alertan ante el peligro, alientan ante el cansancio y sancionan ante la injusticia. – Cansado de las infidelidades y la desidia de los Pastores que le ha dado, Dios promete a su Pueblo ser, El mismo, su Pastor. Cuando Jesús se define como “El Buen Pastor” está, a su vez, declarando que ha llegado la Salvación de Dios y revelando que El, al ser El Buen Pastor, es ese Dios que cumple sus promesas: Así Jesús es el único Pastor de Israel.

En la Cruz, muriendo por nuestra Redención, Jesús realiza el acto supremo de su misión como Pastor de su Pueblo. Así lo vemos reflejado en la enseñanza de San Pablo en su Carta a los Efesios (Ef. 2. 13-18), donde el Apóstol de los gentiles continúa con su exposición del plan divino: Todos los hombres, judíos o gentiles, se unen a Cristo, que ha sellado con su sangre nuestra paz para con Dios. Con El y en El formamos un solo cuerpo en un mismo Espíritu, que es la Iglesia.

Todos, según nuestro estado de vida y según nuestra profesión o responsabilidad: tanto en la familia como en la sociedad; tanto en la Iglesia como en el mundo civil, militar u ocupando cargos políticos electos, si pretendemos ser y vivir como cristianos, tenemos la obligación de examinarnos ante Dios a la luz de estas enseñanzas y advertencias con que su Palabra ha iluminado nuestra conciencia. Pidamos con humildad de corazón ese don y la bendición de guiar nuestras vidas con esta enseñanza.

Terminemos orando con el Salmo 22, tan querido por los cristianos: “El Señor es mi Pastor, nada me falta: En verdes praderas me hace recostar. Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. -Me guía por sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: Tu vara y su cayado me sosiegan. -Preparas una mesa ante mí enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume y mi copa rebosa. -Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.

 

 

 

– 7 de julio de 2024 -.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

El evangelio de este domingo nos llama a ejercer la virtud de la objetividad, tan humana que con frecuencia se desvirtúa en la práctica debido a nuestra misma condición; ya que la fragilidad adquirida por el pecado (el original y el común, que tanto nos condicionan) nos impulsa con demasiada frecuencia a una actitud contraria a la objetividad e, incluso, a nuestra propia conveniencia. Con frecuencia nos vemos rechazando emocionalmente una gran verdad o, simplemente, una verdad objetiva, por sernos difícil aceptar al mensajero de esa verdad: sea un amigo o un ser querido y de nuestra propia familia; sea un maestro escolar o un predicador de la Palabra, o un profesional de la política, tan omnipresentes, estos últimos, en nuestros días.

Hoy el evangelio no muestra cómo, al mismo tiempo que la doctrina de Jesús y sus milagros suscitaban  admiración en las muchedumbres, sus conciudadanos se endurecían en la incredulidad (Marcos 6, 1-6).

De la misma manera el pueblo de Dios había resistido con frecuencia a su Señor, como podemos ver en la primera lectura profética (Ezequiel 2, 2-5). Esta primera lectura, en el tiempo ordinario, suele ser escogida como anuncio e introducción al tema central del evangelio del día, en el cual podemos encontrar diversos asuntos, que también pueden ser seleccionados para la predicación del día; hoy, evidentemente, la elección se centra en el rechazo de Jesús y de su mensaje, incómodo y vinculante a la vez cuando se trata de la llamada a la conversión.

La respuesta a la llamada a la conversión que, en el lenguaje y camino cristianos, siempre nos orientará a Cristo, podemos verla hoy en el testimonio del apóstol San Pablo hacia el final de su segunda carta a los corintios (II Cor. 12, 7-10): el Apóstol, aun cuando había sido objeto de excepcionales revelaciones por parte del Señor, no por eso sentía menos intensamente su debilidad; esta debilidad es la que le lleva a ponerse por entero en manos de Cristo. Pienso que es casi imposible encontrar un ser humano que se atreva a presumir de sus debilidades con verdadera humildad y no como recurso retórico; toda la vida de Saulo de Tarso después de conocer a Cristo en el camino de Damasco, fue una vida de seguimiento humilde al Maestro y de entrega generosa sin límites a la misión que Cristo le encomendó.

Hoy somos llamados de nuevo a optar por Cristo, a escogerlo como Maestro y Señor con un espíritu de humildad; sólo en ese espíritu podremos seguirlo desde una opción de sabiduría, con auténtica humildad y con la generosidad que su amor suscita en los que creen en El.

– 30 de junio de 2024 - . 

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

“Dios no hizo la muerte”, nos enseña le primera lectura de este domingo (Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-25). Esta breve selección del libro de la Sabiduría, sapiencial de origen griego de la Biblia de los 70, nos guía una profunda y lógica reflexión a partir del propósito divino al crearnos. Pero la envidia del diablo introdujo el elemento disociador y corruptor del pecado, como podemos leer en los relatos parabólicos de los comienzos del libro del Génesis. – La resurrección de Cristo y, con ella, su triunfo sobre el pecado y la muerte son anunciados constantemente en los evangelios por medio de las obras de Jesús, como veremos en el evangelio de hoy. Marcos, el evangelista de este ciclo de lecturas, nos mostrará, a través de dos milagros, este triunfo de quien pasó entre los hombres haciendo el bien.

Apelando a la estrecha relación de afecto y caridad entre el Apóstol y la comunidad que éste ha engendrado por la predicación del Evangelio, San Pablo apela a la generosidad de los Corintios, comunidad donde han abundado los conflictos, pero también los dones espirituales (II Corintios 8, 7-9.

13-15). La solidaridad entre los cristianos tiene un nombre nuevo, evangélico: “fraternidad en la Caridad”. Se trata ahora de socorrer a la Iglesia Madre de Jerusalén en el espíritu del Señor que “siendo rico se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza”; un buen tema de meditación para todo tiempo y circunstancia.

La súplica confiada de Jairo, la confianza de la mujer en el poder salvador de Jesús y las palabras del Maestro, “no temas, basta que tengas fe”, ponen de relieve la fe en que van envueltos los milagros de Cristo. Es esa fe, don de Dios y respuesta del hombre, la que hace perdurar el efecto curativo y resucitador, evitando que el favor y el don recibidos queden en un mero recuerdo, quizás agradecido, pero nebuloso, en un pasado que no salvaría, haciéndonos olvidar que Dios ha pasado por nuestras vidas (Marcos 5, 21-43). Los milagros suponen la fe en Jesús; fe que no es un elemento mágico, sino una disposición de confianza total en Jesús; por eso su presencia debe bastar para dar seguridad de salvación. A partir de la confianza total en Jesús, la fe se irá desarrollando en una libre aceptación de Cristo salvador.

En el camino del relato evangélico podemos ver cómo la esperanza de la mujer es transformada por la acción de la Gracia en vida y salud, sirviéndole a Jairo de iluminación de una fe incipiente que lo llevará a ser testigo del poder del “Dios de la vida”. Así también nosotros, que caminamos en un mundo confuso y descreído, portamos la Luz que es Cristo y, con nuestras obras, servimos la esperanza a la humanidad de nuestro tiempo.

 

 

 

 

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