Eugenio Trujillo Villegas

Director: Sociedad Colombiana Tradición y Acción

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

Apenas han pasado tres semanas desde la posesión del presidente Petro y el balance no puede ser más alarmante. Han sido días de vértigo, marcados por los nombramientos del equipo de gobierno y por las torpes y absurdas declaraciones que hacen. Esos funcionarios solo crean pánico con sus anuncios disparatados, que van en contravía de las necesidades del País. Veamos algunos ejemplos.

FESTÍN DE DECLARACIONES ABSURDAS

El balbuceante ministro de Hacienda, un burócrata de la academia que parece ignorar las más elementales nociones de economía, anuncia una cascada de impuestos confiscatorios que van a conducir a las empresas y al País a la ruina. Ningún empresario nacional o extranjero piensa en hacer nuevas inversiones, mientras el Gobierno anuncia que convertirá a Colombia en una nueva Corea del Sur, empleando la receta económica de Cuba y de Venezuela.

La ministra de Minas y Energía, una filósofa estudiosa de las entelequias del marxismo, no sabe para qué sirven el gas y el petróleo, ni el impacto que producen en la economía. Propone acabar su exploración y producción con el demencial y falso pretexto de proteger el medio ambiente. Según ella, cuando estos recursos se agoten, que será pronto, serán importados de Venezuela. Ella cree que comprándolos en la republiqueta de Maduro y sus secuaces, con dinero que no tenemos, dejarán de producir los aludidos daños ambientales. 

HUMILLACIÓN A LAS FUERZAS ARMADAS

El ministro de Defensa, quien es el mayor enemigo de la Policía y de las Fuerzas Armadas, comienza su mandato destituyendo 52 generales. Y como si eso no produjera ningún malestar en el País, a los pocos días anuncia la destitución de otros 13, sencillamente porque se le antoja hacerlo, y porque el nuevo Gobierno decidió humillar y doblegar a las Fuerzas Armadas.  

Al mismo tiempo que se desata una purga inaudita en el estamento militar y policial, es nombrado un ex guerrillero del M 19 en la Dirección Nacional de Inteligencia, cargo para el cual no tiene mérito ni preparación alguna.   

Igualmente, otro ex guerrillero del M-19 fue nombrado en la Unidad Nacional de Protección, el organismo encargado de velar por la seguridad de las muchas personas amenazadas en Colombia. Si fuera verdad que Santos hizo la paz con la guerrilla, esa entidad no se necesitaría, pues se supone que viviríamos en paz, aunque la realidad es lo contrario. Pero ahora las funciones de ese organismo son otras, y están destinadas a proteger a centenares de funcionarios públicos corruptos y a guerrilleros supuestamente pacificados. Cada uno de estos reyezuelos necesita para su protección personal una flotilla de costosas camionetas blindadas y un ejército de escoltas y conductores.

SE RADICALIZAN LAS INVASIONES

La ministra de agricultura, que a pesar de su larga vida todavía no sabe que los indígenas no cultivan nada, ahora pretende entregarles las tierras más productivas del País, que son las del norte del Cauca y el Valle del Cauca. La narrativa marxista afirma que esas tierras les fueron arrebatadas a los indígenas hace 500 años y entonces ahora hay que devolverlas. Y lo están haciendo con rapidez, pues en las últimas semanas los indígenas invadieron unas 5.000 hectáreas sembradas en caña, y anunciaron que por ahora quieren otras 40.000. ¡La realidad es que las quieren todas! ¡Pareciera que este Gobierno va a erradicar primero los cultivos de caña de azúcar que los de coca!

La ministra de Salud propone liquidar las EPS (Entidades Prestadoras de Salud) privadas, que son eficientes y han hecho del sistema de salud colombiano uno de los mejores del mundo, para reemplazarlo por un sistema estatal, con médicos que vendrán de Cuba. 

El ministro de Justicia anuncia que se pondrá en práctica conciliaciones entre víctimas y ladrones con el fin de desocupar las cárceles, en una declaración que no sabemos si produce risa o vergüenza, mientras que la criminalidad está desbordada y fuera de control.     

Y aunque los ejemplos podrían ser muchos más, esta es apenas una pequeña muestra de la triste realidad de Colombia. Vamos como el Titanic, navegando rumbo a mares tormentosos, comandados por una tripulación que no sabe lo que es un barco, con un vigía ciego, con los depósitos de combustible vacíos, con los sistemas de comunicación apagados y sin que nadie indique con claridad el rumbo a seguir.

Justo al comenzar la travesía, el capitán del barco se reúne con los representantes de los pasajeros para darles a conocer las maravillas del viaje. Después de hacerlos esperar varias horas, les dice que pueden dormir tranquilos, pues él está implementando todas las medidas que han conducido a miles de barcos hacia el fondo del mar. Que habrá poca comida durante el viaje para que no se enfermen; que la comida chatarra se pondrá muy cara gracias a los nuevos impuestos, para disminuir su consumo; y que mientras los pasajeros tengan hambre apoyarán incondicionalmente al capitán del barco, pues él es quien raciona y reparte la comida. ¡Y todos aplauden! 

Mientras esto acontece, los pasajeros observan la situación sin ningún tipo de alarma, pues el viaje apenas comienza. Unos pocos expresan alguna preocupación, pero sus voceros los invitan a la calma, pues por ahora todos bailan y toman whisky. Ya veremos lo que pasará cuando aparezcan las tormentas y se den cuenta que la tripulación no tiene ninguna preparación para enfrentarlas.

Como son optimistas y creen que el barco es indestructible, no hay botes ni chalecos salvavidas, pues eso les parece innecesario. Así, sin quererlo y sin saberlo, estamos embarcados en la misma historia del Titanic. ¡Esa es Colombia! ¡Y eso que apenas llevamos tres semanas “viviendo sabroso”!