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 “La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos”. General Antonio Maceo y Grajales

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Por George Chaya

INFOBAE

 

Una solución de dos Estados es la única estrategia históricamente válida y culturalmente viable para alcanzar cualquier acuerdo, el problema es si realmente la parte palestina quiere realmente construir su estado, algo que su clase política no ha sabido lograr, a través del rechazo primero, y al escoger la lucha armada como expresión violenta de su voluntad para alcanzarlo, después.

A desde mediados del siglo XX -tomando un punto de partida y elaborar una linea temporal evaluando el pasado- podemos ver qué nos dice la historia sobre el gran controversial palestino israelí del presente. Pero también debemos remontarnos a los tiempos en que los imperios europeos-cristianos y otomano-musulmán colapsaron a principios del siglo XX, cuando se produjo la creación de los Estados-nación de Oriente Medio y el norte de África cuando nacieron 37 países de mayoría musulmana y un país de mayoría judía.

Durante todo el tiempo anterior la pregunta era y para muchos continua siendo ¿Quiénes son los pueblos originarios de la región que configuraba el Mandato Británico, los judíos o los árabes? La respuesta va a estar en relación directa a cómo sea interpretada la historia. Los distintos puntos de partida y las posiciones radicalmente distintas invocadas por ambas partes todavía insuflan el terrible conflicto actual.

La creación de los países islámicos ha sido celebrada fuera de cualquier controversia, al tiempo que el Estado judío fue atacado reiteradas oportunidades. Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial se conoció lo que fue el Holocausto nazi, donde el 65% de los judíos europeos fueron asesinados, la fundación del Estado moderno de Israel en 1948 configuró una renovada esperanza para los judíos sobrevivientes a esos crímenes y al mismo tiempo estimulo el rechazo y la ira de los árabes. Los dos grupos se definían como legítimos herederos de su tierra y ambos la reclamaban desde el río Jordán al mar Mediterráneo.

La Comisión Peel en 1937 y las Naciones Unidas en 1947 propusieron una partición dividiendo la tierra entre residentes judíos y árabes de Palestina. El informe Peel destacó los derechos de los judíos a la tierra en función de antigua conexión histórica. El liderazgo político judío aceptó, la dirigencia política árabe rechazó esa y otras opciones que se generaron en el tiempo.

Sin embargo, mas allá de la asimetría en la real politik actual, si el punto de partida es fijado entre 1947-48, resulta complejo aseverar qué grupo era indígena ya que ambos habían vivido en la misma tierra durante siglos, lo que dio lugar a que la ONU reconociera los reclamos de cada uno.

Si fuéramos más hacia atrás en el tiempo, el término “palestino” comenzó a ser utilizado en idioma inglés y francés entre 1870 y 1872 para referirse de igual manera a los habitantes judíos como a los árabes de esa extensión de tierra. Entre 1886 y hasta el principios de la Primera Guerra Mundial (1914), en respuesta al antisemitismo en auge y a los graves pogromos en Europa y el norte de África, más de 70.000 judíos de la diáspora regresaron y se establecieron en su tierra ancestral, mientras que entre 1931 y 1939, otros 250.000 judíos llegaron como refugiados de la preocupante amenaza del nacional- socialismo alemán.

No obstante, si nos remontamos a mayor tiempo atrás, por ejemplo, en el año 638 d. C., los árabes llegaron a Palestina y conquistaron a los judíos originarios que vivían allí. Durante los siguientes trece siglos, árabes y judíos vivieron juntos, compartieron el comercio y hasta se casaron entre sí, mientras varios imperios gobernaban su tierra compartida.

Con la conquista de Jerusalén por parte de los cruzados cristianos en 1.099 para recuperarla de los musulmanes, mataron a árabes palestinos y judíos sin distinción entre ellos. Antes que eso ocurriera, unos 3.000 años atrás, los judíos ya habían establecido un reino de Israel en el norte (Samaria) y un reino de Judá al sur que incluía prácticamente el mismo espacio que el Israel actual. Ellos sobrevivieron como estados independientes durante los siguientes 300 años. A partir de entonces, la tierra atrajo a una serie diversa de invasores de la historia antigua: asirios, babilonios, persas, griegos y romanos, seguidos de árabes, turcos seléucidas, egipcios y otros. Así, los judíos se convirtieron en un pueblo de diáspora global en virtud de que esos invasores los expulsaban una y otra vez de su tierra natal en Oriente Medio.

A principios del Siglo II d. C. los invasores romanos vencieron a los judíos rebeldes y cambiaron el nombre de Judea por el de Siria-Palestina. Como sugiere este cambio de nombre, de ese modo, Palestina nunca fue un país, sí fue una provincia alejada del imperio romano. Anteriormente, judíos y musulmanes -y también cristianos- respetaron a Abraham, al patriarca judío. Todos están de acuerdo en que el dios monoteísta que adoran otorgó la tierra entre el río Jordán y el mar Mediterráneo a Abraham y sus descendientes. Sin embargo, musulmanes y judíos nunca han estado de acuerdo sobre quiénes son sus verdaderos descendientes.

Los judíos fundamentan su ascendencia en Isaac, hijo de Abraham y su esposa Sara, priorizando así la línea matriarcal de la legitimidad. Los musulmanes remontan su ascendencia a Ismael, hijo de Abraham con Agar (la sierva de Sara) priorizando de tal modo la línea patriarcal para reclamar su posición de legitimidad.

Tal controversia sobre la legitimidad genealógica, unida al hecho de que no ha existido en el país ni un estado autónomo judío árabe desde que los romanos derrotaron a los judíos en el año 135 d. C., abonó el terreno a uno de los mayores conflictos de la historia.

El Reino Unido fue la última potencia colonial regional que trabajó conjuntamente con la ONU para formular un plan de partición y dividir la tierra entre los herederos de toda la vida (los judíos) y sus vecinos de toda la vida (los árabes) y fue allí cuando comenzó la etapa moderna de lo que conocemos como conflicto palestino israelí.

No cabe duda que el actual escenario de hostilidades depende de cómo se interpreta la historia en virtud de que musulmanes y judíos no están de acuerdo sobre ella, la que en este caso puntual no es sólo un conjunto de hechos verídicos y cronológicos del pasado. En este controversial, la historia es una selección, un relato a menudo politizado de esos hechos. Lo cual queda en evidencia cuando se eligen diferentes puntos de partida y se narran tales hechos de manera diferente, es allí donde surge y se profundiza el conflicto.

Cuando la política se transforma en un juego de suma cero, sólo un grupo gana y el otro pierde, esto no es solo por el poder militar de una de las partes sino por la narrativa violenta y la malversación de la historia politizada en extremo por medio de la propaganda tergiversada. Esa fórmula es la que ha excluido por años soluciones equitativas y justas. Una solución en la que todos ganen, en lugar de que el ganador se lo lleve todo ofrece el único camino justo a seguir. Las historias conflictivas invocadas por árabes y judíos indican que una solución de dos Estados es la única estrategia históricamente válida y culturalmente viable para alcanzar cualquier acuerdo, el problema es si realmente la parte palestina quiere realmente construir su estado, algo que su clase política no ha sabido lograr ya sea a través del rechazo primero y al escoger la lucha armada como expresión violenta de su voluntad para alcanzarlo, después.

Las guerras modernas de los estados árabes sobre Israel han buscado la destrucción del Estado judío en no menos de seis oportunidades, pero no lo han logrado y difícilmente ese ideal de construcción basado en la guerra a través del método reiterado de la violencia sea la solución para que los palestinos alcancen a conformar el suyo. No hay duda que la legitimidad de las reivindicaciones históricas de ambos grupos sobre la indigeneidad en Palestina presupone abandonar el modelo de suma cero que es la resultante del terrorismo y la guerra.

Hoy parece muy lejos una solución viable de dos Estados, mas aun cuando el terrorismo y la violencia bloquea la realidad histórica de ambos grupos que -históricamente- han compartido ese espacio territorial como lo han hecho durante siglos (en relativa paz), la historia nos recuerda que pueden volver a hacerlo y que para que ello ocurra lo que la comunidad internacional debe hacer en ayuda de ambos grupos involucrados es extirpar el terrorismo y la violencia mas allá de cualquier retorica reivindicativa que menciona anomalías que se transmiten a sus generaciones por últimos 75 años.

https://www.infobae.com/america/mundo/2023/12/30/la-historia-es-el-primer-elemento-para-solucionar-el-conflicto-palestino-israeli/

 

 

Por George Chaya

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Una solución de dos Estados es la única estrategia históricamente válida y culturalmente viable para alcanzar cualquier acuerdo, el problema es si realmente la parte palestina quiere realmente construir su estado, algo que su clase política no ha sabido lograr, a través del rechazo primero, y al escoger la lucha armada como expresión violenta de su voluntad para alcanzarlo, después.

A desde mediados del siglo XX -tomando un punto de partida y elaborar una linea temporal evaluando el pasado- podemos ver qué nos dice la historia sobre el gran controversial palestino israelí del presente. Pero también debemos remontarnos a los tiempos en que los imperios europeos-cristianos y otomano-musulmán colapsaron a principios del siglo XX, cuando se produjo la creación de los Estados-nación de Oriente Medio y el norte de África cuando nacieron 37 países de mayoría musulmana y un país de mayoría judía.

Durante todo el tiempo anterior la pregunta era y para muchos continua siendo ¿Quiénes son los pueblos originarios de la región que configuraba el Mandato Británico, los judíos o los árabes? La respuesta va a estar en relación directa a cómo sea interpretada la historia. Los distintos puntos de partida y las posiciones radicalmente distintas invocadas por ambas partes todavía insuflan el terrible conflicto actual.

La creación de los países islámicos ha sido celebrada fuera de cualquier controversia, al tiempo que el Estado judío fue atacado reiteradas oportunidades. Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial se conoció lo que fue el Holocausto nazi, donde el 65% de los judíos europeos fueron asesinados, la fundación del Estado moderno de Israel en 1948 configuró una renovada esperanza para los judíos sobrevivientes a esos crímenes y al mismo tiempo estimulo el rechazo y la ira de los árabes. Los dos grupos se definían como legítimos herederos de su tierra y ambos la reclamaban desde el río Jordán al mar Mediterráneo.

La Comisión Peel en 1937 y las Naciones Unidas en 1947 propusieron una partición dividiendo la tierra entre residentes judíos y árabes de Palestina. El informe Peel destacó los derechos de los judíos a la tierra en función de antigua conexión histórica. El liderazgo político judío aceptó, la dirigencia política árabe rechazó esa y otras opciones que se generaron en el tiempo.

Sin embargo, mas allá de la asimetría en la real politik actual, si el punto de partida es fijado entre 1947-48, resulta complejo aseverar qué grupo era indígena ya que ambos habían vivido en la misma tierra durante siglos, lo que dio lugar a que la ONU reconociera los reclamos de cada uno.

Si fuéramos más hacia atrás en el tiempo, el término “palestino” comenzó a ser utilizado en idioma inglés y francés entre 1870 y 1872 para referirse de igual manera a los habitantes judíos como a los árabes de esa extensión de tierra. Entre 1886 y hasta el principios de la Primera Guerra Mundial (1914), en respuesta al antisemitismo en auge y a los graves pogromos en Europa y el norte de África, más de 70.000 judíos de la diáspora regresaron y se establecieron en su tierra ancestral, mientras que entre 1931 y 1939, otros 250.000 judíos llegaron como refugiados de la preocupante amenaza del nacional- socialismo alemán.

No obstante, si nos remontamos a mayor tiempo atrás, por ejemplo, en el año 638 d. C., los árabes llegaron a Palestina y conquistaron a los judíos originarios que vivían allí. Durante los siguientes trece siglos, árabes y judíos vivieron juntos, compartieron el comercio y hasta se casaron entre sí, mientras varios imperios gobernaban su tierra compartida.

Con la conquista de Jerusalén por parte de los cruzados cristianos en 1.099 para recuperarla de los musulmanes, mataron a árabes palestinos y judíos sin distinción entre ellos. Antes que eso ocurriera, unos 3.000 años atrás, los judíos ya habían establecido un reino de Israel en el norte (Samaria) y un reino de Judá al sur que incluía prácticamente el mismo espacio que el Israel actual. Ellos sobrevivieron como estados independientes durante los siguientes 300 años. A partir de entonces, la tierra atrajo a una serie diversa de invasores de la historia antigua: asirios, babilonios, persas, griegos y romanos, seguidos de árabes, turcos seléucidas, egipcios y otros. Así, los judíos se convirtieron en un pueblo de diáspora global en virtud de que esos invasores los expulsaban una y otra vez de su tierra natal en Oriente Medio.

A principios del Siglo II d. C. los invasores romanos vencieron a los judíos rebeldes y cambiaron el nombre de Judea por el de Siria-Palestina. Como sugiere este cambio de nombre, de ese modo, Palestina nunca fue un país, sí fue una provincia alejada del imperio romano. Anteriormente, judíos y musulmanes -y también cristianos- respetaron a Abraham, al patriarca judío. Todos están de acuerdo en que el dios monoteísta que adoran otorgó la tierra entre el río Jordán y el mar Mediterráneo a Abraham y sus descendientes. Sin embargo, musulmanes y judíos nunca han estado de acuerdo sobre quiénes son sus verdaderos descendientes.

Los judíos fundamentan su ascendencia en Isaac, hijo de Abraham y su esposa Sara, priorizando así la línea matriarcal de la legitimidad. Los musulmanes remontan su ascendencia a Ismael, hijo de Abraham con Agar (la sierva de Sara) priorizando de tal modo la línea patriarcal para reclamar su posición de legitimidad.

Tal controversia sobre la legitimidad genealógica, unida al hecho de que no ha existido en el país ni un estado autónomo judío árabe desde que los romanos derrotaron a los judíos en el año 135 d. C., abonó el terreno a uno de los mayores conflictos de la historia.

El Reino Unido fue la última potencia colonial regional que trabajó conjuntamente con la ONU para formular un plan de partición y dividir la tierra entre los herederos de toda la vida (los judíos) y sus vecinos de toda la vida (los árabes) y fue allí cuando comenzó la etapa moderna de lo que conocemos como conflicto palestino israelí.

No cabe duda que el actual escenario de hostilidades depende de cómo se interpreta la historia en virtud de que musulmanes y judíos no están de acuerdo sobre ella, la que en este caso puntual no es sólo un conjunto de hechos verídicos y cronológicos del pasado. En este controversial, la historia es una selección, un relato a menudo politizado de esos hechos. Lo cual queda en evidencia cuando se eligen diferentes puntos de partida y se narran tales hechos de manera diferente, es allí donde surge y se profundiza el conflicto.

Cuando la política se transforma en un juego de suma cero, sólo un grupo gana y el otro pierde, esto no es solo por el poder militar de una de las partes sino por la narrativa violenta y la malversación de la historia politizada en extremo por medio de la propaganda tergiversada. Esa fórmula es la que ha excluido por años soluciones equitativas y justas. Una solución en la que todos ganen, en lugar de que el ganador se lo lleve todo ofrece el único camino justo a seguir. Las historias conflictivas invocadas por árabes y judíos indican que una solución de dos Estados es la única estrategia históricamente válida y culturalmente viable para alcanzar cualquier acuerdo, el problema es si realmente la parte palestina quiere realmente construir su estado, algo que su clase política no ha sabido lograr ya sea a través del rechazo primero y al escoger la lucha armada como expresión violenta de su voluntad para alcanzarlo, después.

Las guerras modernas de los estados árabes sobre Israel han buscado la destrucción del Estado judío en no menos de seis oportunidades, pero no lo han logrado y difícilmente ese ideal de construcción basado en la guerra a través del método reiterado de la violencia sea la solución para que los palestinos alcancen a conformar el suyo. No hay duda que la legitimidad de las reivindicaciones históricas de ambos grupos sobre la indigeneidad en Palestina presupone abandonar el modelo de suma cero que es la resultante del terrorismo y la guerra.

Hoy parece muy lejos una solución viable de dos Estados, más aun cuando el terrorismo y la violencia bloquea la realidad histórica de ambos grupos que -históricamente- han compartido ese espacio territorial como lo han hecho durante siglos (en relativa paz), la historia nos recuerda que pueden volver a hacerlo y que para que ello ocurra lo que la comunidad internacional debe hacer en ayuda de ambos grupos involucrados es extirpar el terrorismo y la violencia más allá de cualquier retorica reivindicativa que menciona anomalías que se transmiten a sus generaciones por últimos 75 años.

https://www.infobae.com/america/mundo/2023/12/30/la-historia-es-el-primer-elemento-para-solucionar-el-conflicto-palestino-israeli/

 

 

Por George Chaya

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La violencia en el lenguaje y los discursos de manifestantes pro-palestinos cuya estrategia se observa en distintos niveles de Institutos educativos y Universidades toman día a día posiciones más virulentas. Esto esta sucediendo tanto en Estados Unidos, como en Europa y América Latina.

El ataque terrorista ejecutado por la organización palestina Hamas el 7 de octubre pasado ha puesto en superficie posiciones desencontradas no solo en la opinión pública a nivel internacional, también en autoridades académicas, profesores y estudiantes, quienes están exhibiendo posturas disimiles respecto de dónde debe marcarse la frontera entre el discurso objetivo y las expresiones del fanatismo y sus amenazas.

La violencia en el lenguaje y los discursos de manifestantes pro-palestinos cuya estrategia se observa en distintos niveles de Institutos educativos y Universidades toman día a día posiciones más virulentas para confrontar el llamado anti-sionismo, -que no es mas que la piedra arrojadiza y la expresión encubierta utilizada por los revoltosos para no ser considerados antisemitas- están dando lugar a demandas de políticas educativas que, en la mayoría de los casos, confrontan con los valores de la libertad de cátedra y de expresión. Esto esta sucediendo tanto en Estados Unidos, como en Europa y América Latina.

No cabe duda que la dialéctica y la retórica que fracturó los claustros universitarios con afirmaciones de que Israel es un Estado de apartheid, colonialista y genocida contra los palestinos tiene origen en la profunda ignorancia sobre el conflicto cuyas sus raíces están ancladas en el activismo político tanto de la extrema izquierda anti-Occidental como de la extrema derecha, y desde luego por grupos favorables al integrismo radical como el movimiento de boicot, desinversión y sanciones (conocido por su sigla BDS).

Para el primer caso, las razones son tan conocidas como quienes lideran y llevan adelante tales campañas en distintos lugares del mundo. En el segundo punto, el que refiere al BDS, los defensores del boicot describen sus acciones como una campaña de presión económica sobre Israel para que se retire de los territorios en disputa y respete la exigencia de varias generaciones de palestinos considerados refugiados permitiendo el regreso a sus aldeas y pueblos.

Los críticos a la propaganda anti-israelí condenan -con razones validas- estos dos puntos como un intento claramente antisemita por deslegitimar la existencia misma del Estado de Israel y como un ataque contra los judíos del mundo que defienden su derecho a existir como Hogar Nacional Judío.

Lo cierto es que el resultado económico del boicot (BDS) ha sido insignificante en términos económicos, aunque captó suficientes adherentes en los ámbitos académicos y educativos en distintas Universidades que apoyan el boicot a Instituciones educativas y Universidades israelíes. Estos grupos, conformados por activistas y estudiantes suelen impulsan resoluciones de desinversión y repudios constantes, participan anualmente de la Semana del Apartheid anti-Israel, organizan distintos tipos de protestas por el trato que reciben los palestinos y reivindican las políticas del regreso a las fronteras de 1967, cuando no a las previas al 14 de mayo de 1948.

Sin embargo, el BDS no es un movimiento nuevo, ya en 2017, comenzó a publicitar y promover denuncias culpando Israel por lo que denominó represión colectiva o castigo masivo y aislamiento de los palestinos por las acciones de grupos “resistentes minúsculos”. A pesar de ello, en países europeos (España y Francia) y Latinoamericanos (Chile, Nicaragua, Venezuela, Bolivia y Cuba) se le debe reconocer ciertos éxitos. No obstante, en Estados Unidos la administración del ex-presidente Donald Trump como la actual del presidente Joe Biden han condenado al BDS y sus violaciones a distintas leyes federales que exigen a los contratistas gubernamentales no boicotean a Israel o prohíben a las empresas que apoyan al BDS recibir contratos de parte del gobierno.

Aun así, en las últimas semanas, según los combates en Gaza se fueron profundizando, varios grupos poco organizados se han convertido en fuertes representantes del BDS e intentan arrojar combustible al fuego llevados por su ideología y antisemitismo, aunque sus partidarios insisten en que el BDS es una acción directa para proteger los derechos de los palestinos. Sin embargo, la opinión publica en general ha entendido después de los brutales crímenes cometidos por Hamas el 07 de Octubre, que el BDS no es mas que un esfuerzo antisemita innegable para eliminar a Israel como Estado Judío tanto en su estrategia como en sus tácticas y retórica.

En el caso de las Universidades estadounidenses aunque al principio el BDS tuvo algún avance, a medida que creció su virulencia dialéctica, crecieron con ella las demandas para suprimir el antisemitismo. Los funcionarios del gobierno han avisado que retiraran fondos a las Universidades que difundan y estimulen el discurso de odio de Hamas y otros grupos terroristas que profundizan el antisemitismo. Ante esos hechos, la oficina del Departamento de Educación en Washington abrió investigaciones sobre el antisemitismo que incluye a un número cada vez mayor de Universidades quienes con el apoyo de donantes y ex-alumnos han exigido políticas universitarias que prohíban el odio, las amenazas y la violencia que disemina el yihadismo militante que se ha extendido en distintas casas de estudios.

La controversia sobre el apoyo militante a grupos terroristas y al BDS debe servir como recordatorio, especialmente en el critico momento actual de recrudecimiento de las acciones militares, del enorme desafío que enfrentan la educación y las Universidades, que deben cumplir con el imperativo mas alto, que es el de formar y sacar a las personas de la ignorancia, elemento este que es la piedra fundamental donde nace y se expande el yihadismo radical.

Educar es la mejor y única manera de desarticular el discurso de odio y violencia -aun cuando sea un discurso protegido o encubierto por instituciones comunitarias- puesto que ataca la dignidad y el valor de quienes son objeto de él, al tiempo que socava el sentido de seguridad física y emocional de las personas, por lo tanto, es enemigo de la libertad de cátedra y el libre aprendizaje de las sociedades democráticas occidentales.

https://www.infobae.com/america/mundo/2023/12/23/la-operacion-militar-en-gaza-renueva-el-antisemitismo-y-el-boicot/

 

 

Por George Chaya

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Alemania, Bélgica, España, Reino Unido, Francia y Bulgaria han sido los países más castigados por el flagelo terrorista del integrismo.

En las ultimas dos décadas las distintas guerras en Oriente Medio han disparado ataques terroristas sangrientos en Europa y otras partes del mundo. De igual manera ocurrió en cada guerra entre distintos grupos palestinos contra Israel, lo propio se manifestó durante las primaveras árabes en 2011 y se extendió rápidamente con el emerger del ISIS en Irak y Siria. Alemania, Bélgica, España, Reino Unido, Francia y Bulgaria han sido los países más castigados por el flagelo terrorista del integrismo. La gran cantidad de ataques dio lugar a distintos debates dentro de la Unión Europea (UE) y al interior de las distintas agencias de seguridad de los países miembros. En concordancia con lo anterior, los acontecimientos actuales en Gaza exacerban este tipo de situaciones.

Los años pasaron y los problemas no se resolvieron, aunque el debate no perdió impulso y la discusión fluctuó según el color político de los gobiernos de turno en los distintos países, muchos de ellos soslayaron el impacto de la creciente inmigración musulmana generada por las mal llamadas “primaveras árabes” que empujaron a cientos de miles personas a buscar refugio de las distintas guerras civiles en sus países de origen.

Si trazamos una linea de tiempo, es claro que el centro del debate corre en desventaja con la expansión del terrorismo dentro de Europa. Los ataques que han tenido lugar son prueba palmaria de ello. Sin embargo, ni EE.UU. ni América Latina no están exentos del mismo problema. Pero ha sido la elite europea-progresista la que acompañó por mucho tiempo el discurso de políticas multiculturalistas a través de un debate muy básico y simplista cuando todo indicaba que esas políticas habían fracasado en la correlación existente entre radicalización y terrorismo yihadista. Aun así, mucha dirigencia europea ignoró el problema de la migración descontrolada y el crecimiento del yihadismo radical de “cosecha propia”, tanto o más peligroso que el terrorismo importado.

Esta semana, Francia padeció dos ataques de esa naturaleza, tres personas fueron asesinadas a manos de yihadistas favorables a Hamás, la respuesta de las fuerzas de seguridad fue la detención de los atacantes pero los comunicados oficiales indicaron lo mismo de siempre (ambos perpetradores padecen de desequilibrio mental), no obstante, los crímenes ya estaban consumados.

Analizando el debate europeo se observa claramente que se debilitó y marcó un penoso tiempo perdido. Así, cualquier conclusión final a la que se arribe muestra que las políticas de la multiculturalidad han llegado a un final decepcionante a pesar de las marcadas y saludables diferencias existentes entre algunos dirigentes, Merkel no fue Zapatero y actualmente Scholz no es Pedro Sánchez, para suerte de los alemanes e infortunio de los españoles.

Sin embargo, hoy el terrorismo global y las estrategias europeas contra la amenaza terrorista de los jóvenes musulmanes de segunda y tercera generación nacidos en Europa van por caminos diferentes y en Francia continúan sin ser comprendidos en su magnitud por su dirigencia. Tampoco los británicos lo comprendieron hasta que los autobuses de la English Company volaron en pedazos el 07 de Julio en Londres matando a 52 personas y dejando más de 650 heridos en lo que constituyó el primer caso de terrorismo “de cosecha propia”, ya que los 4 perpetradores (que se inmolaron en el ataque) eran nacidos en Gran Bretaña.

Estos ataques ocurridos años atrás, pero también los dos de esta semana en Francia -y la cantidad de otros golpes ejecutados en el tiempo- abren inevitablemente un gran interrogante sobre: ¿Cuál es la estrategia de lucha contra la segunda y tercera generación de yihadistas por parte de la dirigencia europea en su combate contra el terrorismo? Si para responder esta pregunta tomamos el modelo español de Pedro Sánchez, la respuesta será lamentable, salvo casos aislados, no hay estrategia alguna. Por tanto es impropio hablar de una estrategia europea cohesionada de lucha contra el integrismo ya que cada país emplea diferentes estrategias que son la consecuencia de su historia, su marco legal y su percepción de la amenaza.

Es cierto que la Unión Europea lleva adelante un esfuerzo sostenido intentando coordinar acciones prácticas en la lucha contra el terrorismo, pero hay diferencias no zanjadas que se manifiestan en la propia política exterior de sus miembros, algunos de los cuales están influenciados por la guerra en curso entre el terrorismo de Hamás e Israel o por otros crímenes como el tráfico de estupefacientes proveniente de África, Latinoamérica, Afganistán e incluso de Pakistán; por lo que deben asumir un nuevo compromiso en sus políticas de seguridad dadas las enormes diferencias en términos de políticas internas de algunos países como Italia o Hungría, que han adoptado una legislación dura que parece inconcebible en Francia o España, lo que hace difícil hablar de una estrategia europea cohesionada.

También es justo señalar, que gracias al esfuerzo de instituciones supranacionales existe cierta cooperación positiva de las autoridades en distintos niveles de información entre los responsables de inteligencia de distintos países. Sin embargo, hay diferencias jurídicas, políticas y culturales que impiden la formación de una estrategia unificada, lo que es altamente negativo.

Lo adecuado ante el flagelo sería que Bruselas señale un marco general claro donde cada país aplique su propia política anti-terrorista, pero con bases fundadas en un criterio a nivel continental, ya que es allí donde el sistema parece no estar funcionando, prueba de ello son las decenas de ataques que se han visto en los últimos años en varios países europeos por un marco legal cuestionable. Sin embargo, actualmente, la amenaza para Europa es interna y de cosecha propia.

Desde la década de 1980 muchos radicales ingresaron ilegalmente al continente desempeñando un papel decisivo al construir redes que se mantienen activas en España, Inglaterra, Suecia, Alemania, Francia, Países Bajos, Bélgica y ahora también en Kosovo. A diario se observa sus militantes cometer destrozos en las calles de Londres, París o Estocolmo. También hay indicios concretos de que algunos grupos terroristas se han involucrado en el contrabando de inmigrantes ilegales hacia Europa y utilizan la ganancia económica para financiar actividades terroristas.

En la mayoría de países europeos gran parte de los involucrados en actividades terroristas de inspiración yihadista “son hijos de segunda y de tercera generación de inmigrantes musulmanes desplazados de sus países por diferentes guerras”, a ello hay que sumarle un número en ascenso de conversos europeos, pero lo mas relevante es que esas personas nacidas en Europa disponen de pasaportes comunitarios. Así, los europeos están equivocándose al enfocar el problema sólo como una amenaza externa o de control fronterizo. La amenaza real para Europa es interna y es su segunda y tercera generación de yihadistas con la que convive dentro de sus fronteras. Europa no debe ignorar a sus ciudadanos nativos que se radicalizan en sus propias ciudades y viajan libremente sin llamar la atención en toda la zona Schengen utilizando sus propios pasaportes europeos legales. Ante esta realidad, tarde o temprano Europa tendrá que enfrentarse al aumento de su población musulmana como una cuestión central en relación con su identidad cultural, social y política. Ello traerá inevitables divisiones étnico-religiosas en el mediano plazo y las antiguas divisiones que generaron conflictos en los siglos pasados revivirán, por lo que es un tema crítico que debe ser abordado con seriedad si se desea evitar mayores males.

Algunos analistas y dirigentes políticos han manifestado descreimiento sobre el terrorismo como un fenómeno ampliado y lo ubican dentro de cuestiones reivindicativas, esto es un grave error, como lo desarrolle en mi libro “La Yihad Global el Terrorismo del Siglo XXI, el fenómeno no es sino la punta de un gran iceberg y la manifestación visible de un problema ideológico mucho más profundo que forma parte de una ideología puesta en acción, un dogma cuyos criterios son absolutamente incompatibles con la democracia y los valores occidentales. Sin embargo, el mayor problema que plantea el integrismo-político es que adquiere el disfraz del Islam como religión usurpando así la fe de muchos musulmanes en mezquitas y organizaciones comunitarias. Esto es lo que ingenuamente no comprenden muchos europeos, cuando existen sobradas razones que muestran al integrismo yihadista como incompatible con la democracia.

En Países Bajos se realizó una consulta reciente sobre 1.500 musulmanes, los resultados indicaron que 8 de cada 10 en privado y bajo anonimato responden que no apoyan la violencia integrista, pero la respuesta suele no ser la misma en una mezquita delante de su líder religioso.

Muchos políticos, académicos y expertos estimulan la necesidad de imponer el modelo multicultural de integración que en gran medida se aplica en Europa, ellos sostienen que el multiculturalismo debe implicar el tratamiento de las personas por igual a pesar de las diferencias, eso es incuestionable en cuanto a los derechos de las personas que observan sus obligaciones y deberes en las sociedades en las que viven. Sin embargo, en los últimos años una gran mayoría de ciudadanos europeos creen que las conductas problemáticas nacen desde dentro de las comunidades musulmanas donde ha hecho pie la radicalización, y no porque la gran mayoría de los musulmanes lo desee o adhiera al radicalismo militante, sino por las presiones y el espacio ganado por los radicales dentro de sus ámbitos comunitarios. Esos pensamientos de los europeos no deben ser considerados racistas ni islamófobos ya que tienen razones para pensar así en virtud de los numerosos ataques terroristas en su suelo; deben ser vistos en el marco de un primer paso necesario hacia la creación de sociedades cohesionadas.

Lamentablemente las cuestiones relacionadas con la integración y el radicalización han sido ignoradas o minimizadas demasiado tiempo. Tradicionalmente, la izquierda lo hizo desde su creencia en el marco de la multiculturalidad. En tanto que la derecha se abstuvo de hacer frente al problema -sea por corrección política o por ubicarse en posiciones de centro-derecha- por el temor a perder votantes musulmanes (un electorado cada vez mayor) que generalmente ha evitado a los partidos conservadores y de derecha.

En este escenario no es sencillo proyectar que sucederá en los próximos años. Pero evitar el debate sobre la inmigración descontrolada, la integración y el fundamentalismo no será una solución que lleve por buen camino a las democracias occidentales.

https://www.infobae.com/america/mundo/2023/12/09/europa-debe-consensuar-una-politica-unificada-contra-la-radicalizacion/

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