En la década de 1780, una campaña de discursos, panfletos y boicots concienció a los ingleses de la injusticia del tráfico con seres humanos, que fue finalmente prohibido en 1807

 

En 1765 un esclavo negro adolescente, que había llegado a Londres desde Barbados con su dueño, fue golpeado por éste casi hasta la muerte y abandonado en una calle de la capital inglesa. Granville Sharp, un médico que atendía gratis a los pobres de Londres, curó al herido y logró que se recuperara. Pero dos años después el dueño vio a su antiguo esclavo por la calle y lo secuestró para venderlo de nuevo. Sharp recurrió a la justicia para impedir aquel atropello y logró que el joven esclavo recuperara la libertad. 

Cuando el juez falló a favor de la libertad de Somerset, todos lo interpretaron como un reconocimiento de que la esclavitud en las islas Británicas era ilegal. El poeta William Cowper escribió: «Los esclavos no pueden respirar en Inglaterra; / en cuanto sus pulmones reciben nuestro aire, se liberan». Desde entonces ya no fue posible ver carteles en Londres anunciando «candados de plata para negros o perros».

Sin embargo, la esclavitud en Gran Bretaña era sólo una parte del problema, la más pequeña. En el siglo XVIII había surgido un enorme sistema económico basado en el tráfico de esclavos desde África a las colonias inglesas y francesas del Caribe, donde eran explotados en plantaciones de azúcar, té, café, tabaco y algodón. A Gran Bretaña estas colonias le generaban cinco o diez veces más beneficios que territorios mucho mas extensos como Canadá o las trece colonias que luego formarían Estados Unidos. Abolir una institución tan rentable y que, además, había existido siempre en la historia parecía casi imposible.

En el parlamento londinense, un joven diputado se hizo cargo de la causa abolicionista. Se trataba de William Wilberforce, rico terrateniente que era un reaccionario en muchos asuntos, pero también un cristiano evangélico muy piadoso. Wilberforce llegó a la conclusión de que la esclavitud era contraria al cristianismo y que su deber era destruirla. Cuando los plantadores le dijeron que habían beneficiado a los negros sacándolos de África, Wilberforce respondió: «Aunque así sea, no tenemos ningún derecho a hacer feliz a la gente contra su voluntad». 

Wilberforce, apoyado por el primer ministro William Pitt, inició su campaña parlamentaria en 1789. En colaboración con Clarkson y el Comité para la Abolición de la Trata de Esclavos, trabajó sin pausa día y noche, incluso los domingos, preparando un extenso informe con todas las evidencias que habían reunido. El Comité envió copias a todos los parlamentarios, pero en 1791 la votación en el Parlamento dio 163 votos a favor de la trata, y 88 en contra. 

Entonces las mujeres pusieron en marcha un boicot contra el azúcar caribeño, seguido por más de 300.000 personas. Las ventas cayeron entre un tercio y la mitad. Un abolicionista escribía de un amigo que «su nieto de diez años no prueba el azúcar desde que ha leído el tratado de Fox», en referencia a un panfleto antiesclavista de William Fox. Los abolicionistas resumieron el informe que habían preparado para el Parlamento y lo publicaron como un libro, del que se vendieron miles de ejemplares

En 1792, el primer ministro Pitt logró que la Cámara de los Comunes aprobara la abolición, pero la Cámara de los Lores bloqueó el proyecto. La Revolución francesa provocó en Inglaterra una oleada de censura y represión, lo que debilitó al movimiento abolicionista. Además, en 1791 estalló una gran revuelta de esclavos en Haití, que sería seguida de otras rebeliones por todo el Caribe. Los malos augurios de los esclavistas parecían cumplirse. 

MISIÓN CUMPLIDA 

Wilberforce y Clarkson, no obstante, no cejaron, y en 1807 lograron su propósito. Aprovechando que el año anterior, en plena guerra con Napoleón, el gobierno había prohibido a los navíos ingleses llevar esclavos a las colonias francesas, Wilberforce, secundado por otro primer ministro antiesclavista, lord Grenville, persuadió a los parlamentarios para que extendieran la prohibición a todo tráfico de esclavos

La trata había sido abolida, no así la esclavitud. En mayo de 1830 Clarkson y Wilberforce, ya ancianos, participaron en el mitin que lanzó la campaña para la abolición total.

En 1833 el Parlamento aprobó la emancipación. Wilberforce falleció al año siguiente. La emancipación fue efectiva el 1 de agosto de 1838. La medianoche anterior, en una iglesia de Jamaica, el pastor William Knibb y sus feligreses, recordando que en 1562 los ingleses habían llevado el primer esclavo a la isla, metieron un collar de castigo, un látigo y unas cadenas en un ataúd con la inscripción: «La esclavitud colonial. Falleció el 31 de julio de 1838, a la edad de 276 años».