Por Ana Raya

 

Hoy se sabe que la explosión del acorazado Maine fue un accidente, pero Washington la usó en su momento como pretexto para declararle la guerra a España y ocupar Cuba. En solo tres meses, el Imperio español perdió sus últimas colonias y Estados Unidos aumentó su presencia en el Caribe.

El Imperio español se desmoronaba en la segunda mitad del siglo XIX. Con casi cuatrocientos años de historia, para 1865 sus últimas colonias de ultramar, Cuba y Filipinas, exigían la independencia, a lo que la Corona respondió al principio con represión. Estados Unidos, entonces bajo la doctrina Monroe y su lema “América para los americanos”, aprovechó el descontento para apoyar las guerrillas e instigar la rebelión contra los españoles.

Cuando el Gobierno de Práxedes Mateo Sagasta concedió la autonomía a Cuba y Filipinas en 1897, ya era tarde. Los independentistas continuaron luchando y Washington quiso intervenir para apaciguar los ánimos y protegerlos, y de paso apoyarlos, en caso de guerra. Por eso su acorazado Maine, un barco de 98 metros de largo con diez cañones y cuatro tubos lanzatorpedos, arribó a la bahía de La Habana a principios de 1898.

LA EXPLOSIÓN DEL MAINE

Tras llevar tres semanas fondeado, el Maine explotó de improviso el 15 de febrero de 1898, provocando la muerte de 266 marineros. Aunque nadie reivindicó el ataque, los diarios sensacionalistas estadounidenses se apresuraron a culpar a España y distorsionaron la poca información disponible para azuzar los ánimos de guerra. Entre tanta tensión, la Corona y Washington formaron dos comisiones independientes para investigar lo ocurrido, pero cada una llegó a conclusiones distintas. Mientras que la española aseguró que el sobrecalentamiento del carbón almacenado en el Maine debido a las altas temperaturas de La Habana había producido la explosión, los estadounidenses apuntaron a una mina española.

Pese a que el informe estadounidense no reunía pruebas suficientes, la comisión lo presentó ante el Congreso estadounidense el 29 de marzo y sirvió como pretexto para que al mes siguiente el presidente William McKinley declarase la guerra a España al grito de “¡recordad el Maine y al infierno con España!”. En solo tres meses, la marina estadounidense pulverizó a la española, mucho más pequeña y obsoleta, y en agosto la Corona pidió un alto el fuego. Cuatro meses después, España firmaba su rendición en el tratado de París, que cedía a Estados Unidos Cuba, Filipinas, Puerto Rico y la isla de Guam y vendía a Alemania las islas Palaos, las Carolinas y las Marianas. El Imperio español se disolvió y Washington comenzó su intervencionismo en el Caribe para convertirse en la gran potencia militar del siglo XX.

UN PRETEXTO PARA INVADIR

Estados Unidos utilizó la explosión del Maine como casus belli para declarar la guerra a España, pero nunca se ha podido demostrar que el hundimiento ocurriese por la activación de una mina o un torpedo. En 1911, de hecho, el Gobierno estadounidense extrajo los restos del Maine de la bahía de La Habana para examinarlos y aclarar el motivo de la explosión, pero todas las pruebas fueron circunstanciales.

Hubo que esperar hasta 1975 para obtener conclusiones más sólidas, cuando el almirante estadounidense Hyman Rickover, creador de la marina de guerra nuclear, dirigió un grupo de expertos que revisó toda la documentación relativa al Maine. El grupo concluyó que la explosión se había producido por el sobrecalentamiento de las carboneras y, posiblemente, por la negligencia de los oficiales del acorazado, que no habrían tomado las precauciones necesarias para lidiar con el clima cálido de La Habana. Según Rickover, de haberse tratado de una mina o un torpedo, se habrían producido columnas de agua u oleaje y habrían aparecido peces muertos alrededor del acorazado. Investigaciones posteriores de la revista National Geographic y del Canal Historia de televisión confirmaron la teoría del almirante.

En cualquier caso, el hundimiento del Maine provocó una guerra que dejó a España sumida en una crisis política, social y económica. La sociedad culpaba del desastre al sistema político de la Restauración por corrupto y caciquista, y en literatura nació la generación del 98, un grupo de escritores y poetas que reflexionaron acerca de las causas de la decadencia española. Se inauguró así en España la etapa del Regeneracionismo, que dejó de centrarse en el exterior para atender las necesidades internas de la población.

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