Giuseppe Garibaldi nació en Niza en el año 1807 cuando el territorio era considerado italiano ya que pertenecía a Piamonte. La vida de este aventurero marcó durante mucho tiempo la historia de Italia y se convirtió en uno de sus personajes más famosos y más emblemáticos.

Desde pequeño, Garibaldi ya trabajó como grumete y marinero en barcos que surcaban las aguas del Mediterráneo y del Mar Negro. Durante estos viajes, el contacto con todo tipo de personas hace que un joven marinero entre en contacto con las ideas más reformistas de la Europa del siglo XIX.

En todo este tiempo, comenzó a conocer las ideas pacifistas, la paridad entre hombres y mujeres, el amor libre, y otra serie de doctrinas modernas que interesaron al joven de 26  que soñaba con cambiar la política del país.

UNIFICACIÓN DE ITALIA

Con una formación política en contra de las concepciones absolutistas que seguían por media Europa, tuvo que exiliarse en 1835 a Río de Janeiro  tras un motín fallido en Saboya. Allí se unió a la lucha independentista contra el emperador Pedro II.

Después se marchó hasta Uruguay donde formó la Legión Italiana, formada por exiliados políticos y que lucharía contra el dictador argentino Rosas, que mantenía una disputa con Uruguay.

Sus hazañas en América Latina comenzaron a extenderse por el mundo, lo que llevó al aventurero a regresar a su país. Allí ya se habían formado movimientos populares que se levantaron en contra de los regímenes absolutistas y reclamaban el establecimiento del constitucionalismo.

Tan grande fue el movimiento que en febrero de 1849 llegaron a Roma y consiguieron expulsar al Papa y establecer un gobierno republicano. Para defender la tarea de la República, Garibaldi se puso al frente del ejército italiano.

Poco después, Pío IX mandó a más de 35.000 hombres entrar en Roma y detener la república instalada por Garibaldi. El italiano tuvo que salir de Roma y exiliarse de nuevo.

UN HÉROE ITALIANO

Garibaldi paso otros dos años más en el destierro y regresó a Italia con 50 años, dolorido y con poco dinero. Eso no importó para llevar a cabo una nueva aventura que lo llevarían a proclamarse dictador de Sicilia en nombre de Víctor Manuel, rey de Paimonte, para expulsar a los austríacos de la Península y así acabar con la unificación de un país que se unió más que nunca.

Jamás aceptó una recompensa oficial e intentó conquistar Roma por dos veces más para instaurar un régimen constitucional. Aunque no lo consiguió, la unificación de Italia se había producido gracias al trabajo de Garibaldi.

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