Por Herman Beals

Nueva York

 

El triunfo de Lula en Brasil es otra demostración que los latinoamericanos están abrazando cada vez más el populismo izquierdista, para regocijo de China y disgusto y preocupación de Estados Unidos.

Brasil es solo el último de los países influyentes de Sudamérica en unirse a la ola izquierdista, prefiriendo a un individuo de peligrosos antecedentes por sobre un derechista, que no pudo convencer a sus compatriotas que él representaba un futuro mejor para su vasta nación. Antes habían seguido el mismo camino izquierdista Chile, Colombia y otras naciones sudamericanas, que se unen así al abuso aplastante que ha llevado a la ruina a la antes próspera Argentina.

Por su parte México continua en su senda izquierdista, aunque para poder mantener el ingreso de dólares a sus arcas, permite concesiones comerciales hacia Washington que no siempre coinciden con sus posiciones políticas. En los tiempos de Fidel Castro en Cuba y Salvador Allende en Chile, comunistas y socialista acusaban a Estados Unidos de ignorar a América Latina como si fuera el patio trasero del continente, mientras dirigía su atención a otras regiones del mundo.

Quizás eso era exagerado, pero ayudó a que los dictadores que mandan en Beijing decidieran que América Latina --y especialmente Sudamérica-- eran campo propicio para sus intenciones de aumentar su influencia en el resto del mundo, a expensas de Estados Unidos. Y así lo han hecho.

Ahora China ayuda a financiar obras públicas por doquier en América del Sur, comprometiendo así a las autoridades de las naciones que reciben su atención. Al mismo tiempo, compra frutas, productos agrícolas y vinos que antes eran exportados preferentemente a Estados Unidos. El apetito chino por maderas sudamericanas parece no  tener límites, contribuyendo así a la devastación de selvas centenarias, necesarias para mantener el equilibrio ecológico.

Los gobiernos de Estados Unidos -demócratas o republicanos- deberían estar conscientes de los avances chinos al sur del Río Grande y adoptar medidas para contrarrestar esa tendencia y poner fin así a una política ignorante y errada hacia las naciones del sur. La última prueba de ello: se informó que Joe Biden llamó a Lula para felicitarlo. Los latinoamericanos, a su vez, deberían estar conscientes de que China tarde o temprano exigirá pago por su ayuda y de que Beijing no olvida ni perdona.