Por el Dr. Fernando Domínguez

 

El desmoronamiento evidente de la tiranía castrista trata por todos los medios de ser disimulado, tanto por el propio aparato propagandístico de la tiranía, como por muchos de sus “compañeros de viaje”, de sus cómplices, que viven de chuparle sangre al pueblo cubano a través de sus “negocios”, de sus “admiradores” que sueñan con tener similares poderes absolutistas, de sus infiltrados y chantajeados en el resto del mundo, y de un largo etcétera de “otros”.

Pero pese al disimulo, a las designaciones disfrazadas de “elecciones”, a las pretendidas negociaciones con Estados Unidos, a la cretina “solidaridad” de zurdos como AMLO, Pietro y otras aves del mismo plumaje, al soporte de Rusia y de China, en busca de posicionamiento estratégico anti-norteamericano, y hasta de los traidores e infiltrados, que viven en Washington, DC y en la Florida, es evidente que el régimen está en bancarrota.

La bancarrota es moral, económica, política, financiera, ética … y de todo tipo. Sus debilidades se encuentran a flor de piel al caminar por sus calles, en las bodegas; en los barrios; en las calles y aceras destruidas; en la falta y pésima operación de los acueductos y alcantarillados; en las carreteras y autopistas casi intransitables; en la red de hospitales y centros asistenciales en proceso de dejar de existir; en las funerarias sin ataúdes; en los entierros sin la menor dignidad; en los cementerios destruidos y hasta en los muertos, saqueados y fuera de su sepultura.

La bancarrota más ostensible está afincada en los corazones y las mentes de sus ciudadanos, especialmente los más jóvenes y los más ancianos, desesperados por emigrar o desencantados por el precio que pagan por su antigua lealtad y servicios prestados; con la desesperanza a flor de piel, en su cotidiana involución a andrajosos, a sobrevivientes sin ánimo, a aspirantes a desaparecer, en un éxodo de proporciones gigantescas que deshace la pirámide poblacional y condena al país a un futuro sin jóvenes y sin objetivos y a una vida de buceadores en la basura, sin otro alimento material o espiritual.

Todo eso nació hace 64 largos años con un objetivo malsano y monstruoso, vendido al mundo y a la propia población cubana como noble, generoso, justiciero e impetuosamente progresista, creador de prosperidad colectiva y moral rectilínea; cuando en realidad era inoculador del cáncer más destructivo que ha conocido la especie humana: el comunismo.

Un comunismo que tuvo que ser introducido de contrabando, sobre la base del disimulo, de “poquito a poquito” para que no se den cuenta, precedido de declaraciones falsas y altisonantes, disimulando la perfidia con que se llevaba a cabo, para transformar el “verde como las palmas” al rojo como el melón de agua.

Esa monstruosidad se enseñoreó destruyendo la base económica de la nación solamente con el propósito (como siempre disimulado) de evitar que cualquier otro elemento social tuviera un poder económico alternativo a la monstruosidad personalista.

Esa destrucción sistemática de las fuerzas productivas en la agricultura, la ganadería, la industria, la pesca, la construcción, el comercio, los servicios, fue acompañada de la censura más rigurosa, del adoctrinamiento más feroz en todos los medios, en la enseñanza, en la vida laboral, en la vida social.

Los recursos disponibles fueron dedicados a la militarización de la nación, a la intervención sistemática y descarada en los asuntos internos de las otras naciones del continente, a la invasión militar en varios países africanos, al espionaje interior y exterior, a la conservación indisputada del poder personal mediante el descubrimiento y aplastamiento de cualquier pensamiento diferente, acción contraria o desarrollo social competitivo al personalismo empoderado.

Como sucede con toda invasión cancerosa, el éxito del cáncer radica en su capacidad de apropiarse de los medios para vivir del cuerpo infectado, y su victoria final es la muerte del cuerpo infectado …. con lo cual llega la muerte del cáncer invasor. Ya no tiene qué cosa succionar para vivir y su muerte es anunciada e inevitable.

A ese estado de permanecer en el “lecho de muerte” ha llevado el cáncer castrista a la sociedad que invadió exitosamente el 1ro. De enero de 1959. Fue tan exitoso y abrumador, creció tan despampanantemente… que acabó con el país, con su población, con su cultura, con su educación, con sus costumbres, con sus tradiciones, … y finalmente con toda su vida. Un proceso que arrancó por la destrucción material y culmina con la espiritual.

Ya eso no tiene marcha atrás. No hay manera de revivir a un muerto. Se le puede mantener “conectado” a una máquina que lo conserve “vivo”, pero ya está inerme y sin reversión a la vida propia. Es cosa de cuánto le queda “vivo” hasta que se decida desconectarlo de su de la “vida artificial” y se declare finalmente la muerte esperada y hasta ansiada por todos.

Ahora vienen las preguntas más elementales, pero insustituibles:

¿ Quién va a disponer del cadáver insepulto?

¿ Quién hará la inevitable tarea de desinfección, de evitar la re-contaminación?

¿ Cómo erradicar el poder invisible de los abusadores y castigar a los responsables?

¿ Cuáles serán las medidas que revivan la sociedad muerta y su necesaria re-animación?

¿ Cómo re-activar la civilidad, la ética, la educación sin adoctrinamiento, la organización de la vida social libre del cáncer comunista, el fomento de la legalidad, el ejercicio adecuado de los derechos y libertades, el fomento de la ciencia y la cultura libres, la cura de las heridas abiertas por tantos años de injusticias, ilegalidades, arbitrariedades, ordeno y mando …?

¿ Cómo organizar el fomento y reproducción de la vida económica y productiva en forma saludable y sin contaminación socializante?

La espontaneidad tiene que evitar la re-infección o la adquisición de nuevas enfermedades…

Va siendo hora de prepararse a enterrar el muerto y preparar la vida nueva…

¿ Cómo, quiénes…?   

Creo que todos los que nacimos en esa tierra, tenemos derecho a opinar, a hacer, a proponer… Todos menos los culpables de haberla llevado a la muerte cívica, política, económica, científica, educativa, constructiva, porque su semilla nos volverá a la misma monstruosa situación. Nada de discursos y promesas de convertir el mar en limonada, el sudor en perfume y a los seres humanos en monjes dedicados a ayudar gratuitamente a los demás. Hay un solo y único camino posible a la re-surrección, a prueba de promesas y actos de magia: la libertad absoluta, individual, empresarial, económica y social.

¿CUÁNDO SE REQUIERE COMENZAR?