*Dr. Fernando Dominguez

 

La realidad actual de la supuesta representatividad del sistema puede verse simplemente con observar que en 24 horas,  el cambio de quien se sienta en la silla presidencial y qué partido político tiene la mayoría en el Congreso, el curso del país cambia dramáticamente, para bien o para mal. Acaso los votantes decidieron cuáles de las políticas cambiantes elegir? Pues no. Simplemente eligieron entre dos alternativas de personas que lo representen, los cuáles no consultan con los electores su preferencias partidistas  o sus políticas económicas, sociales, financieras, estructurales y muchas otras, que cambian el rumbo del país sustancialmente, que no fue por, ni para, lo que les eligieron.

¿Votaron los electores para desintegrar el liderazgo petrolero de los Estados Unidos de América y convertir al país en dependiente de las importaciones de petróleo de otros países, en muchos casos enemigos?

¿Votaron para que el precio del combustible subiera hasta duplicar sus gastos?

¿Votaron para la política monetaria fuese degradada mediante un impulso anárquico de los gastos por encima de los ingresos públicos, convirtiendo la unidad monetaria en una caricatura de lo que fuese el dólar en solo unos meses?

¿ Votaron para que se violasen todas las leyes y reglas migratorias para convertir la frontera sur en una burla y un sombrío atentado contra la seguridad nacional, el presupuesto del gobierno, la violación del derecho de los estados en cómo manejar a sus vecinos y destruir sus políticas locales?

¿Votaron para que el país retirara sus tropas de Afganistán de la peor manera, poner en peligro la vida de sus nacionales y sus aliados y regalarle a sus enemigos 80,000 millones de dólares en armas sofisticadas que mañana pueden ser la peor amenaza real contra la nación?

¿ Votaron para que el Gobierno Federal se convirtiese en el centro de la política, desconociendo los derechos de los Estados que son la fuente constitucional del Gobierno Federal?

¿Votaron para que una persona representativa de un distrito electoral se convirtiese en dictadora dela Cámara de Representantes, desconociendo los derechos de los demás distritos electorales representados por el partido contrario?

Entre los muchos, muchísimos, abusos de autoridad del gobierno actual, quizás el más grave a mediano plazo es el aumento desmedido, alocado, frenético, del gasto público, muy por encima de toda medida de equilibrio y muy destructivo de la base de la vida social: el valor del dólar. Se traducirá – ya hemos empezado a verlo – en graves desequilibrios entre la oferta y la demanda, tendientes a ciertas escaseces  y o encarecimientos de materias primas, distorsión de los mercados laborales y una espiral de locos desequilibrios de todos y cada uno de los factores y elementos de la economía nacional. La anteposición de los objetivos politiqueros de enamoramiento de los votantes locales mediante el otorgamiento de todo tipo de dinero público, convierte la economía en una caricatura de si misma, a las palancas de uso del interés o la emisión monetaria en una especie de burla.

La enorme gravedad de estas locuras se vieron ya en los años 60 y 70 y sus consecuencias de todo tipo fueron muy atentatorias del liderazgo del país en todo tipo de escenario. Ahora esas locuras son acentuadas por el atentado paralelo a la capacidad productiva, al liderazgo efectivo de la ciencia y la tecnología mediante el atentado a la esencia de la calidad de la educación a todos los niveles, a la calidad de vida local mediante el desequilibrio de la autoridad emergente de la propia participación pública de los ciudadanos en la definición de su vida local, empujada por un intervencionismo caprichoso de los gobiernos superiores en los asuntos de los inferiores, en el papel de los padres en la definición de la educación de sus hijos, y muchos otros.

La enorme importancia de la forma y el contenido de nuestros documentos constitucionales, excepcionales para su época y garantes del enorme progreso científico, social y económico de esta gran nación está siendo horadada y degradada por un número creciente de “militantes” que pretenden modificar esos preceptos a su particular visión del mundo, a sus intereses individuales y de grupo y hasta a los intereses de otras naciones enemigas de la nuestra. Por eso es tan importante impedir que un grupo de individuos agrupados en un partido o institución desvíen a la nación de su camino. Los electores, ciudadanos mayoritarios de esta gran nación son los llamados a asegurar esa lealtad, modificando el absurdo abuso de poder de los representantes elegidos y regresando el verdadero poder de decisión sobre lo importante, a los votantes y no a ese grupo de poder llamado “políticos”.

La participación directa del pueblo en la discusión y aprobación de la cosa pública es la solución.