Dr. Fernando Domínguez

La tecnología y su maduración alcanzada hacen posible a corto plazo la erradicación de uno de los mayores obstáculos del ejercicio pleno de la democracia: los políticos que la representan. Esas personas que se supone sean los interpretes de la voluntad de sus constituyentes y en nombre de ellos, y se supone que en su representación, se reúnen, debaten la cosa pública, legislan..., en fin detentan un poder real que existe por delegación de los que deben ejercerlo: los ciudadanos.

Las razones se basan en la práctica social. Era imposible que todos los ciudadanos de una ciudad, comarca, estado o la nación, debatiesen, y acordasen cotidianamente los asuntos de su interés, ya que la lejanía, la dispersión geográfica, la imposibilidad de una comunicación verbal efectiva, entre otras muchas razones, lo impedían.

Esa representatividad se ha traducido en contiendas políticas, proselitismo, encono por diferencias de opiniones, de intereses, de cultura, entre otras muchas. Personajes con la habilidad, los recursos y la elocuencia, para “entusiasmar” a los electores para ganar la contienda y a partir de ahí, dedicarse a la cosa pública, han sido los que ha existido. Ni que decir, que muchas veces se divorcian de lo que prometieron representar, del hecho de que un disfrute de ciertos privilegios por encima del de sus electores, disfrutar mejores ingresos, retiros, seguro médico, gastos pagados, y la permanente convivencia con múltiples tentaciones derivadas de distribuir y utilizar fondos públicos, entre otras muchas.

La revolución científica y práctica ocurrida en las comunicaciones hace que una buena parte de las razones para esto, ya sean obsoletas. La existencia de las Páginas WEB con toda la información para cualquier debate y acuerdo está disponible para todos en los teléfonos, tabletas, computadoras, smart TVs, es inmediata y facilita un conocimiento pleno de lo que se discute. La participación controlada, con toda la seguridad, hace que la opinión y el voto de cada uno sean computados instantáneamente y la recepción de opiniones y valoraciones compiladas efectiva e instantáneamente.

Esta posibilidad de ejercicio de la  democracia real y efectiva pone de manifiesto la necesidad de replantearse el papel de las personas que hasta ahora viven para “representar” a los que permanecen alejados de los salones de consistorios, cámaras, senados, por razones que hasta ahora eran prácticas, y originaron el concepto de “democracia representativa” que por cientos de años ha delineado nuestra vida socio-política. Esas personas tendrían otro papel en esta democracia directa que es necesario actualizar a la realidad que vivimos. Si la propia realidad ha permitido que se utilicen esas herramientas en las sesiones de esos representantes, ¿qué impide que se utilicen directamente por los ciudadanos? ¿Alguien duda que esa democracia directa sería más sana, efectiva y adecuada que la representativa que se ha tenido hasta ahora? ¿Por qué algo tan evidente y provechoso no se plantea? ¿Es difícil o inconveniente?