Estoy súper furioso con el golpe de estado dado por los demócratas, pero me consuela extremadamente la idea de que yo siempre me he sentido mejor -durante toda la vida- siendo un fiero opositor. Creo que desde que nací he sido un ferviente contestatario.

POR PRIMERA VEZ SOY UN FIRME SIMPATIZANTE DE UN PRESIDENTE: DE DONALD J. TRUMP. Y si se decreta oficialmente el éxito de la brava dada, voy a dedicarme a "barrer el piso con Joe Biden".

Siempre he sido oposicionista, nací dentro de un hogar absolutamente Priísta. Es decir, progubernamental. Todo era alegría y bienestar económico. Aceptaba al Presidente Carlos Prío. Pero, tengo que reconocer la enorme emoción que me causaba oír a Eddy Chibás por la radio. Escuchar, y a veces estar de acuerdo con Chibás, fue mi primer gesto de rebeldía.

Nunca estuve a favor de Batista, pero mi oposición fue muy leve e inactiva, porque desde 1953, cuando Castro atacó al Moncada, ya mi padre comenzó a inculcarme un desdén ancestral contra él... Durante los primeros días del año 59 fue sólo el inicio de la gran oposición de mi vida, y esa oposición ha durado 62 años y se ha convertido en odio y en obsesión eterna.

A John F. Kennedy lo detesté después de su traición en Playa Girón y que nos clavara un cuchillo en las espaldas a los reclutas cubanos en Fort Jackson. Mi antipatía por el clan Kennedy sólo es superada por mis años en contra del clan de los Castro. Simpaticé con Ronald Reagan, pero cuando recogí miles de firmas pidiendo la libertad de Orlando Bosch primero y de Juan García Cárdenas después, me ignoró por completo. Le hice la cruz.

Nixon siempre me cayó mal, los Busch nunca fueron santos de mi devoción, odie a Barack Obama de principio a fin. Y ahora, repito, estoy listo para ser uno de los más fervientes oposicionistas si logran consumar esta farsa de este viejo decrépito y mano muerta.