Por Esteban Fernández Roig

 

Mis buenos amigos elogian mi memoria y lo agradezco de todo corazón. Muchas gracias. Lo cierto es que Albert Einstein y yo tenemos los mismos problemas.

Porque, no se confundan, no todo lo que brilla es oro, y muchas veces la mente me traiciona. Y les voy a dar varios ejemplos:

Voy al dentista, y en pleno procedimiento  pienso: “Contra, sé que puse a hacer café, pero no recuerdo si apagué la  estufa”…

Qué va, no me acuerdo de haber tomado mi cafecito cubano, el odontólogo me ve asustado, pero en realidad es porque estoy tratando de hacer memoria, y lo que visualizo es mi casa en llamas rodeada de bomberos.

Tengo un lugar especial para poner mis llaves, pero nunca están ahí e invariablemente no recuerdo donde las puse.

Al salir chequeo  un montón de veces que dejé bien “trancadas”puertas y ventanas, antes de media hora después regreso preocupado porque no recuerdo haberlas cerrado.

Yo tomo una solitaria pastilla al día para la presión arterial, jamás recuerdo “si la tomé o no”, vaya, tuve que comprarme un pastillero de esos que dicen: lunes, martes, miércoles…

Invitaciones, turnos con el médico, los cumpleaños de mis seres queridos, los tengo que apuntar en el almanaque.

Compré un libro de un afamado sicólogo sobre la memoria, y un pomo grande de Fitina y no recuerdo donde los puse.

Pero,  les puedo asegurar que jamás olvido un favor o un agravio.