Por Esteban Fernández Roig Jr.

 

Mi forma de hablar, de escribir, de expresarme, es exclusiva de una generación de cubanos. Ustedes han visto la enorme cantidad expresiones cubanas, de dicharachos, de escritos costumbristas como “insultos cubanos”, “malas palabras cubanas”,  “farándula cubana”, sin intercalar una sola palabra “foránea”… Lo mío todo es aprendido en las escuelas y calles güineras durante los años 50 … Sin injerencias.

Viví 57 años en California rodeado de hispanos  -sobre todo de mexicanos-  y de ellos no adquirí ni incluí en mi léxico un solo vocablo proveniente de otros lares.. Miles de veces escuché en mi entorno palabras como “órale, mande, güey, tigre, ay bendito, chimba,  llamarle  a un niño “cipote” y a un negro “mayate”, no las he repetido nunca. Ni de coña. Vaya, ni el  bonito “Pura vida” Costarricense…

La televisión hispana es un manantial inagotable de jerga  ajena y jamás he contagiado mi argot con ellas. Por años vi el programa venezolano “Bienvenido”, me encantaba, aprendí muchísimas palabras de ese país, pero nunca las he usado. Jamás al dinero le he dicho “bolívares”…

He convivido con montones de argentinos, he tenido buenos amigos gauchos, pero jamás se me ha escapado un “Oye che, ven acá” ni he probado un solo sorbo de mate. Son ellos lo que han terminado haciendo suyos mi “Coño, no jodas más, chico”…

Y la Cuba de 1959 para acá  ha producido miles de  palabras y expresiones nuevas, ni una solita se me ha pegado, y ni de jarana  he saludado a nadie con un “¿Qué bolá asere?” Y después de 61 años en USA a regañadientes solo se me escapan cinco palabras: “OK, allright, income tax y shit”…