Por  Esteban Fernández Roig Jr.

 

El gran descubrimiento que se convirtió en el mayor placer de mi  niñez fue EL CINE, en mi caso fueron dos cines…Mediante ellos descubrí que existía un mundo distinto a mi barrio, a mi pueblo y a mi país.

“Campoamor” me trasladaba a los Estados Unidos, a Doris Day, Tony Curtis, Burt Lancaster, Kirk Douglas.

Mucho antes, el 16 de abril de 1922, en la Villa de San Julián de los Güines se inauguraba en la calle Reina el Cine-Teatro CAMPOAMOR .

“Ayala” me conducía a México, a Cantinflas,Tin Tan, Resortes, Pedro Infante, María Félix, Jorge Negrete, Miguel Aceves Mejias.

Películas nuevas, recién estrenadas en el extranjero, y los fines de semanas yo era punto fijo en ambos teatros. El sábado en Ayala, el domingo en Campoamor. La primera película que vi en “Cinemascope”  fue “El manto sagrado”…

La dueña de uno de los cines, Carmita Ayala, era madre de mis íntimos amigos los hermanos Zervigón, quienes en el exilio, en New York, han dirigido la afamada orquesta “Broadway”…

La taquillera de Campoamor , Arodia González de la Torre, siempre me recibía con muestras de afecto y cariño porque era sobrina de mi madre…

Las “matinées” en Ayala eran maravillosas, solo costaban 10 centavos, la “guanajera” un nickel, y salía de allí con tremenda admiración por “Tarzán el rey de la selva”, imitando su grito, y lanzándome de un banco del parque a tratar de agarrar una rama de un arbolito.

Como era de esperar ambos cines fueron incautados a sus legítimos dueños y cómo todo en Cuba, destruidos.

Cuando llegué al destierro, la segunda llamada fue de un señor que me dijo: “¿Tú eres Estebita? Yo soy Ricardo Ortiz, dueño de Campoamor, me dijeron que tú fuiste una de las tres personas que no pusieron un pie en mi cine después que me lo robaron, tengo muy poco, pero todo lo que tengo está a tu disposición, gracias, muchacho”.

Lo sentí emocionado y todavía me emociona recordar ese momento.