Por Esteban Fernandez

 

Muchísimos cubanos que vinimos a los Estados Unidos durante los años 60’s tratamos durante un tiempo de no abrir nuestras maletas porque regresaríamos prácticamente “antes de un mes”.

Papi me dijo: “Esta tiranía  se cae en  cualquier momento  y yo quiero que al llegar a USA lo primero que hagas es darle un vistazo a LA ESTATUA DE LA LIBERTAD”. 

Le dije: “Está bien, viejo, pero eso no queda en Miami, está en Nueva York” … Y mi padre me dijo: “Sí, ya sé, pero te das un salto hacia allá, lo que no quiero es que vuelvas para Cuba libre sin haber visto por lo menos la Estatua de la Libertad”.

Después de estar a un mes en Florida recibí una carta de mi gran amigo Máximo Gómez Valdivia desde New York diciéndome: “Estebita recibí una carta de tu mamá y me decía que no tienes trabajo en Miami, y me pide que te ofrezca uno por estos lares, así es que si vienes para acá trabajas conmigo en la fábrica de ventanas de aluminio donde yo laboro”.

Acepté y me sonreí pensando: “Esto debe ser idea de mi padre, tratando de que yo me vaya para New York y vea la dichosa estatua antes de que se caiga Fidel” . Y para allá me fui…

En el aeropuerto de Newark me estaban esperando Maximito y Reiné Domínguez e inmediatamente comencé allí mismo con la pituita de que: “Yo quiero ir a ver la estatua antes de que aquello se caiga y tenga que regresar sin haberla visto”. Eran como las ocho de la noche y ambos se rieron y me dijeron : “¿Ahora mismo? tú estás loco, eso está cerrado en estos momentos”.

Y así me mantuve firme cerca de un mes suplicando que me llevaran, y en octubre del 62 la majomía se recrudeció de manera desmesurada porque comenzó el presidente John F. Kennedy a hablar por la televisión y acusar a Cuba de tener cohetes de largo alcance, y amenazar con un bloqueo naval  y una invasión armada a la Isla. 

Ahí de los pedidos pasé a exigir y decía: “Bueno, pues si nadie me quiere acompañar me voy solo para ver la estatua, voy a llamar a un taxi” … Mis amigos se burlaban de mí.

De pronto, llegó Máximo de la calle y me dijo: “Dicen que Kennedy manifestó que los cubanos que quisieran participar en una invasión a Cuba teníamos que integrarnos al Ejército Americano, yo me voy para allá ¿y tú?”  Le dije: “Claro que voy, pero… primero tengo que ver la Estatua de la Libertad, se lo prometí a mi padre” …

Máximo se sonrió y me dijo: “Está bien, el domingo vamos, voy a llamar a mi prima Laurita Gómez Monteagudo para que nos acompañe” … Y así lo hicimos, gracias a Dios.

Por fin vi la gloriosa estatua, estuvimos en el U.S. ARMY, murieron mis padres, pero muchísimos años más tarde la tiranía todavía no se ha caído. Y todos tuvimos que abrir nuestras maletas.