Por Esteban Fernandez

 

De muchachito yo odiaba esa  estúpida frase y gracias a Dios tuve un padre que siempre me trató como si yo fuera un contemporáneo suyo.

Y entonces cuando se me dificultaba dar una opinión mi papá decía: “ A ver, a ver, dejen que el MOJÓN MUY ATREVIDO diga lo que quiere decir”…

Siempre le agradecí eso a mi viejo, y dicho sea de paso a todo el que durante mi niñez me puso hasta el más ligero caso.

Debo haber tenido yo unos cinco años y mi padre me llevó a un restaurante llamado La Pescadora.

Papi le dijo al dueño llamado Nicomedes Granda (padre): “Voy a tener que venir mas a menudo aquí porque Estebita solo quiere comer en esta fonda”…

Yo le respondí: “Esto no es una fonda, este es el mejor restaurante de Güines”…

Al dueño le gustó esa precoz respuesta y me preguntó: “Muchacho y ¿que es lo que más te gusta de aquí?” Le dije: “La minuta de pargo”…

De ahí en lo adelante Nicomedes me hablaba como si yo fuera su amigo, y ya yo no tenía ni que pedir, a los cinco minutos ya él me traía mi pescado preferido.

Había en el pueblo un “procurador público” blanco en canas, llamado Bebo Alfonso, quien durante toda mi niñez cuando me veía me hablaba, me ponía atención y al despedirse me daba una peseta y me decía: “No me des las gracias, esto te lo manda tú tío Memo Gómez de La Habana”…

De la capital estuvo visitando mi casa un señor al que mi padre se refería a él como “Pérez de Oro”;

venía porque mi padre le estaba gestionando su retiro…

A este hombre sólo lo vi tres o cuatro veces, conversaba conmigo y me escuchaba durante  varios minutos, al despedirse me daba un peso plata.  Me trataba como si yo fuera un hombre hecho y derecho y nunca lo he olvidado.

En el parque de Güines existía “el banco de los políticos”, los sábados mi padre me llevaba  y mi mayor orgullo de niñito era darme cuenta que cuatro ex alcaldes (mi primo Jaime, Tirso Brito , Palomares y Armando Fernández Jorva) dos o tres veces hicieron silencio para escuchar mis -quizás descabelladas- opiniones .

Así es que si usted escucha a un imberbe hablando póngale caso porque quizás un día se convierta en escritor y, como hago yo hoy, le agradezca públicamente su cortesía.

Y, dicho sea de paso, a los que “me tiraron a mondongo” a los que me dijeron “los niños hablan cuando las gallinas orinen” no les guardo rencor, simplemente no los menciono porque ni me recuerdo de ellos.