Por Esteban Fernandez

 

Posiblemente no hay nada mas precioso que ver a una pareja de ancianos que dan la sensación de seguir enamorados después de 50 años de casados…

Veo unos jóvenes besándose  en el medio de la calle, -y hasta cuando asisto a una boda- pienso cínicamente: “A ver cuánto dura ese amor” …

Mantener un matrimonio firme es quizás una de las heroicidades mayores de la vida moderna. No hablo de los que convierten la relación en una costumbre sino en los que han llegado hasta el ocaso de sus vidas amándose.

Yo tuve un gran amigo que tenía cerca de 90 años y cuando le pasaba por detrás a su ancianita esposa disimuladamente le daba una nalgadita, ella se sonreía dulcemente y le decía: “¡Viejo, tu no cambias!”

Otro amigo llamado Orlando Aris Caso vivía enamorado de Tania Bermúdez. Yo -a propósito- la incomodaba criticando a Aris y ella se ponía muy seria y me decía: “¡Oye, no te metas con el gallego, o te vas a tener que fajar conmigo!”

Pienso que la forma mágica es ir a al altar locamente enamorado y acto seguido solo se llega al amor eterno a través de la comprensión, de la comunicación, la fidelidad, aprender que es lo que le gusta a su cónyuge y hacerlo, y sobre todo que es “lo que no le gusta y le molesta” para no hacerlo jamás.

Y ser muy cariñoso sin ser empalagoso, que la pasión sea en privado, no ser “candil de la calle y oscuridad de la casa”. Respetarse mutuamente y hacer que todos respeten a la pareja…

No convertirla en criada ni en enfermera, ser su protector, ser halagador sincero sin exageración, detallista, que todas las pocas criticas sean constructivas…

El éxito mayor de un hombre (y viceversa) es lograr ver a la viejita arrugada y con 20 achaques con la misma ternura y amor que hace 60 años llevó al altar…