Por Esteban Fernández

 

¿Quién era Osmany? Cuando usted hacía esa pregunta durante 1959 nadie sabía quién era este tipejo. Poco a poco la gente pasó a reconocer su repugnante cara y decía: “Oh, ese es el hermano de Camilo Cienfuegos”. Eso era todo, ese era su único “mérito”.

Subió increíblemente como la espuma cuando ante las mil conjeturas que se hacían millones de habitantes ante la desaparición de Camilo Cienfuegos él se quedó “como si tal cosa”.

Créanme que en ese momento todos los cuerpos de represión de la recién estrenada dictadura observaban hasta la más mínima de sus reacciones. Pero él se quedó impávido, pálido y acobardado.

Nunca se atrevió a hacer la más elemental de las preguntas: “¿Qué diablos pasó con mi hermano?” Y eso me da la corazonada de que “él pensaba lo peor” y no tuvo VALOR para dedicarse a indagar.

Observe el lector que muchos años más tarde cuando detuvieron y fusilaron a Tony de la Guardia inmediatamente se llevaron preso a su hermano gemelo Patricio preocupados por su reacción. Pero con Osmany no hubo respuesta negativa alguna. Sumiso aceptó y se tragó sus sospechas. Sus padres cobardemente se presentaban en los actos públicos.

De ahí en lo adelante tuvo una carrera ascendiente y vertiginosa dentro de las altas esferas. Desde luego, lo que lo llevó al estrellato fue la bestial ignominia del incidente de la rastra en Playa Girón.

Ese fue sin lugar a dudas el mayor crimen de guerra cometido en esta tragica contienda. Osmani metió a cien prisioneros de la Brigada 2506, los gloriosos invasores de Playa Girón, para llevarlos para La Habana dentro de una rastra que se utilizaba para transportar mercancías congeladas, los obligaron a montar como si fueran ganado vacuno.

Algunos oficiales castristas protestaron y le dijeron a Osmany que estos correrían el inminente peligro de morir asfixiados. Y este hijo de hiena con rabia contestaba: "Total, si de todas maneras los vamos a fusilar, tráiganme a 40 mercenarios más". Entre los presentes, dentro de la rastra, tengo dos buenos amigos: Emilio Valdés (EPD) y Fernandito Marquet.

El viaje duró ocho horas, la oscuridad era total, algunos estaban heridos, faltaba el aire y el oxígeno.

No lograron sobrevivir Pepe Millán, José Santos, René Silva, José Macia, Moisés Santana, Alfredo Cervantes, Pedro Rojas, Santos Ramos, Herminio Quintana, José Vilarello. ¡Nueve cadáveres y el resto prácticamente asfixiados!

Y... aunque Osmany Cienfuegos fue la mano ejecutora de este crimen, este mortal viaje tuvo el visto bueno del genocida mayor Fidel Castro Ruz.

Por lo tanto, por este y miles de crímenes más, yo odio a todo aquel que pida borrón y cuenta nueva.