Por Esteban Fernandez

 

Nosotros, a través de casi 63 años, hemos cooperado decididamente a favor de todo aquel que ha tratado de quitarse el yugo comunista. Nunca olvidaré las reuniones con miembros de “LAS NACIONES CAUTIVAS detrás de la Cortina de Hierro” celebradas en California.

Quizás no haya sido una ayuda altruista y desinteresada porque siempre hemos esperado que si triunfan en su empeño nos tiren un cabo y nos permitan un santuario para desarrollar nuestra lucha contra el castro comunismo.

Cuando han fracasado hemos sufrido en carne propia el fracaso, cuando han triunfado nos han tirado a mondongo y nos han ignorado. Esa es la triste realidad.

No es con Venezuela con quienes más nos hemos solidarizado, fue con Nicaragua. Todavía repercute en mis oídos la consigna absurda de “La libertad de Cuba pasa por Managua”.

Hubo momentos en mi vida que estaba mil veces más interesado en la tragedia nicaragüense que en la nuestra. Imaginaba que la nuestra se resolvería acto seguido de que se resolviera la de ellos.

Hasta fundamos, junto a Abel Pérez, un periódico -del cual yo era director- llamado “El Pinolero” dedicado a lograr la liberación de Nicaragua...

Existía una tremenda “hermandad”, un compañerismo, un acuerdo tácito, y yo personalmente me reunía más con los nicaragüenses que con los cubanos.

Iba a sus actos, y hasta tuve una reunión en privado con Edén Pastora “el comandante Cero”, que dicho sea de paso no me gustó su actitud para nada. Y se hicieron gestiones hasta para unirnos a las fuerzas combatientes de los “Contras”.

Sin permiso y en contra de la voluntad de Fidel Castro (enemigo furibundo de las elecciones verdaderamente libres) Daniel Ortega, que no es más que un cretino, se creyó que tenía el apoyo mayoritario de las masas nicaragüenses y se lanzó tontamente a celebrar una contienda electoral.

El pueblo votó y llevó a la presidencia a Doña Violeta Barrios. Mi alegría era casi igual a si se hubiera caído la tiranía castrista. Estábamos de fiesta, manifestaciones de solidaridad y de apoyo en varios parques y salones de Los Ángeles y Miami...

Abrazos profundos con nuestros hermanos nicaragüenses. Pocas veces yo he estado tan eufórico en este largo y penoso destierro. Habían elegido libremente a Violeta viuda de Chamarro. Fidel echaba chispas, si hubiera podido hubiera fusilado a Daniel Ortega y a mil sandinistas.

El primer síntoma desalentador fue que de nuestros actos cubanos desaparecieron nuestro amigos nicas. Pero yo lo achaqué a que muchos estaban regresando a su país.

Pocos meses después recibo una llamada de Primitivo “El pibe” Aguilera. Me dice: “Estebita, se encuentra de visita en la ciudad la ‘presidenta’ Violeta Chamorro, y he conseguido una entrevista con ella en un hotel de Beverly Hills, y tú estás entre los invitados, porque eres de los que más ha luchado a brazo partido en favor de la libertad de Nicaragua, pero pórtate bien recuerda que ella es presidente de una nación”. Me sonreí porque siempre me ha dado gracia que “me lean la cartila”.

Y todo iba bien, estrechones de mano, brindis con champagne, y ella entró al salón ayudada por un bastón y rodeada de su séquito. Sonriente y triunfante.

Decenas de preguntas, hasta que a duras pena pude meter la cuchareta y le dije: “Sra. Presidente, mi pregunta es “¿Por qué ustedes todavía no han roto relaciones con la tiranía castrista?”

Ella hizo silencio por varios segundos y me respondió: “Bueno, Cuba ayuda extraordinariamente a Nicaragua en el terreno de la medicina y la educación, nuestro país está lleno de médicos y maestros cubanos y eso tenemos que agradecerlo”.

Y yo sorprendido, molesto y más que molesto encabronado, me levanté de mi asiento y lancé un sonoro: “¡NO JODAS, CHICA!”

Increíblemente, y sin verdaderamente buscarlo, acabé aquello como la fiesta del guatao, ella salió del lugar sin responder a mi exabrupto. Como despedida se viró hacia nosotros y dijo: “Ahora mi Ministro de Relaciones Exteriores responderá a sus preguntas”.

Los nicaragüense volvieron a caer en las garras del comunismo, yo no he movido ni un dedo en su favor, porque eso me llevó a ser muy recatado y cuidadoso en mi ayuda al resto de los “hermanos latinoamericanos” que caen en desgracia.

Y, aunque recibí muchas críticas al respeto, nunca me he arrepentido del “NO JODAS, CHICA” a la presidente Violeta Barrios viuda de Chamorro.