Por Esteban Fernández

 

La pregunta de los 64 dólares que yo me hago y que ninguno de nosotros podrá responder nunca porque no estaremos ahí para saberlo es ¿Cómo será Cuba dentro de 100 años?

PERO SOY OPTIMISTA porque sinceramente no creo que haya ningún cubano, ni el más recalcitrante de los castristas, que quisiera que nuestra nación siguiera inexorablemente barranca abajo y sin frenos desgobernada por unos perversos descendientes de los esbirros que durante estos últimos 61 años la han destruido. “No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista”.

Yo -aunque no tengo la bola de cristal ni la menor idea del futuro- quisiera creer que dentro de 100 años la Historia de Cuba será leída en una Patria libre, soberana, próspera y feliz donde mediante ella puedan enterarse que sus antepasados lograron hacer una limpieza de alimañas rojas y se dio inicio a la reconstrucción física y moral de la Isla.

Quisiera pensar que dentro de 100 años no quede ni rastro de castrismo, donde -como en Alemania- fueron celebrado juicios contra los criminales de guerra. Que hubo un Nuremberg en La Habana, y que los nombres de Fidel y Raúl Castro solo sean equiparados con los de Hitler, Mao, Mussolini y Stalin. Solamente recordados vagamente como unos abortos de la naturaleza cubana.

Que a través de varias generaciones se haya adecentado la nación, que haya colegios religiosos, reabiertos el Colegio de Belén y la Progresiva de Cárdenas y muchísimas escuelas públicas al alcance de todos y sin el mas leve intento de adoctrinamiento... Hospitales y farmacias abarrotadas de medicinas para todos.

Las tiendas y bodegas llenas de ropas, de comida y de alimentos, donde no exista el comunismo, ni el peculado público, ni discriminación racial y que la prostitución sea llevada a su mínima expresión.

Que la estancia en el poder de un presidente sólo sea por cuatro años y los senadores y representantes solo ocho años. Sin derecho a la reelección.

Que haya Navidades, Reyes Magos, y que todos los ciudadanos les den gracias a Dios por haber dotado los cerebros y el valor de los libertadores del pasado siglo 21. Que los deportistas, los artistas y los estudiantes no sean obligados por el estado a ser sus vasallos.

Que la salida y entrada al país de los ciudadanos cubanos sea completamente libre y un derecho inalienable de todos los compatriotas. Que no haya diferencias de clases, ni de razas, que la decencia reine en el país, que los cubanos no deseen emigrar y que hasta los norteamericanos vengan a visitarnos y a vivir. Que el peso cubano sea tan o más poderoso que el dólar, que el tomeguín del pinar cubano sea tan respetado mundialmente como el águila estadounidense. Y que los muchachitos cubanos desde San Antonio hasta Maisí, en todas las escuelas del país, lean este escrito y puedan decir: “Este Esteban Fernández no fue un gran escritor, pero la verdad que fue un tremendo profeta”.