Por Esteban Fernández

 

"Valijú" es el elogio desmesurado y público que hace uno de sí mismo o de sus cosas. Si yo les digo a ustedes: "¿Viste mi escrito? Me la comí"... Eso es autobombo. La mayoría de los seres humanos ni conoce el significado de "auto- bombo". El "autobombo" (que nos encanta a los cubanos) es que nosotros mismos (y los unos a los otros) nos felicitamos, nos aplaudimos, nos halagamos, nos congratulamos, nos aupamos y reciprocamos...

Yo no soy exento de eso: Con orgullo he recibido "diplomas" y pergaminos que comienzan diciendo: "Otorgado por su gran labor en favor de la liberación de Cuba"... Y en lugar de haberlos colocados en mi pared -como orgullosamente hice- debí preguntarme: ¿Luchar en pro de la tierra que nos vio nacer no es UN DEBER DE TODOS que no merece un reconocimiento público? Pues yo creo que así es y debí devolverlos. ¡Vaya!

Los cubanos somos los únicos seres en el Universo que nos "auto congratulamos" diciendo cosas como: "Yo soy el caballo", "Yo sí que me le escapé a Tamakún por debajo del turbante", "Yo sí que soy el papaupa"...

Podemos convertir nuestros cumpleaños, bautizos, aniversarios de boda, etc. en "auto bombo". Usted lee periódicos nuestros y a veces hay más "auto bombo" en la Crónica Social que ataques al castrismo. Todo el que tiene dos dedos de frente y ve eso, piensa: "¡Qué va, los cubanos no acabamos de aprender nuestra lección de historia!"

Nosotros los cubanos tenemos montones de brillantes profesionales pero también tenemos "figuras populares", "célebres" médicos y "distinguidos" letrados. Pero cuando usted pregunta ¿qué hizo ese hombre, que hecho glorioso realizó, cuántas operaciones exitosas del corazón llevó a cabo? No obtiene una respuesta porque son productos del "figura’o" y de crónicas sociales.

Si uno de nuestros muchachos estudia, saca buenas notas, se gradúa de una universidad, vaya, el mérito es, y debe ser, absolutamente de él, aunque es justo reconocer el tremendo esfuerzo de sus padres.

Al graduársenos un hijo nos podemos sentir orgullosos y podemos decir: "¡Hice a mi hijo médico!","Logré hacer a mi muchacho dentista!" y el día de la fiesta de graduación recibimos tantas felicitaciones como el graduado. ¿Usted nunca ha escuchado a un cubano decir orgulloso: "Mira, chico, yo soy casi analfabeto, pero el éxito más grande de mi vida es que hice a mi hija maestra y ya el muchacho se me va a graduar de ingeniero"?

Lo único que nos falta es decirle al muchacho: "Chico, cuando abras tu oficina no pongas tu diploma en la pared, pon uno con mi nombre que diga: En reconocimiento a mi padre, CHEO PÉREZ, un verdadero tronco de yuca, pero contra, pagó por mi carrera universitaria".