Eugenio Trujillo Villegas

Director: Sociedad Colombiana Tradición y Acción

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Se acaba de realizar en Egipto una nueva reunión de ambientalistas furibundos y radicales. Sus alaridos irracionales son cada vez más estridentes, lo cual los desacredita ante quienes analizan objetivamente el problema del medio ambiente, haciendo evidente que este asunto es una agenda política de la extrema izquierda y que en realidad nada tiene que ver con la conservación del planeta.

Sin embargo, esta vez le prestaron el micrófono a Gustavo Petro, quien aprovechó para lanzar ante el mundo una andanada de afirmaciones absurdas y descabelladas. Según Petro, si Colombia usara todas sus reservas de carbón, la humanidad desaparecería. Y propone que el mundo abandone el petróleo y el gas en forma inmediata, entre otras propuestas delirantes.  

Si semejantes afirmaciones se hubiesen hecho en tiempos de salud mental de la opinión pública, serían consideradas como una payasada de circo, y sería suficiente para indagar acerca de las condiciones mentales de quien afirma semejante barbaridad. Pero en estos tiempos decadentes, la mayoría de los medios de comunicación consideran esas afirmaciones como una genialidad y el público apenas si se da por enterado de la estupidez que eso representa. El discurso de Petro pareciera sacado de una de las películas del célebre cantinflas, un cómico que decía las más espantosas ridiculeces con aires de sabiduría.

La demagogia y la incompetencia aniquilan naciones  

Lo que sí podría desaparecer, y más rápido de lo que la gente cree, son las naciones gobernadas por demagogos delirantes, que pretenden imponerle una agenda antinatural a sus gobernados. Así van desapareciendo muchas naciones de nuestro tiempo, como es el caso de Cuba y más recientemente de Venezuela. Y así desapareció el orden económico y social en casi toda África en los últimos 50 años, generando una migración incontrolable hacia Europa. Es el mismo proceso por el cual desaparecieron muchas naciones e imperios a lo largo de la historia, al ser gobernadas por líderes perversos, decadentes e incompetentes. 

En una de las profecías de Nuestra Señora de Fátima, que hoy son más actuales que nunca, la Virgen anuncia a los pastorcitos que “varias naciones serán aniquiladas”, si la humanidad no se convierte. Esto es precisamente lo que está aconteciendo ahora mismo. Y se tornará mucho más grave y destructor si el mundo permite que estas ideas extravagantes sean impuestas por el Nuevo Orden Mundial, con el apoyo de algunos magnates del capitalismo y líderes políticos de extrema izquierda, que son los responsables de semejante delirio.

Centenas de dirigentes del mundo aterrizaron la semana pasada en El Cairo para participar en esa conferencia, viajando por todo el planeta en sus poderosos jets privados. Nos dicen en forma hipócrita y vergonzosa que las personas comunes y corrientes somos unos asesinos del medio ambiente porque viajamos en carro, en moto o en avión, y que de ahora en adelante deberíamos hacerlo a pie o en bicicleta. Que no podemos seguir usando petróleo, ni gas, ni carbón. Que no podemos desarrollar la agricultura, porque ello significa arrasar las selvas naturales. Que no podemos criar vacas, ni cerdos, ni cabras, ni ovejas, porque esa actividad aumenta los niveles de CO2. Que hay que desacelerar la economía, fomentar la pobreza y acabar con el capitalismo. Y muchas otras sandeces…

Todo esto configura una de las más grandes mentiras de nuestro tiempo. Y hace parte de una agenda marxista que quiere destruir el capitalismo, el régimen de propiedad privada, el progreso y el bienestar del género humano.

Persecución implacable al cristianismo

Nos quieren regresar al primitivismo mediante la imposición del socialismo y de la miseria, lo cual es considerado por los teóricos del marxismo como una de sus etapas más avanzadas. Y por supuesto, en ese estado de “evolución”, según ellos lo denominan, la religión y los principios morales de la Civilización Cristiana deberían desaparecer por completo. ¡Y la verdad es que lo están logrando!

Curiosamente, cuando despliegan su poder inmenso para hacer desaparecer las religiones, en realidad solo persiguen al cristianismo y jamás al islam. Y cuando consiguen debilitar los valores cristianos, los reemplazan por brujería y satanismo, que practican impunemente a la vista de todos.  Una vez más su hipocresía no tiene límites, pues mientras se rasgan las vestiduras porque algún funcionario público manifiesta su devoción a Nuestro Señor o a la Santísima Virgen y hacen quitar los crucifijos que hay en escuelas y oficinas públicas, proclaman las supuestas bondades de la santería y el chamanismo.   

Uno solo de los miles de aviones que hoy atraviesan el Atlántico entre América y Europa, con 300 pasajeros a bordo, produce en un día más contaminación que una mediana hacienda ganadera o agrícola en 50 años. ¡Pero la falsa propaganda mundial concluye que no se debe comer carne para salvar el planeta!  

Es evidente que el capitalismo tiene excesos e imperfecciones que es indispensable corregir con urgencia. Y también que la contaminación de la industria y de los plásticos debe ser enfrentada con la ayuda de la ciencia, porque indudablemente produce grandes daños al planeta. Pero es que estos heraldos del fin del mundo no quieren salvar el planeta, sino que quieren imponer el marxismo, lo cual es totalmente diferente. 

Es tan mentiroso y absurdo este discurso, que son precisamente las naciones comunistas las que más contaminan, comandadas por China. Y las naciones capitalistas más desarrolladas, como las de Europa y los Estados Unidos, son las que más protegen el medio ambiente y las que más evitan la contaminación, aumentando el reciclaje e inventando nuevos procesos industriales más limpios y amigables con el medio ambiente.