Eugenio Trujillo Villegas

Director: Sociedad Colombiana Tradición y Acción

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¡Se despertó Chile! El resultado del Plebiscito del pasado domingo fue claro y contundente, pues el 61,8% de los chilenos rechazó la extravagante Constitución redactada por la extrema izquierda marxista, mientras que el 38,2% la aprobó. Como era de esperarse, en las clases populares el índice de rechazo fue mayor, llegando al 75% en algunas regiones, mientras que en los estratos altos fue del 60%, demostrando una vez más que el comunismo ha penetrado más en las clases burguesas que en las populares. 

Chile es el más claro ejemplo de cómo un país puede optar por su propia auto-demolición. Durante los últimos 40 años ha tenido un crecimiento económico sostenido, erradicando la pobreza y consiguiendo grandes beneficios sociales para la población, al punto que las clases menos favorecidas tenían el más alto nivel de vida de Hispano-América. Sin duda alguna, eso se le debe a la Constitución que ahora quieren cambiar. 

EFECTOS DE LA GUERRA PSICOLÓGICA REVOLUCIONARIA

Es evidente que el marxismo viene ejecutando una siniestra manipulación con maniobras de guerra psicológica muy especializadas, que lanzaron a los chilenos a la destrucción masiva de su propio País, proceso que culminó en febrero de este año con la elección del presidente Boric.

¡El resultado no podría ser peor! La economía se derrumbó, la inversión nacional y extranjera quedó totalmente paralizada, la devaluación y la inflación se tornaron galopantes y las amenazas terroristas contra la empresa privada se multiplicaron. Así, la economía más próspera de la región entró en una profunda crisis.

En medio de esa debacle, los comunistas más radicales tomaron el control de la Asamblea Constituyente, que fue convocada el año pasado por el ex presidente Piñera. Este hombre cobarde y claudicante pasará a la historia como el principal culpable de la destrucción de Chile, pues como jefe de Estado y en representación de la derecha que lo eligió, enfrentó las protestas callejeras con total desacierto, ignorando que todo el caos creado fue inducido por minorías extremistas que siguen un libreto internacional que se viene repitiendo al pie de la letra en varios países.

El proyecto de la nueva Constitución chilena fue irracional desde su misma convocatoria. Pretendía una entelequia que está un paso adelante del comunismo, que no busca imponer apenas la igualdad económica marxista, sino que quiere el exterminio de la civilización cristiana. Sería la imposición de la sociedad marxista profunda, algo irreal y utópico que está más allá del comunismo clásico que conocemos. 

La nueva Constitución chilena proponía el desmembramiento del País, la autonomía para los indígenas mapuches, la erradicación de los valores cristianos, la desaparición de la propiedad privada, la prohibición de la inversión extranjera, la administración de todas las empresas públicas por “el pueblo”, que no es otra cosa que el gobierno de los soviets, unos comités revolucionarios establecidos en cada barrio de cada ciudad, que terminan siendo los órganos represores del gobierno.

Además de semejante barbarie que solo produce miseria, la nueva Constitución incluía la imposición del aborto, la ideología de género, la eutanasia, el matrimonio homosexual, la aniquilación de la familia tradicional, el desconocimiento absoluto del papel de la mujer, a la cual ni siquiera considera mujer, sino “individuo menstruante”. O sea, una aberración tras otra.

ES DE ESPERAR QUE NO SE REPITA EL ROBO DE COLOMBIA

Pues bien, todo eso fue rechazado en el Plebiscito. Para fortuna de Chile, la oposición a Boric no la hace una derecha claudicante y cobarde como la colombiana, que ante el resultado de nuestro Plebiscito sobre el Acuerdo de paz, aceptó el robo criminal del resultado, con el irracional argumento de que Colombia quería la paz.

Entonces, según la espuria alianza conformada por Santos, el Congreso de la República, la Corte Constitucional y los falsos líderes de la derecha, era mejor reconocer el triunfo del Sí, cuando en realidad ganó el No. ¡Y allí está el origen de la tragedia actual de Colombia!

En este proceso latinoamericano rumbo al socialismo, hay una realidad más profunda que muchos ignoran. Es verdad que la mayoría de los gobernantes marxistas son torpes, estúpidos e ignorantes, como lo estamos viendo todos los días en Colombia. Lo que hacen y lo que dicen es sencillamente irracional, conduce a la aniquilación del Estado de Derecho y al desmantelamiento del único sistema económico que produce riqueza y bienestar, pero ellos insisten en cambiarlo por otro que solo produce miseria.

Sin embargo, sus decisiones no pueden ser explicadas apenas como una consecuencia de la estupidez humana. ¡Hay que entenderlas a través de la óptica de la maldad! Ellos quieren destruir los valores de la civilización cristiana y a eso se dedican. Quieren que desaparezca el cristianismo, porque es el origen y el fundamento moral de la sociedad. Quieren que desaparezcan la libre iniciativa y la propiedad privada, porque son la fuente de la libertad y de los derechos de las personas. Quieren que desaparezcan la prosperidad y el crecimiento económico, porque ellos son la fuente de las legítimas desigualdades sociales y económicas. Luchan por el fin de la armonía social, porque quieren el caos, la confrontación y la guerra civil. 

En fin, para resumir todo en un solo concepto, el marxismo quiere imponer la miseria como instrumento de dominación política. Cuando el Estado omnipotente decide quién tiene alimentos y quién debe pasar hambre, quién vive y quién muere, entonces el dominio sobre una nación se torna absoluto.

Lamentablemente, mientras Chile parece despertar después de tan grave letargo, Colombia duerme anestesiada y sin reacción alguna, mientras que la camarilla gobernante hace lo que se le antoja, anunciando cambios y reformas sin freno, todas ellas disparatadas.  

¡Colombia, despierta! ¡Ya es hora de reaccionar! Es necesario que el País se despierte para impedir la demolición anunciada. No tardarán en aparecer de nuevo las hordas salvajes que ya conocemos, para arrasar todo lo bueno que hemos construido a lo largo de varios siglos. ¡Este es el reto que tenemos! ¡Es nuestra decisión enfrentarlo!