Por Alfredo M. Cepero

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Y ahora Obama, el presidente obstruccionista de los años de Trump, ha logrado su sueño de convertirse en el presidente oculto pero actuante del período de Biden.

El error más grande cometido por los ciudadanos de este país fue elegir a Barack Hussein Obama presidente de los Estados Unidos. Desde muy niño, Barack  escuchó las conversaciones de su abuelo materno Stanley Armour Dunham con su amigo Frank Marshall Davis, líder de la izquierda política americana. En sus años de juventud Obama asistió durante 20 años a los servicios religiosos del pastor Jeremiah Wright, un hombre que odiaba a los Estados Unidos al extremo de que ,en sus sermones, sustituyó el tradicional "Dios Salve a America" por la frase venenosa de "Dios maldiga a America". Y un hombre llamado Obama lanzó su primera campaña política a la legislatura del estado de Illinois en la residencia de los terroristas del Weather Underground, Bill Ayers y Bernardine Dohrn. Con estos antecedentes, Barack Obama  jamás debió haber sido electo a ningún cargo púbico.

Pero este personaje. además de ser un político brillante, es un simulador consumado. Cuando su figura alcanzó niveles nacionales rompió todo contacto con Jeremiah Wright y Bill Ayers. Se presentó ante el pueblo americano como un joven idealista, moderado y conciliador. Su sonrisa inocente fue otra de las cualidades que le ganó la simpatía de millones de sus conciudadanos. Escondió en la manga su militancia de izquierda y su racismo congénito. Con ello, Obama llevó a cabo el mayor engaño perpetrado contra el pueblo americano en más de 245 años de república.

Al finalizar sus dos períodos de gobierno, Obama debía ceder al paso a otro presidente y apoyó la candidatura de su compañera delincuencial Hillary Clinton. Ella mantendría en secreto las fechorías cometidas por ambos. Pero se produjo el milagro de Donald Trump ganando las elecciones de 2016 y tanto Hillary como Barack tuvieron que mandarse a correr. Obama lanzó la resistencia a Trump en la reunión del 5 de enero de 2017 en la Casa Blanca con la participación de Joe Biden, Sally Yates y Susan Rice, mientras Hillary pagó dos millones de dólares al ex espía británico Christopher Steele por un informe apócrifo afirmando que Trump conspiraba con Vladimir Putin para ganar las elecciones.  

Por otra parte, la elección de Donald Trump fue un golpe demoledor tanto para Hillary Clinton como para Barack Obama. Ella vio frustrada su aspiración a convertirse en la primera mujer presidente de los Estados Unidos y él vería erradicado su legado presidencial de izquierda agresiva. Y lo peor, a los 55 años de edad, Obama no estaba dispuesto a convertirse en reliquia. La mayoría de los ex presidentes se retiran a la vida privada  y a sus respectivos entretenimientos. Su mayor proyección política es el diseño y administración de sus bibliotecas presidenciales. Y su regla de oro es no inmiscuirse en las decisiones de sus sucesores.

Pero eso sería imposible para un adicto a la actividad política como Barack Obama. A sus actuales 59 años Obama se considera capacitado para seguir jugando un papel importante en la vida pública americana y se  aferra al poder a través de sus antiguos subalternos. Uno de ellos es sin dudas un Joe Biden que acató la orden de designar a Kamala Harris como su vice presidenta.

El 19 de mayo del año pasado, en un artículo que titulé "El regreso de Obama a la Casa Blanca", escribí: "Obama, por su parte, se prepara a regresar a la Casa Blanca por la puerta lateral que le abriría un Joe Biden mediocre, balbuciente e incapacitado". Por desgracia se ha cumplido mi vaticinio.

Además los Obama compraron una residencia por 8 millones de dólares a menos de dos millas de la Casa Blanca. Trump no disfrutó de tranquilidad para poner en marcha su agenda pero, a pesar del hostigamiento, fue más efectivo que todos sus antecesores, incluyendo a ObamaY ahora Obama, el presidente obstruccionista de los años de Trump, ha logrado su sueño de convertirse en el presidente oculto pero actuante del período de Biden.

Pero esta vez, Obama es mucho más efectivo porque tiene la experiencia de ocho años de improvisaciones y fracasos. Sabe por ejemplo, que sólo tiene dos años para poner en marcha la agenda que se le quedó en el tintero en sus primeros ocho años de gobierno. En las parciales de 2022 los demócratas podrían perder la mayoría en una o hasta en las dos cámaras del Congreso. Esa es la respuesta a la ráfaga de 40 órdenes ejecutivas emitidas por Biden en menos de dos semanas, más que ninguno de sus antecesores.

Por lo tanto, los conservadores que vemos en Donald Trump la última esperanza de devolver esta nación a la libertad, la prosperidad y la justicia debemos prepararnos para dos años verdaderamente tormentosos porque los ataques sólo han comenzado. Desde la pérdida de la independencia energética hasta el financiamiento del aborto, pasando por las fronteras abiertas, el aumento de la delincuencia y la confiscación de nuestras armas de fuego esta gente se propone llevarnos a una esclavitud del Siglo XXI donde serán incluidos los ciudadanos de todas las razas. Y, dicho sea de paso, el único Dios que reconoce esta izquierda es el estado totalitario y todopoderoso.

Ahora, ese estado se va a apoderar del pastel creado con los impuestos aumentados a la clase media para distribuirlo entre sus zánganos mantenidos y sus incondicionales políticos. Para ello, tienen que debilitar la voluntad de lucha de una buena parte de la ciudadanía. Y no hay nada más debilitante que el complejo de culpa. En este país se le conoce como "Culpa Blanca" o "White Guilt".

Muchos se preguntarán qué es esta "Culpa Blanca" . El sociólogo Willard Gaylin la describe en estos términos: "Culpa es la emoción que conforma una proporción considerable de nuestra bondad y generosidad. Es una señal que nos dice cuando hemos transgredido los códigos de conducta que nosotros mismos nos hemos impuesto. Sentirnos culpables nos dice que hemos fallado en nuestros ideales". Este sentimiento ha sido utilizado por la izquierda militante para chantajear a muchos de los multimillonarios y políticos americanos. Un ejemplo en cuestión ha sido el Alcalde de los Ángeles, Eric Garcetti, hincándose de rodillas ante ciudadanos negros para pedirles perdón por ser blanco. Si esto no fuera tan deprimente sería risible.

Explotando este sentimiento, mercaderes del racismo, tanto dentro como fuera del gobierno, se han atrevido a proponer el disparate de proporcionar una indemnización a los ciudadanos de raza negra. La interrogante mayor es determinar quiénes son los americanos de raza negra que descienden de esclavos seis generaciones después de que Abraham Lincoln emitiera su Proclama de Emancipación el primero de enero de 1863.

La otra es precisar quiénes son los americanos blancos descendientes de antiguos dueños de plantaciones de esclavos. Sería una injusticia por partida doble obligar a un ciudadano cuyos antecesores no tuvieron esclavos a pagar reparaciones por delitos cometidos por otros. Esto no es otra cosa que una sucia maniobra de la izquierda para mantener esclavizados y garantizarse los votos de los ciudadanos de la raza negra. Porque el hombre que sin esfuerzo propio recibe de otro su subsistencia es esclavo del que se la proporciona.

Estos son los procedimientos y estratagemas con los que cuentan Barack Obama y sus apandillados para enfrentar a un Donald Trump que cuenta con el respaldo incondicional de 74 millones de americanos y que ha dicho que volverá a aspirar a la presidencia. Hay una nación dividida por el medio entre los mafiosos del pantano y los defensores de un regreso a los valores de la América que nos legaron los padres fundadores. Todos sabemos quiénes son porque al "capo" de la mafia demócrata se le acabó el anonimato.

2-3-21

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