Por Alfredo M. Cepero

Director de www.lanuevanacion.com

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El poder político de Donald Trump tiene sus raíces en un carisma personal que cautiva a las multitudes que lo escuchan.

Desde tiempos remotos el elefante ha sido utilizado como símbolo por equipos deportivos y por partidos políticos. Remontándome a los tiempos de mi niñez recuerdo—con la extraordinaria claridad que recordamos nuestra infancia quienes hemos vivido mucho tiempo—al elefante que simbolizaba al equipo de béisbol del Cienfuegos. Su lema era: “Lento pero aplastante”. Y aunque ganó pocos campeonatos de la liga profesional de béisbol contó con los brazos privilegiados de los mejores lanzadores de Cuba. Sólo una muestra incluye a: Sandalio Consuegra , Martín Dihigo , Adolfo Luque , Camilo Pascual y Pedro Ramos.

Cuando, andando los años, vine a los Estados Unidos en busca de asilo me encontré con otro elefante, el del Partido Republicano. Un elefante que nació y alcanzó notoriedad durante la presidencia de Abraham Lincoln y que—aunque no nos ha ayudado a liberar a Cuba—nunca nos ha traicionado como lo hizo en Bahía de Cochinos el burro socarrón del Partido Demócrata. Esta traición trajo consigo que la mayoría de los cubanos de mi generación hemos dado nuestro voto al partido del elefante a pesar de que las promesas de muchos de sus líderes se han quedado cortas. Ahora ha surgido en los Estados Unidos un líder genuino que se asemeja a los símbolos del equipo de béisbol cubano y del partido político americano en su andar “lento pero aplastante” y se trata de un elefante que se llama Donald Trump.

Algunos se preguntan si este elefante terminará “destruyendo la vajilla” o regresará triunfante a la Casa Blanca en las elecciones de 2024. Yo digo que regresará y que lo hará con márgenes electorales gigantescos. Sabemos que tuvo éxitos como el presidente número 45 y yo vaticino que logrará mayores éxitos como el presidente número 47. El poder político de Donald Trump tiene sus raíces en un carisma personal que cautiva a las multitudes que lo escuchan. En esas multitudes hay dos grupos que lo siguen con la fidelidad de los roedores descritos en el cuento del Flautista de Amelin: Los Americanos blancos que no han pasado de la segunda enseñanza y los patriotas Hispano-Americanos.

Estos americanos e hispanos viven en lo que las élites políticas y periodísticas califican como el país donde los aviones no tocan tierra (Fly-over-country). Son los residentes de los estados del centro del país. Los mismos que Hillary Clinton llamó “deplorables” y  que Barack Obama se burló de ellos diciendo que eran “gente amargada y aferrada a sus armas y a su religión.”  Pero Trump los entendió, los escuchó y los transformó en un movimiento político que puso “patas arriba” a la política tradicional de los Estados Unidos.

En cuanto a los latinos, siendo el 19 por ciento de la población americana—comparados con el 14 por ciento representado por los Afroamericanos—Trump se dio cuenta de que podrían convertirse en factor decisivo de los procesos electorales. Entre las elecciones de 2016 y 2020 Trump recibió un aumento del 8 por ciento en el voto latino. En estados como Texas y La Florida Trump estuvo a punto de obtener una mayoría latina.

Sin más rodeos, Donald Trump ha sido uno de los grandes presidentes de los Estados Unidos. No solamente bueno sino grande. Parte de esa grandeza se refleja en sus inmensos triunfos. Pero su mayor logro es la forma en que se enfrentó a casi todos los poderes espurios en este país para hacer realidad lo que Estados Unidos estaba pidiendo a gritos y su pueblo exigía.

Es por eso que se aseguró de que sus reducciones de impuestos fueran las primeros en la historia reciente en beneficio de la clase trabajadora. Trump firmó una ley de crédito impositivo de 2,000 dólares por cada hijo y cambió de tal manera las tasas de impuestos que los americanos pobres no han tenido que hacer declaraciones de impuestos.

Por otra parte, ignoró las quejas de los globalistas aliados de China Comunista y le aplicó sanciones a Pekín. Entonces las élites comerciales le aconsejaron que no se metiera con China Comunista porque este país le debía mucho dinero. Pero, como hombre de negocios con vasta experiencia, Trump entendió que eran los Estados Unidos los que tenían “el sartén por el mango” porque este país le compra a China Comunista tres veces lo que ella nos compras a nosotros.

Tampoco podía faltar el reto de los fanáticos de la pureza ambiental. Como de costumbre su meta era la eliminación de los combustibles fósiles y su sustitución con fuentes de energía del viento y del sol. Pero Trump les contestó que los Estados Unidos han trabajado por 40 años para lograr su independencia energética. ¿Por qué entonces iba este país a sacrificar esa ventaja? Sobre todo con paneles solares que no funcionan durante los días nublados y turbinas de viento que no se mueven en los días en calma. Trump les dijo que, por el contrario, él quería hacer de los Estados Unidos otra OPEP y poner esa energía al servicio de la democracia y los derechos humanos.

Por su parte, los legalistas argumentaron que cuando los inmigrantes ilegales cruzan la frontera tienen el derecho a la protección de la constitución americana. Pero Trump sostuvo un punto de vista totalmente opuesto y le pidió al presidente de México que pusiera tropas en las fronteras y mantuviera a los ilegales del lado mexicano. El izquierdista e inepto presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se negó en un principio. Pero cuando Trump lo amenazó con ponerle tarifas especiales a las importaciones mexicanas, López Obrador vio la luz y desplegó 28,000 soldados en la frontera. Problema resuelto.

Otro elemento que se opuso a la agenda de Trump fueron los diplomáticos de carrera. La solución para ellos era la creación de dos estados, uno palestino y otro israelí. Trump se negó argumentando que esa fórmula estaba condenada al fracaso porque Hamas seguiría matando israelíes. Acto seguido logró que Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos dejaran de financiar a Hamas a cambio de la protección de Estados Unidos frente a las agresiones de Irán.

Acto seguido, se enfrentó a los cabilderos del medio ambiente cuando apoyó un aumento en la fracturación hidráulica. Como resultado los Estados Unidos extrajeron suficiente gas natural con la capacidad de reducir las emisiones de carbón en 800 millones de toneladas métricas—una cantidad mayor que las cantidades sumadas de Europa y Japón.

Lamentablemente, Trump pagó por sus pecados con la pérdida de la presidencia. Los intereses establecidos se sintieron amenazados e hicieron causa común para liquidarlo. Los medios de información adoptaron la línea de Pravda o Radio Moscú durante la guerra fría bloqueando cualquier noticia que fuera favorable a Trump. Para el New York Times, el Washington Post, USA Today, Reuters, ABC, CBS, CNN y hasta el Wall Street Journal era una cuestión de supervivencia y el objetivo era liquidarlo por cualquier medio posible. Y lo liquidaron.

Cuando estos medios se convencieron de que no podrían derrotarlo con honestidad apelaron a todas las trampas—impidiendo que tomara posesión, sometiéndolo a juicio político y sometiéndolo de nuevo a juicio político. Su éxito de sustituirlo en 2020 constituyó su venganza máxima. En el futuro ya nada será igual. Lo que se avecina en 2022 y 2024 es una guerra de tierra calcinada.

7-20-22