Por Alfredo M. Cepero

Director de www.lanuevanacion.com

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El poder soberano reside en el pueblo. No en el rey, el tirano, el presidente o el primer ministro.

Ni siquiera los individuos más ignorantes son capaces de negar que los Estados Unidos fueron la primera democracia funcional del mundo. Una institución que ha perdurado por 245 años sin un solo golpe de estado. La democracia de Atenas fue un concepto político limitado a las élites que nunca benefició a los ciudadanos del pueblo llano. Luego, cuando uso el término “democracia” me estoy refiriendo a la democracia americana. Por eso comienzo este trabajo citando conceptos de la Declaración de Independencia que, en mi opinión, son los más importantes.

Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados…”

Ahí está el principio de la soberanía. El poder soberano reside en el pueblo. No en el rey, el tirano, el presidente o el primer ministro. Y ese poder soberano es expresado a través de las elecciones. Sin elecciones no hay democracia. Quienes alteran el proceso electoral están dando un golpe de estado “de facto”.   

Y cuando el ciudadano pierde su confianza en las elecciones deja el camino abierto a los tiranos. La confirmación la tenemos en las palabras del lobo estepario Joseph Stalin: “Los importantes no son los que votan sino los que cuentan los votos.” Quienes pusieron a Joe Biden en la Casa Blanca dieron un golpe de estado, no contra Donald Trump sino contra los ciudadanos que votaron por él.

Como era de esperar, el Departamento de Justicia de la Administración Biden no está interesado en investigar el fraude electoral porque estaría minando su propia legalidad. Afortunadamente, los Estados Unidos son todavía una democracia donde los ciudadanos cuentan con recursos para reclamar sus derechos soberanos.

Pero tienen que andar con premura porque el gobierno de Biden, con la complicidad de los panfletarios que tergiversan la información, está destruyendo a puro decreto las leyes que constituyen los cimientos de la democracia que nos legaron los padre fundadores de los Estados Unidos. El de mayor estatura política un George Washington que rechazó con vehemencia que se le nombrara rey y aceptó que lo llamaran presidente. De hecho, Washington fue el primer funcionario electo en la historia del mundo al que se le aplicó el calificativo de presidente.

Pongamos ahora la atención en el caldeado panorama político de los difíciles momentos en que vivimos. Una dama valiente y patriota llamada Liz Harris ha creado un equipo de ciudadanos privados que se ha impuesto como misión investigar las trampas perpetradas por la izquierda demócrata de las elecciones del pasado mes de noviembre. Su liderazgo ha dado inicios a una investigación nacional sobre elecciones en varios estados de la Unión Americana. Por el momento, la Harris ha empezado por hacer una auditoría del proceso electoral en el estado Arizona.  

En el curso de una comparecencia en el programa del activista republicano Steve Bannon, la investigadora reveló dos estadísticas de Arizona que podrían cambiar radicalmente los resultados de las últimas elecciones en ese estado. La primera sobre “Votos Perdidos” y la segunda sobre “Votos Fantasmas”. Los voluntarios de este proyecto que tocaron a las puertas de 12,000 viviendas han determinado que existen 173,104 votos que no aparecen por parte alguna. Estos votos corresponden a ciudadanos americanos que residen en el Condado de Maricopa, donde está ubicada Phoenix, la capital del estado.

La segunda bomba noticiosa tiene que ver con los que han sido calificados como “Votos Fantasmas”. En esta categoría se encuentran 96,389 votos que fueron emitidos a nombre de electores inscritos que eran desconocidos a los residentes de la dirección de inscripción o se habían mudado de esa residencia con anterioridad a las elecciones de 2020. La candidatura presidencial en el estado de Arizona fue decidida por la ínfima cantidad de 10,457 votos.

Hagamos ahora un recorrido por los números que fueron alterados para robarse las elecciones. En seis de los 50 estados americanos concentraron sus esfuerzos los ladrones de votos: Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Pennsylvania y Wisconsin. En todos ellos las diferencias de votos entre Trump y Biden fueron mínimas. Ahora bien, a los efectos de mi ejemplo, me basta con tres de ellos: Arizona (diferencia de 10,457 votos y con 11 votos electorales), Georgia (diferencia de 12,670 votos y con 16 votos electorales) y Pennsylvania (81,660 votos y con 20 votos electorales).

Como sabe la mayoría de quienes están leyendo este trabajo, las elecciones presidenciales en los Estados Unidos son decididas por la fórmula de los llamados votos electorales. Para triunfar, el candidato ganador tiene que acumular 270 de votos de un total de 538 votos. En las elecciones de noviembre de 2020 Joe Biden obtuvo 306 votos frente a Donald Trump’s, 232 votos. Si Donald Trump hubiera obtenido, como le correspondía por haber ganado esos tres estados, los 47 votos electorales que suman los tres, su saldo habría sido de 279 votos (232 +47). Biden, mientras tanto, habría perdido esos 47 votos y su saldo habría sido de 259 votos (306-47).

Ahora bien, si importante es denunciar el fraude de las elecciones de 2020 igualmente importante es asegurarnos de que las mismas trampas no se repitan en las elecciones venideras de 2022 y 2024. He aquí unas ideas que considero oportunas:

La primera sería prohibir terminantemente las elecciones por correo. Los ciudadanos no pueden renunciar al derecho fundamental de votar--que es la piedra angular de esta democracia—simplemente porque son muy holgazanes para ir a votar en persona.

La segunda sería reducir los centros de votación a 1,000 votantes inscritos por cada centro. Esto reduciría el tamaño de las colas y el tiempo de espera para votar.

La tercera sería contar las boletas a mano en vez de hacerlo con máquinas de computación, sujetas a programaciones fraudulentas que beneficien a unos candidatos sobre otros.

El resultado es que, cuando el 70 por ciento de los ciudadanos de un centro acude a votar, contar 700 boletas es fácil y rápido. Entonces sería posible anunciar el ganador para la media noche del mismo día de las elecciones. Y el ganador de la noche anterior sería el mismo ganador al día siguiente.

Una fórmula simple y de sentido común que daría nuevas energías y garantías a una democracia americana asechada por estos días por una izquierda destructiva y fanática.

9-14-21

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