Por Alfredo M. Cepero

Director de www.lanuevanacion.com

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Este país no puede resistir otros tres años en manos de un demente que no sabe cuál es la hora, la fecha en que vive ni el lugar geográfico desde el que está hablando.

En 1972, a los 30 años de edad, Joseph Robinette Biden Jr, se convirtió en senador por el estado de Delaware. Permaneció entonces por 36 años pegado a la teta del gobierno hasta que Barack Obama lo seleccionó como compañero de boleta en 2008. Durante todo este tiempo, 44 años, Joe Biden ha vivido del cuento, de la mentira y del robo. Cuando aspiró a vicepresidente proporcionó a The Washington Post una lista donde afirmó que había conocido personalmente a más de 150 líderes de 60 países, territorios y organizaciones internacionales. Utilizando la palabra preferida de Biden, yo digo que esta fue una las más grandes "malarkeys" (mentiras) de Joe Biden.

Al mismo tiempo, no hay dudas de que Joe Biden está senil. Decir o escribir esto no es un ataque contra Biden. Cualquier persona decente tiene que sentir lástima por Biden, de verlo con la mirada perdida en el espacio o tambaleándose como un borracho que trata de cruzar una calle congelada, al mismo tiempo en que busca las notas que le han redactado sus manipuladores.

El verdadero Biden ha sido descrito por el ex Secretario de Defensa Robert Gates: "Yo creo que él ha estado equivocado en todas las cuestiones de seguridad nacional y de política internacional de las últimas cuatro décadas." Afganistán ha sido probablemente su último error antes de ser recluido en el asilo de ancianos.

Sin embargo, Joe Biden no es el único culpable de la mentira que le permitió robarse la presidencia de los Estados Unidos desde el escondite del sótano de su casa de Delaware. Hay culpa para repartir. La prensa arrogante y mentirosa que odia a Donald Trump escondió todas las mentiras, todos los errores, todas las limitaciones, todos los descaros y todas las corrupciones de Joe Biden y de la familia mafiosa integrada por su hijo Hunter y por sus hermanos.

La élite del Partido Demócrata integrada por Susan Rice, John Kerry, Antony Blinken, Ron Klain y Lloyd Austin que había trabajado con él y hasta su propia familia sabían que Biden no tenía la capacidad ni la claridad para gobernar. El peor fue BarackObama que lo tuvo 8 años a su lado y lo vio hasta oponerse al pasaje al infierno extendido a Osama Bin Ladin. Pero todos callaron porque era más importante servirse a sí mismos que servir al país. Ahora la conspiración se ha hecho pública y los Estados Unidos han sido humillados por unos campesinos analfabetos con turbantes−y como si fuera poco−muchos de ellos esgrimiendo rifles dejados atrás por los soldados americanos.

Por eso me pregunto ¿cómo llegó este rastrojo humano a la presidencia de la nación más poderosa y próspera de la Tierra? La única respuesta con probabilidad de certeza es que se necesitaba un títere que, al mismo tiempo, detuviera a Donald Trump y obedeciera a Barack Obama. Eso es lo que está pasando en este momento. Obama está gobernando desde el sótano de su residencia de 8 millones de dólares en Kalorama Road, a sólo dos millas de la Casa Blanca. La realidad es que nadie votó por Joe Biden. Muchos de los que asistieron a las urnas votaron por Donald Trump o contra Donald Trump. La deficiencia fue cubierta con votos fraudulentos a favor de Biden. Bien dijo el lobo estepario de Stalin que "lo importante no son los votantes sino los que cuentan los votos".

En este momento, Biden es un barco que navega en la noche sin capitán ni brújula y Afganistán es el castigo de Dios a los malos. "Dios castiga sin piedra y sin palo", decía mi amigo y compañero de labores en la Voz de los Estados Unidos de América, Antonio Hernández Travieso. El resultado que no puede sorprender a nadie es un falso entramado que se les ha venido encima. La lista abreviada de los fracasos de Biden y su desorientada camarilla puede resumirse en una avalancha de inmigración ilegal, un incremento galáctico en el precio de los alimentos y los artículos de primera necesidad, una provocada insuficiencia energética y el grotesco espectáculo de miles de americanos rehenes de los diabólicos militantes de los Talibanes.

Como si fuera poco, los aliados europeos de la OTAN ya no esperan por los Estados Unidos para tomar decisiones. Prefieren congraciarse con China Comunista o con Rusia que incluso ya están dando pasos para apuntalar a los Talibanes. En este momento los habitantes de Ucrania y de Hong Kong saben que están viviendo con el tiempo contado. De hecho, Afganistán es el último clavo en el ataúd de un Partido Demócrata que ha sido secuestrado por la izquierda virulenta y fanática. Una izquierda que ignora la admonición de Thomas Sowell de que: "La redistribución de la riqueza termina en la redistribución de la pobreza."

Este Partido Demócrata me recuerda al "Circo Alegría" que visitaba mi pueblito bucólico en la llanura de Colón durante la época de la zafra azucarera. Un circo de un solo palo que nos entretenía con un león famélico y una bailarina obesa. A este circo demócrata se le partió el único palo y la carpa ha caído sobre las cabezas de todos los que lo levantaron para engañarnos.

Por otra parte, otra muestra de la senectud de Biden es que no admite sus errores. Dice una y otra vez que estaba limitado por los planes de retirada elaborados por Donald Trump. ¿De verdad?  El combativo Donald Trump dijo con  frecuencia que estaba dispuesto a utilizar el poderío aéreo para proteger a los soldados americanos y bombardear cualquier califato islámico que surgiera como resultado de este proceso. Los talibanes lo sabían y por eso esperaron a que Trump saliera del escenario. Pero todo lo que ha hecho Biden desde que tomó posesión es destruir los pactos hechos por Trump, eliminar los acuerdos sobre contratos de energía, los protocolos con México y América Latina sobre seguridad en las fronteras y los contratos sobre oleoductos.

En un mundo normal, el Jefe del Estado Mayor Conjunto y el Secretario de Defensa habrían renunciado. Los hemos escuchado decir por demasiado tiempo que el calentamiento global es su principal reto. Lo mismo han dicho sobre la teoría crítica de la raza. Y nos han cansado con sus alardes de que están purgando de las fuerzas armadas a todos los soldados racistas. En otras palabras, han pontificado sobre cualquier cosa y sobre todas las cosas, excepto sus planes para prevenir la humillante derrota militar de las fuerzas norteamericanas y las de sus aliados. A la  hora de la verdad han actuado como tímidas monjitas de clausura.

Para mayor desgracia, los números han arrojado resultados nefastos. En una encuesta de Rasmussen, el 52 por ciento de los que respondieron dijeron que tenían dudas de que Biden estuviera física o mentalmente preparado para ser presidente de los Estados Unidos. El 41 por ciento declaró que no tenía la más mínima confianza. Y el 46 por ciento contestó que todavía tenía confianza en que Biden podía desempeñar su trabajo.

De lo que estoy seguro es de que Biden no tomará ninguna decisión de importancia en el futuro porque sus manipuladores no lo dejarán. Esta pobre excusa de hombre no está preparada para ser presidente en momento alguno y mucho menos en medio de una crisis de estas proporciones. La gente alrededor de Biden lo está abandonando de manera ostensible. Esto constituye una violación de una de las reglas más importantes en cualquier Casa Blanca: "No critiques al Jefe"

Después de esta debacle de Afganistán es importante despolitizar a las agencias e instituciones incompetentes, así como limpiar de izquierdistas a las fuerzas armadas, comenzando por sus jefes. Podríamos empezar por retirar los certificados de seguridad a todos esos militares, funcionarios y diplomáticos retirados que van a los programas de televisión a vender sus opiniones partidistas.

Pero lo más importante, ha llegado la hora de destituir a Biden aplicándole  la Enmienda 25 de la Constitución o sometiéndole a un juicio político (impeachment). Con muchas menos razones Donald Trump fue torturado con dos juicios políticos. Este país no puede resistir otros tres años en manos de un demente que no sabe cuál es la hora, la fecha en que vive ni el lugar geográfico desde el que está hablando. Prolongar esta situación sería cometer suicidio colectivo. 

8-24-21

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