Roberto Álvarez Quiñones

Diario de Cuba

 

"Todo lo que tengo se lo debo a la revolución": cuando alguien en Cuba hoy dice eso sin estar fingiendo, o habla de la educación y la salud pública como grandes "logros de la revolución", o no se percata de que la escasez  no es culpa de un Gobierno ajeno (EEUU) sino del suyo, o grita a los disidentes "¡Abajo los derechos humanos!", estamos ante una persona que ha sufrido daño antropológico.

Ese término viene de antropología, palabra formada por los vocablos griegos anthropos (ser humano) y logos (conocimiento). Es la ciencia que estudia al ser humano. Hay daño antropológico cuando, además del deterioro social, económico y cultural en un país, hay daño a la condición humana, la persona pierde la conciencia de sí misma y no es capaz de evaluar la realidad de manera razonable e independiente.

Es como la robotización del humano. El robot repite lo que dice el programa que le han instalado, y la persona con daño antropológico de hecho repite lo que le han sembrado en su cerebro. Ha sido moldeada (amaestrada) para hacer y pensar de manera dirigida. El daño antropológico va más allá y causa efectos destructores sobre la propia identidad del ser nacional como tal.

El intelectual cubano exiliado Luis Aguilar León destacaba seis tipos de daños antropológicos: el servilismo; el miedo a la represión; el miedo al cambio; la falta de voluntad política y de responsabilidad cívica; la desesperanza; el desarraigo y exilio dentro del país (insilio); y la crisis ética.

Soy de los que creen que en Cuba ese daño fue producido, y sigue siéndolo, por tres fuentes clave: 1) el sistema de educación; 2) los discursos de Fidel Castro, y luego los de otros jerarcas de la dictadura; y 3) el bombardeo incesante de propaganda y desinformación en los medios de comunicación, sobre todo en la TV.

Esos factores engendran lo que José Ortega y Gasset llamaba el "hombre masa", aquel "cuya vida carece de proyectos y va a la deriva… y por eso no construye nada". O sea, pierde la capacidad de pensar con cabeza propia. Se le oxidan las neuronas por no usarlas mucho, o se les han extraviado por caminos equivocados de consignas e idioteces propagandísticas. Eso, en fin, es un daño al cerebro. Sin esa lesión no es posible afirmar en Cuba que todo lo que se tiene se le debe a la "revolución". Esta solo ha dado pobreza y escasez. Y si alguien ha logrado tener algo, ha sido al precio de ser esclavo de un Estado mafioso, pasar necesidades, no poder expresarse libremente ni tener derechos como ciudadano moderno.

A veces el daño cerebral es irreversible

Ese daño al ser humano es a veces irreversible. En Cuba hay jubilados que están en la miseria, pasan hambre, se quejan de la escasez, pero alaban a "nuestra revolución".  

Entre las máquinas de lavado de cerebro citadas son muy importantes las escuelas y universidades. Desde que el niño aprende a leer tiene que jurar cada mañana "pioneros por el comunismo, seremos como el Che". Luego viene la grotesca tergiversación de la historia y la realidad de Cuba y del mundo.

Durante cuatro generaciones el castrismo ha sembrado en la conciencia nacional el rechazo a la cultura occidental y a la economía de mercado, a los valores democráticos basados en la separación de poderes, el sufragio universal y el respeto a los derechos humanos. Se glorifica la autocracia como forma de gobierno, y a los dictadores de izquierda, terroristas, narcotraficantes y criminales que hay en el mundo, si son "amigos de Cuba".

Por eso casi nadie se escandaliza en la Isla cuando alguien es sorprendido con la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH) en el bolsillo y va a la cárcel por "propaganda enemiga". Ni tampoco porque niños y adolescentes quemen copias de la DUDH en plena vía pública, como hacían las hordas nazis, que quemaban los libros no fascistas. 

El sistema de educación castrista, mientras fue financiado por Moscú, mantuvo cierto nivel académico, claro, con gran lavado de cerebro incluido. Cuando falleció el "paganini" tío Sacha, todo se derrumbó. Hoy es demasiado evidente la carga desmesurada de propaganda político-ideológica.

Hasta la Campaña de Alfabetización en 1961, una obra positiva, fue utilizada para el lavado de cerebro. Las primeras palabras que enseñaban los brigadistas "Conrado Benítez", y la letra de la pegajosa marcha alegórica que se escuchaba en la radio eran loas a la revolución y a Fidel, y consignas contra el "imperialismo yanqui".  

No sorprende que hoy la educación en Cuba sea la más deficiente, destartalada y corrupta del hemisferio. Con regalos al "profe" los alumnos son aprobados. A mil años-luz de la ética anterior al castrismo. Desde 2009 han abandonado las aulas unos 45.000 maestros y profesores. Miles de jovencitos, sin vocación ni preparación, solo para evadir el Servicio Militar Obligatorio han pasado a ser profesores.

En general, a los maestros y profesores los instruyen para dar las clases convoyadas con propaganda. Eso incluye inculcar la "moral socialista" y atacar la "moral burguesa" y la cultura occidental.

A eso hay que agregar la incapacidad y la muy deficiente educación que han recibido los profesores. Ello ha agravado el lastre más visible de la enseñanza castrista: la pérdida de valores éticos, morales, lingüísticos, cívicos, y de las buenas maneras,

Daños colaterales, pérdida de valores, degradación del habla

Una gran parte de los graduados en los distintos niveles, incluyendo las universidades cubanas, no saben expresarse coherentemente. Emplean una jerga ininteligible y tienen un vocabulario asombrosamente reducido. Articulan las palabras en forma primitiva, o mutiladas. No se les entiende bien. No leen, ni pueden escribir dos párrafos sin cometer  graves faltas de ortografía.

Adolescentes, incluyendo muchachas, gritan en la calle obscenidades que antes ni un carretonero se atrevía a pronunciar. Muestran una asombrosa ignorancia en materia cultural, social, económica, histórica, ética y política. No quieren saber nada de Martí, Maceo o Céspedes, y no soportan que se les hable de la patria. Conocen del mundo lo que ven en Facebook o en el teléfono móvil.  

Eso significa que los maestros, que recibieron daño antropológico, a su vez lo causan a sus alumnos. La enseñanza castrista en la práctica es un reciclaje de depauperación educacional, cultural y social.

Hoy pululan los jóvenes violentos con conductas marginales. Muchos expioneritos son carteristas o "arrebatadores". Tumban al piso a cualquier anciana para llevarle su bolsa o jaba.

Fidel Castro, quien unos pocos años antes de asaltar el poder era un gangster que baleaba por la espalda a sus rivales políticos en las calles de La Habana, fue el que sembró en la conciencia nacional la instigación a la violencia, el insulto personal, la difamación y el engaño. Instauró los mítines de repudio y la tiradera de piedras y huevos contra disidentes y quienes decidían emigrar. Fue Castro I quien, con su plan de la Escuela en el Campo, separó a millones de niños y adolescentes de sus familias y los puso a cargo del Estado para adoctrinarlos mejor.

O sea, fue el Führer cubano el principal lavador de cerebros. Fue y es aún el responsable del grave daño antropológico causado a tantos cubanos, muchos de los cuales, ya incapaces de pensar por sí mismos, tienen miedo a que grandes cambios en Cuba echen abajo los "logros de la revolución".

Ese daño al pueblo cubano, que incluye el primitivismo gutural en la forma de hablar y el "desparpajo" en la conducta social, conforman la otra cara visible del daño antropológico causado por la "revolución socialista" al país. Es uno de los grandes crímenes cometidos por la dictadura castrista. Su reparación tomará tiempo.

https://diariodecuba.com/cuba/1600766465_25173.html