Rafaela Cruz

 

El Gobierno disfraza de ecologismo su incapacidad para mejorar el parque mecanizado en la agricultura.

"Todavía hay muchos guajiros por ahí, que sueñan con los tractores y el petróleo, se olvidan de lo bueno que es tener una yunta en la finca." Así habla el diario Granma, vocero oficial del Gobierno cubano, en un artículo que promueve las "bondades" de la tracción animal, abogando "porque deje de ser práctica de campesinos aislados, para convertirse en un factor indispensable en el incremento de la producción".

Si no fuera trágico daría risa que mientras el Gobierno cubano promueve este uso de los animales al mejor estilo medieval, en el mundo se inviertan más de 5.000 millones de dólares anuales en automatización —un paso ya superior a la mecanización—, duplicándose desde el 2010 el número de robots y drones aplicados a la agricultura.  

La incapacidad del Gobierno cubano para mejorar el parque mecanizado agrícola —ni hablemos de automatización— la disfrazan de ecologismo y hablan de protección de suelos. Y,  aunque es cierto que el trabajo con los animales es más ecológico, de ninguna manera justifica la pérdida de productividad de una Cuba con una pequeñísima huella ecológica y que, dedicando a la agricultura más del 20% de su fuerza laboral, padece una balanza comercial agropecuaria negativa.

Todos los países intentan evolucionar hacia la mecanización. Si los más atrasados aún cultivan como promedio la mitad de sus tierras con animales, lo más avanzados han reducido esto al 7%; lo cual marca una clara tendencia hacia los tractores, no hacia los bueyes.

La diferencia de productividad hace fácil la decisión. Un artículo de la revista Ciencias Técnicas Agropecuarias, de la Universidad Agraria de La Habana, explica que mientras una yunta de buey puede trabajar hasta cinco horas diarias, un tractor llega a las 16 horas y a ritmo más intensivo, por lo que es 35 veces más productivo que una yunta.

Otro estudio, también cubano, específica que en el cultivo del frijol, los costes económicos caen casi la mitad y la producción se cuadriplica usando un tractor de pequeña potencia.

Las preocupaciones verdes del Gobierno castrista son un grosero intento de esconder la importancia de la tecnología en la productividad agrícola. La cual es bajísima en Cuba, y no solo porque ellos no pueden afrontar las inversiones necesarias, sino principalmente, porque no permiten que otros lo hagan, lo que condena a los campesinos al muy ecológico pero ineficiente y ciertamente inhumano e incluso cruel con los animales, arado con bueyes.

Es decisión del Gobierno cubano no permitir la inversión extranjera libre y directa, no liberar el comercio exterior o mantener rígidos controles sobre la compraventa de terrenos. Todo esto, de modificarse, haría del campo cubano un apetecible destino para los capitales especializados en agricultura, pues la Isla tiene un creciente mercado consumidor de productos de alto valor agregado en el turismo, industria que potencialmente puede multiplicar aun varias veces las cantidades de visitantes recibidos cada año.

Además, podría abastecer tanto a EEUU —si el Gobierno de la Isla soluciona el diferendo político— como a las islas caribeñas circundantes, la mayoría de ellas importadoras de alimentos para sus respectivas industrias turísticas.

Es fácil demostrar que la conciencia ecológica gubernamental se ha movido según la capacidad financiera, pero siempre manteniendo la decisión política de no permitir el desarrollo autónomo de la agricultura nacional.

Mientras contó con el CAME, de donde recibía más tractores bielorrusos de los que probablemente Cuba necesitaba, la cantidad de yuntas disminuyó. Casi coincidiendo con el final del subsidio soviético, 1990 fue el año donde menos yuntas se reportaron en Cuba: 214.000. Con respecto al año 1945 había en la Isla el doble de población, pero 363.000 yuntas menos. El tractor reinaba entonces.

Pero aquellos tractores envejecieron y durante los últimos 20 años Cuba ha importado apenas 800 unidades anuales, con lo que hoy posee exactamente la mitad de los tractores que necesitaría según los estándares mínimos indicados por la FAO. A eso súmesele la subutilización, mayormente por falla de combustible, piezas de repuestos y mala organización. No sorprende entonces el nuevo avance de la tracción animal, que ha venido aumentando hasta las actuales 320.000 yuntas.

Se podría pensar que ya que el Gobierno mantiene al campesinado utilizando este arcaico sistema, al menos le pondrían fácil al campesino obtener una yunta. Sin embargo, en el mismo artículo de Granma, un guajiro "cansado de caerle atrás a los tractores" se había tenido que hacer él la suya, con la cual decía "rompo la tierra, la surco, la cultivo… Tengo muchos implementos construidos por mí, como la peineta o la triple pala. Los fabrico con discos viejos de picadoras".

https://diariodecuba.com/economia/1620645454_31015.html