– 2 de mayo de 2021 –

“Domingo de los ministerios”.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

Este domingo, con su enseñanza en tiempo de parábola, Jesús nos revela la relación única que se establece entre él y nosotros en el misterio de la Iglesia, misterio que ocurre en esa intimidad de la vida trinitaria y en la que él nos introduce, comunicándonos su propia vida y condición filial con el Padre en la preciosa alegoría de “la vid y los sarmientos”, derivada del tema bíblico de la ‘Viña del Señor’ que es ‘la Nación de Israel’.

-Además, combinando las tres lecturas, nos encontramos con la Iglesia apostólica en su dinámica de crecimiento y evolución desde el pequeño grupo de los apóstoles a un movimiento espiritual renovador e inclusivo; como es la obra del Espíritu Santo Creador, siendo la Iglesia su “Nueva Creación”. La gracia pascual del Espíritu Santo hizo fecunda a la Iglesia primitiva, lo mismo en conversiones que en nuevos ministerios o servicios, que iban naciendo en su seno a medida que crecía y su actividad se iba haciendo más compleja y expansiva.

La primera lectura nos muestra cómo San Pablo, luego de su conversión en el camino de Damasco, se tuvo que presentar a los Apóstoles, a fin de que su misión fuera autentificada dentro del seno de la Iglesia (Hechos 9, 26-31). -San Juan nos habla después de este hecho. Nos da, en primer lugar, el resumen de toda su doctrina, cifrado en la intimidad con Jesús: “Crean en Jesucristo y ámense mutuamente como El nos mandó”.

El cristiano está llamado, en Cristo, a vivir una vida nueva, con una conciencia formada y guiada por los mandamientos. (I Juan 3, 18-24). – El evangelio nos presenta la alegoría de “la vid y los sarmientos”, donde Jesús nos invita a vivir su vida (Juan 15, 1-8). Este pasaje está escogido del “discurso de despedida” tras la Ultima Cena, donde Jesús instruye a los discípulos en la esencia de la vida cristiana, la unión íntima con él, y en la ley fundamental para sus seguidores.

La vida cristiana es primero eso, VIDA.  Por tanto, la unión íntima con Cristo es fundamental para cada creyente y para toda la Iglesia, de la que cada uno de nosotros es un miembro vivo, ‘un sarmiento’. Si no permanecemos unidos a Cristo, nos secamos; si perdemos nuestra relación con El, ya no tenemos su vida ni podremos permanecer unidos al Padre, ya que Cristo es ese vínculo de unión con El. Así entramos en la comprensión de la vida trinitaria y de ese misterio de la misma que participamos en la Iglesia siendo el “Cuerpo de Cristo” y, con él y en él, COMUNION con el Padre y el Espíritu.