-18 de abril de 2021-

 “Domingo de las apariciones”.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

El tiempo pascual está lleno de las apariciones del Resucitado a sus discípulos, a su Iglesia, que ha quedado en el mundo como su propia presencia: “Ustedes serán mis testigos”, había prometido Jesús, y nosotros lo podemos comprobar en las actuaciones de los apóstoles que, después de Pentecostés y llenos del fervor y del valor que les ha comunicado la efusión del Espíritu, proclaman la Buena Noticia y testifican ante el pueblo la resurrección de su Maestro y Señor.

Al describir la aparición de Jesús a sus discípulos, en la tarde de Pascua, el Evangelista insiste en el dato de que Jesús se deja tocar por los suyos y come con ellos (Lucas 24, 35-48). En esa experiencia indiscutible se fundará la fe de los apóstoles: La de Pedro, que se basa en ella para dirigirse al pueblo   (Hechos 3, 13-15.17-19): Y la de Juan, que tanto se adentró en el misterio de Cristo, que nos habla desde la intimidad del que “había tocado con sus propias manos a la Palabra de vida” -I Juan 1, 1-: Aquel que, siendo la víctima de propiciación por nuestros pecados, nos concede llegar a la plenitud del amor de Dios cuando vivimos en su verdad guardando sus mandamientos (I Juan 2, 1-5ª).

Nosotros, hoy, estamos también llamados desde la fe a contemplar el misterio de la Resurrección del Señor y a testificarlo con palabras y obras. En el Bautismo recibimos la Fe como un don único y perenne y fuimos incorporados a Cristo: Es decir, fuimos constituidos miembros de su Cuerpo, que es la Iglesia; pero esa nueva condición nos otorga una dignidad y una capacidad única, que nos hace capaces de compartir la intimidad de amistad y de amor con El, y nos envía como testigos-misioneros a anunciar y compartir esos dones de Jesucristo, muerto y resucitado: Este es el Misterio Pascual. 

El Misterio Pascual de Cristo es, también y necesariamente, el “Misterio de su Iglesia”; la “dinámica de la vida” que el Espíritu Santo infunde en el Cuerpo de Cristo que somos los bautizados, no aislados, sino en “comunión”. Esta palabra: “COMUNION”, es la palabra nueva que define la doble relación de nosotros, “los discípulos que quedamos en el mundo”, entre nosotros y con el Señor, fuente y centro siempre de esa “COMUNION” que es la Iglesia del Resucitado.